En las ciudades coexiste
un gran número variado de fauna urbanita, digno de ser catalogado en
un bestiario al uso, pero si algún animal destaca por su
proliferación en la última década éste es el ave fénix. Se trata
de personas que fueron expulsadas en su día del jardín del paraíso
terrenal, tras la última tormenta de fuego que inició una nueva era
de crisis socioeconómica y de valores, que han adoptado la forma
figurativa de autónomos o trabajadores por cuenta ajena en situación
de precariedad, y que periódicamente se consumen por autocombustión
en contacto directo con el mercado laboral, renaciendo de sus
propias cenizas al cabo de un breve periodo de tiempo para reiniciar
de nuevo el ciclo incandescente. De hecho, si uno mira a la calle por
las mañanas a través de una ventana de un edificio, puede ver como
a cada nuevo amanecer cientos de aves fénix se consumen en llamas o,
por el contrario, renacen de sus propias cenizas como un proceso
natural del ciclo de la vida en la urbe.
De tipologías de aves
fénix las hay tanto que nacen como que se hacen. Aquellos especímenes
que nacen eclosionan en el mundo con la naturaleza heredada de sus
progenitores, las cuales suelen ser más adaptables a un entorno
ambiental hostil por voluble y cambiante, así como más dóciles a
las exigentes demandas de un mercado laboral cuya atmósfera
artificial asfixia sus teóricos derechos sociales. Mientras que los
hay, de especímenes de aves fénix, que son transformados en vida por
los designios caprichosos del destino, las cuales se rebelan contra
su nueva naturaleza adquirida convirtiéndose en animales de viejas
costumbres inadaptados al medio imperante, y cuya semilla
inconformista y de resistencia social transmiten como marca de fuego
en piel a las nuevas generaciones de la estirpe mitológica.
La incapacidad de las
aves fénix en cambiar o revertir su naturaleza, con el objetivo de
escapar de la rueda sinfin de muerte y renacimiento profesional -y
por extensión social-, no solo radica en el fuerte determinismo de
un entorno ambiental de Mercado caracterizado por unas condiciones
óptimas para la autocombustión laboral, sino en la propia anatomía
álmica de las aves fénix forjada a golpes en la fragua de las
acciones moralmente decentes, una competencia tan poco valorada como
de escasa utilidad en una sociedad agresivamente competitiva.
Si bien la capacidad de
regeneración de las aves fénix las dota de la adaptabilidad
necesaria para un entorno inhóspito en continuo cambio y
transformación, asimismo representa su talón de Aquiles, pues dicha
fortaleza se revierte en debilidad en un mercado laboral que lo
aprovecha para beneficio propio en un modus operanti en que
todo, por mercantilizable, es caduco y desechable, incluidas las
personas.
Sí, cada día las
ciudades están repletas de cientos de aves fénix que se autoconsumen
en llamas o, por el contrario, renacen de sus propias cenizas. Las
que arden han quemado un periodo profesional más de sus vidas, y las
que resurgen de los restos cenizos inician un nuevo periodo
profesional en sus vidas. Un comportamiento tan natural como
esperable en las experiencias de procesos de cambio y reinvención
del ser humano, pero asimismo un hecho alarmante socialmente al
constatar que se está convirtiendo en una tendencia generalizada y
en progresivo aumento en los hábitats urbanos desarrollados. Pues el
ave fénix contemporánea es una especie que suele sobrevolar entre los
vientos de la carencia, y su presencia masiva en las ciudades es un
claro indicador del aumento de la brecha de desigualdad social y del
empobrecimiento de la economía doméstica en comunidades
estructuradas sobre el derecho de la igualdad de oportunidades.
Ante este panorama, en el
que el ave fénix se ha convertido en parte del paisaje urbano
cotidiano, uno no puede dejar de preguntarse cuál es el nivel de
capacidad de regeneración de esta ancestral especie en plena era
tecnológica, y qué sucederá el día en que no pueda renacer de sus
propias cenizas. Quizás, el tiempo lo dirá, nos encontramos ante el
principio del fin de esta estirpe de fábula. Pues en el previsible
horizonte futuro, dibujado bajo criterios del Mercado, el ave fénix
tal y como lo conocemos solo puede verse abocada a la extinción o a
la evolución como especie. En ambos casos, lo único certero es que
nos encontraremos ante un nuevo paradigma de organización social,
que espero y deseo -a falta de pecar de inocente- que sea en
beneficio de la dignidad de la vida humana.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano