Los Estados ya no
gobiernan el mundo. Y en muchos casos, ni sus propios países. Por lo
que no importa si los gobiernos se estructuran en una de las dos
formas genéricas de organización política contemporánea: la
dictadura o la democracia constitucional. Ya sean éstas dictaduras
militares, de partidos únicos, personalistas, monárquicas,
híbridas, o sean democracias indirectas o representativas,
semidirectas o participativas, o directas. No, el mundo ya no está
en manos de los Estados, sino de un nuevo modelo de dictadura de
naturaleza económica que denominamos Mercado. Por lo que el mundo ya
no rige su destino desde parámetros geoestratégicos, como sucedía
al menos hasta mediados del siglo XX, sino desde principios
macroeconómicos.
Pero veamos, mediante el
desglose de sus cuatro características principales, por qué el
Mercado es el nuevo modelo de dictadura que gobierna el mundo del
siglo XXI:
1.-Concentración de
poder en personas no electas
El 80 por ciento de los
recursos y del consumo mundial está en manos de 10 grandes grupos
empresariales, los cuales están dirigidos por unos 700 accionistas,
que representan el 0,000010 por ciento de personas frente a los 7.300
millones de habitantes que existimos en el planeta. Dirigentes
mundiales que, aun no haciendo falta decirlo es importante remarcar,
no han sido elegidas por sufragio universal.
2.-Forma autoritaria
de gobierno
Ésta decena de grupos
empresariales multinacionales se financian a través de los diversos
grandes bancos mundiales que son controlados -Fondo Monetario
Internacional, Banco Mundial, Reserva Federal Americana, y Banco
Central Europeo, incluidos- por un puñado de grandes empresas que
representan a una decena de familias mutimillonarias de diversos
continentes, las cuales no se someten a ningún tipo de limitaciones
y ostentan la facultad de promover la promulgación y la modificación
de leyes nacionales e internacionales a voluntad. Es decir, el máximo
exponente de un gobierno totalitario, aunque permanezca en la sombra.
3.-Uso de propaganda
para contrarrestar sistemas de gobierno alternativos
Dicha decena de grandes
grupos empresariales cuentan, a su vez, con compañías cuyo volumen
de facturación superan los presupuestos generales de muchos países
desarrollados (BP supera a Suiza, Microsoft o Amazon a Portugal,
Samsung a Dinamarca, Banco Santander a Colombia, Walmart a España,
Alphabet a Nueva Zelanda, Apple a Bélgica, por poner algunos
ejemplos), cuya propaganda partidista a través de sus múltiples
divisiones de negocio y omnipotentes canales de marketing -por
superioridad de recursos en sociedades de “libre” economía-
influye de manera directa sobre los sistemas de gobierno y de
partidos políticos de los diversos países en los que operan. En
resumidas cuentas, la disidencia política se controla y, llegado el
caso, se contrarresta.
4.-Supresión de la
libertad personal y el discurso de masas
Y por último, éstas
decenas de grandes grupos empresariales, mediante el control
mayoritario del consumo mundial y del marketing de masas (publicidad
en sus diferentes formatos) diseñan artificialmente estados de
opinión paquetizados para el adecuado consumo, en tiempo y forma,
del conjunto de la ciudadanía. Hasta el punto de interferir en la
intención de voto de procesos electorales democráticos. Facultad la
cual les cualifica para ejercer un vasto control sobre el medido
margen de maniobra de lo que entendemos como libertad personal de los
ciudadanos, así como sobre el discurso de masas que pueda generarse
en el seno de las sociedades intervenidas, influenciando además
sobre el propio esquema de valores morales imperantes en un país y
una cultura concreta.
Sí, los Estados ya no
gobiernan el mundo, sino que es el Mercado quien lo gobierna. Y
además, bajo un régimen político dictatorial, en el que las reglas
democráticas son neutralizadas de facto. Expuesta la evidencia, de
la que el ciudadano de a pie debe tener conocimiento para mayor
conciencia del estado de la situación, la pregunta del millón no es
otra que plantearse hasta dónde va a llegar el pulso en alza actual
-que propiamente se inició a partir de la segunda guerra mundial-,
entre el gobierno mundial de la dictadura económica y los gobiernos
de los estados democráticos. ¿Hasta dónde será capaz la
dictadura económica mundial de devaluar las democracias de los
estados? ¿Cuánto cederán, o en el mejor de los casos resistirán
por oposición, los estados democráticos frente la batalla de
expropiación de soberanía que le presenta la dictadura económica
mundial?. Como reza la canción de Dylan, la respuesta está en el
viento. Y el tiempo lo contará.
De momento, solo podemos
confirmar, por simple constatación empírica, del amansamiento de
las democracias constitucionales respecto al sibilino e implacable
gobierno de la dictadura económica mundial, lo que se traduce en un
recorte progresivo de los derechos sociales universales y en un
aumento de la brecha de injusticia y desigualdad social. El destino
de la humanidad está a merced de los designios totalitarios de un
grupo exclusivo de personas invisibles a los ojos de todos. Y
mientras tanto, la verborrea de los políticos locales ocupan la
mayor parte del espacio de los informativos radiotelevisivos y de
rotativos, intentando hacernos creer que son ellos los que controlan
y gobiernan nuestros países. Y lo triste es que, como sociedad, aun
nos lo creemos.
Como versaba Unamuno, más
o menos, ¡bendita tú piedra, que pesas, existes, y no piensas!.