La realidad se asemeja a
una habitación alicatada, que en ocasiones se viene a bajo tras
agrietarse las paredes y provocar la caída de los azulejos que
acaban esparcidos en añicos al chocar contra el suelo. Sí, la
realidad también se rompe. Como sucedió ahora hace poco más de una
década en el mundo occidental con la crisis financiera producida por
las hipotecas subprime que provocó la bancarrota de la americana
Lehman Brothers, la primera ficha de un efecto dominó global cuyo
viento de cola perdura hasta nuestros días. Y justo ahora que
parecía que volvíamos a iniciar la reconstrucción del alicatado de
nuestra realidad, todo apunta -según diversos indicadores
económicos- a una recaída financiera para el 2020 con categoría de
nueva crisis dentro de la crisis actual. Como se suele decir, llueve
sobre mojado. La realidad aun no se ha reconstruido que vuelve a
romperse.
En este contexto nos
encontramos con dos realidades bien diferenciables: la realidad por
perceptible de la habitación alicatada (el Mercado), y la realidad
por perceptible de los inquilinos de la habitación alicatada (las
personas como productores y consumidores beneficiarios del Mercado).
Ambas, si bien pertenecen a la lógica del principio de realidad,
pues representan una existencia verdadera y efectiva de un todo común
interretroalimentado, son subjetivas por relativas respecto al
observador que las percibe. No obstante, personalmente en la presente
reflexión me interesa centrarme en la realidad por perceptible de la
persona que habita dentro del habitáculo denominado Mercado, pues si
bien el Mercado por ser continente se reconstruye, la persona por ser
contenido se deconstruye, como materia líquida que adapta su forma
al envase que lo contiene.
Pero, ¿qué significa
que una persona deconstruye la realidad?. Veamos: Sobre la premisa de
la existencia de una realidad como es el hombre, dentro de otra
realidad mayor que lo integra como es el Mercado, cabe entender que
con independencia de la forma y tiempo -ritmo- en que la realidad del
Mercado se recompone, la persona en calidad de ser humano se ve
obligada a revisar todos aquellos elementos de su vida diaria tanto
que hayan quedado desfasados por obsoletos como que puedan continuar
teniendo utilidad en el marco de un nuevo paradigma social, con el
objetivo de volver a redefinir su propia realidad, más si cabe si
la nueva estructura de organización social se haya en continua fase
transitoria como es el caso (puesto que está sujeta al determinismo
derivado de la redefinición reconstructiva indefinida del Mercado).
La revisión por utilidad
pragmática de la propia realidad de las personas, en una narrativa
deconstructiva, afecta de manera directa a tres dimensiones
nucleares de los seres humanos: el concepto de identidad individual,
el proceso productivo para la subsistencia, y el rol relacional con
el resto de la sociedad. Para qué, cómo, y con quién. La trilogía
vertebradora de la existencia humana que se condiciona y determina
entre sí. Un proceso abierto y en perenne deconstrucción, en una
sociedad de mercado medio fallido en continuo cambio y transformación
(donde no hay manera de acabar las obras de alicatado de la
habitación), capaz de provocar trastornos de personalidad
disfuncional en las personas más cuerdas.
Sí, cuando la realidad
contextual se rompe, el ser humano se ve obligado a deconstruir su
propia realidad, que significa romperla para reconstruirla y volver a
romperla para nuevamente reconstruirla tantas veces como sea
necesario, por la irrenunciable finalidad de poder adaptarse a un
entorno en interminable transitoriedad. Un ciclo tan cansino como
delirante.
No obstante, aunque
erróneamente se de por supuesto, el ser humano no tiene por qué
deconstruir su realidad personal en el bucle sin fin del interior del
habitáculo del Mercado, puesto que el Mercado no es un elemento
apriorístico de la idiosincracia de la naturaleza humana, por
importante creación del hombre que sea. Por lo que cualquier
persona, a la luz de la conciencia y la razón lógico-reflexiva,
puede liberarse de la tiranía del Mercado como única realidad marco
posible. Pues nuestra es la capacidad, como humanos, de
transcendernos conceptualmente hacia un mundo metafísico. Un camino
de liberación individual, exentos de cargas superfluas, en el que lo
único que debemos deconstruir es el sentido de nuestra propia
identidad personal desde la reconexión con nuestro yo más esencial.
Y a partir de aquí ya redefiniremos la nueva manera de cómo nos
ganamos el pan de cada día y con quién nos relacionamos a nivel
social.
Que no te lleven a
engaño, tras los muros de la maltrecha habitación alicatada hay
vida. La tuya. Y no hay nada inteligente en deconstruir la realidad
si no es para construir una nueva mejor.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano