Esta mañana me he
levantado con la noticia, mientras me tomaba el primer café del día,
de la manipulación genética de bebés en China. La excusa, al menos
la oficial, es la de crear una nueva generación de seres humanos
inmunes al VIH, un problema sin duda de Estado para una nación
-potencia mundial, no lo olvidemos- con férreas políticas de control
de natalidad. No ha faltado tiempo para que parte de la comunidad
científica internacional califique el experimento con seres humanos
de “ni moral ni éticamente defendible”. Aunque, siendo honestos,
tampoco es ni moral ni éticamente defendible la pobreza en el mundo
o el asesinato institucional por causas culturales, políticas,
religiosas o incluso comerciales, la cual cosa no quiere decir que no
se produzca. Y más cuando, de manera específica, no existe una
regulación internacional en materia de manipulación genética sobre
seres humanos. De hecho, hace dos años el Reino Unido ya aprobó la
manipulación genética de embriones humanos para crear “bebés
sanos”, concretamente para aquellos casos que estuvieran
potencialmente condenados a crecer con graves enfermedades heredadas
por sus padres.
La manipulación genética
de bebés en China, como seguramente va a suceder en otros países
del mundo -pues no va haber nación con posibilidades que quiera ser
menos, y sobre todo frente al hecho de tener ciudadanos
biológicamente inferiores-, cumple con los dos requisitos
idiosincráticamente imprescindibles para que el hombre se transforme
en un Superhombre nietzscheriano: abandonar la moral tradicional y
abandonar la idea de Dios. Una tendencia íntimamente ligada a la
evolución cientificotécnica de nuestras sociedades modernas.
El concepto de
Superhombre, que Nietzsche desarrolló en su obra “Así habló
Zaratrusta” se caracteriza por cinco rasgos interesantes a
recordar. En primer lugar, la Superioridad, pues el Superhombre cree
que hay una jerarquía en las personas, por lo que no todos somos
iguales. En segundo lugar, la Superación, pues el Superhombre
considera, sobre la idea que hay que superar el concepto de Dios y la
moral tradicional, de practicar la moral de los señores, que es
aquella propia de los hombres superiores que dominan el mundo por la
fuerza y la violencia. En tercer lugar, la Voluntad de Poder, que es
la voluntad del Superhombre de dominar el mundo mediante la ley del
más fuerte. En cuarto lugar, las Ansias de Vivir, pues el
Superhombre, teniendo como virtudes la fuerza física, el poder y la
rebeldía, valora sobremaneramente la vida corporal, donde entran en
juego las pasiones, el placer y la violencia. Y en quinto lugar, la
Fidelidad a lo Terrenal, pues el Superhombre, que no cree en Dios ni
en el otro mundo, es fiel a lo terrenal, olvidándose así de
cuestiones espirituales, y solo preocupándose por el mundo físico
el cual vive con total intensidad.
Realmente, no hay que ser
muy fino intelectualmente para que las características que Nietzsche
describe en su Superhombre nos resuenen al arquetipo medio del ser
humano actual que vive en lo que denominamos primer mundo, producto
de una sociedad hedonista, materialista y egoísta por
individualista.
Pero el hecho que podamos
manipular genéticamente tanto la estructura biológica como por ende
las capacidades cognitivas del ser humano, sin lugar a dudas superan
las expectativas del propio Nietzsche en su idea de Superhombre. Pues
su rasgo característico de Superioridad, por discriminación
genética positiva, adquieren una nueva y elevada dimensión. A nadie
se le escapa las implicaciones que puede llegar a tener la creación
de una nueva generación de superhombres por superioridad genética
en un mundo ya de por sí con grandes desequilibrios sociales, y en
el que las prioridades de los Estados en la gestión política que
afecta directamente a los grupos de ciudadanos categorizados en sus
respectivos estratos sociales viene determinado por las pautas (de
habilidades y competencias) que marca el Mercado. Es decir, la
manipulación genética en seres humanos en un contexto de economía
de Mercado global abre la puerta a la creación de una sociedad
dividida en castas sociales, en la que los hombres que conforman la
élite se transformarían en Superhombres por superioridad genética,
puesto que -desde que la humanidad es humanidad- no hay mayor barrera
de entrada artificial a las diferentes escalas de los estatus sociales
que la que marca el dinero.
En este sentido, la
actualización del Superhombre de Nietzsche gestado en China -con
previsibles implicaciones en todo el planeta a medio plazo-, va a
obligar a redefinir el concepto que actualmente tenemos de
Democracia, puesto que la discriminación positiva de ciudadanos por
manipulación genética afecta de lleno a uno de sus principios
rectores: el derecho a la igualdad de oportunidades. Y no puede haber
igualdad de oportunidades en una sociedad que pueda llegar a dividir
a sus ciudadanos entre seres humanos naturales y seres humanos
mejorados artificialmente.
Sí, nuestros modelos
actuales de Democracia occidental pueden estar a punto de cambiar tal
y como los conocemos por un modelo de organización política no
democrática como es China, donde no existe la separación de poderes
y todos los pilares del Estado, incluyendo el ejecutivo, el judicial
y el militar, están bajo la autoridad del omnipotente Partido
Comunista de China. Pero, ¿cómo puede China influenciarnos hasta el
punto de modificar la naturaleza de nuestras propias Democracias? La
respuesta se haya en el uso privilegiado de fuerza que ostenta sobre
el Mercado global, talón de Aquiles de nuestras democracias al
representar el cordón umbilical que alimenta nuestros frágiles
modelos de Estado de Bienestar Social.
No obstante, quiero
esperar que la mano de Zaratrusta, el profeta persa que
históricamente fue el ordenador primario de los valores del bien y
del mal, no acabe cerniéndose sobre occidente para destruir nuestra
moral humanista y hacerla entrar en el ocaso y la caducidad
definitiva, como auguró Nietzsche con su Superhombre. Frente a este
peligro tan viable como inminente, ya estamos tardando en legislar
internacionalmente sobre la manipulación genética en seres humanos,
puesto que si alguna fortaleza tienen nuestras democracias de
tradición greco-romana es que, justamente, se sustentan sobre el
Estado de Derecho como escudo de la igualdad y los derechos sociales
de todos los ciudadanos.
“Tiempos difíciles
y oscuros nos aguardan.
Pronto deberemos
elegir entre lo que es correcto y lo que es fácil”.
Albus Dumbledore, en la
película Harry Potter y el cáliz de fuego.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano