viernes, 16 de noviembre de 2018

No es nada inteligente deconstruir la realidad, desde la Realidad rota


La realidad se asemeja a una habitación alicatada, que en ocasiones se viene a bajo tras agrietarse las paredes y provocar la caída de los azulejos que acaban esparcidos en añicos al chocar contra el suelo. Sí, la realidad también se rompe. Como sucedió ahora hace poco más de una década en el mundo occidental con la crisis financiera producida por las hipotecas subprime que provocó la bancarrota de la americana Lehman Brothers, la primera ficha de un efecto dominó global cuyo viento de cola perdura hasta nuestros días. Y justo ahora que parecía que volvíamos a iniciar la reconstrucción del alicatado de nuestra realidad, todo apunta -según diversos indicadores económicos- a una recaída financiera para el 2020 con categoría de nueva crisis dentro de la crisis actual. Como se suele decir, llueve sobre mojado. La realidad aun no se ha reconstruido que vuelve a romperse.

En este contexto nos encontramos con dos realidades bien diferenciables: la realidad por perceptible de la habitación alicatada (el Mercado), y la realidad por perceptible de los inquilinos de la habitación alicatada (las personas como productores y consumidores beneficiarios del Mercado). Ambas, si bien pertenecen a la lógica del principio de realidad, pues representan una existencia verdadera y efectiva de un todo común interretroalimentado, son subjetivas por relativas respecto al observador que las percibe. No obstante, personalmente en la presente reflexión me interesa centrarme en la realidad por perceptible de la persona que habita dentro del habitáculo denominado Mercado, pues si bien el Mercado por ser continente se reconstruye, la persona por ser contenido se deconstruye, como materia líquida que adapta su forma al envase que lo contiene.

Pero, ¿qué significa que una persona deconstruye la realidad?. Veamos: Sobre la premisa de la existencia de una realidad como es el hombre, dentro de otra realidad mayor que lo integra como es el Mercado, cabe entender que con independencia de la forma y tiempo -ritmo- en que la realidad del Mercado se recompone, la persona en calidad de ser humano se ve obligada a revisar todos aquellos elementos de su vida diaria tanto que hayan quedado desfasados por obsoletos como que puedan continuar teniendo utilidad en el marco de un nuevo paradigma social, con el objetivo de volver a redefinir su propia realidad, más si cabe si la nueva estructura de organización social se haya en continua fase transitoria como es el caso (puesto que está sujeta al determinismo derivado de la redefinición reconstructiva indefinida del Mercado).

La revisión por utilidad pragmática de la propia realidad de las personas, en una narrativa deconstructiva, afecta de manera directa a tres dimensiones nucleares de los seres humanos: el concepto de identidad individual, el proceso productivo para la subsistencia, y el rol relacional con el resto de la sociedad. Para qué, cómo, y con quién. La trilogía vertebradora de la existencia humana que se condiciona y determina entre sí. Un proceso abierto y en perenne deconstrucción, en una sociedad de mercado medio fallido en continuo cambio y transformación (donde no hay manera de acabar las obras de alicatado de la habitación), capaz de provocar trastornos de personalidad disfuncional en las personas más cuerdas.

Sí, cuando la realidad contextual se rompe, el ser humano se ve obligado a deconstruir su propia realidad, que significa romperla para reconstruirla y volver a romperla para nuevamente reconstruirla tantas veces como sea necesario, por la irrenunciable finalidad de poder adaptarse a un entorno en interminable transitoriedad. Un ciclo tan cansino como delirante.

No obstante, aunque erróneamente se de por supuesto, el ser humano no tiene por qué deconstruir su realidad personal en el bucle sin fin del interior del habitáculo del Mercado, puesto que el Mercado no es un elemento apriorístico de la idiosincracia de la naturaleza humana, por importante creación del hombre que sea. Por lo que cualquier persona, a la luz de la conciencia y la razón lógico-reflexiva, puede liberarse de la tiranía del Mercado como única realidad marco posible. Pues nuestra es la capacidad, como humanos, de transcendernos conceptualmente hacia un mundo metafísico. Un camino de liberación individual, exentos de cargas superfluas, en el que lo único que debemos deconstruir es el sentido de nuestra propia identidad personal desde la reconexión con nuestro yo más esencial. Y a partir de aquí ya redefiniremos la nueva manera de cómo nos ganamos el pan de cada día y con quién nos relacionamos a nivel social.

Que no te lleven a engaño, tras los muros de la maltrecha habitación alicatada hay vida. La tuya. Y no hay nada inteligente en deconstruir la realidad si no es para construir una nueva mejor.




Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano