Me gusta la palabra
ReconoceR no solo porque es un palíndromo que puede leerse en ambos
sentidos, sino por su profundo significado existencial. Ya que
conocer (del latín cognoscere) es un acto sin duda
intelectual de aprehensión de información, pero ReconoceR es poner
en juicio de valor dicha información. Una valorización de la
información aprehendida que, como buen palíndromo, puede producirse
del enjuiciador a lo enjuiciado o, viceversa, de lo enjuiciado al
enjuiciador. Es decir, que el acto de ReconoceR tanto puede venir
derivado de un juicio de valor realizado por una persona cognoscente
respecto al mundo percibido por observable, como puede venir derivado
de un juicio de valor realizado por el mundo percibido por observable
respecto a una persona cognoscente por racionalizada: tanto la
persona reconoce (y por tanto enjuicia) la realidad, como ésta
reconoce (y asimismo enjuicia) la persona. Pues si bien la realidad
existe en tanto y cuanto es creada (por observada y percibida) por el
hombre, el hombre igualmente existe en tanto y cuanto es creado (por
observado y percibido) por la realidad, ya que hombre y realidad
forman parte de una misma naturaleza indisociable al menos a escala
humana.
Pero asimismo el acto de
ReconoceR, como juicio de valor, tanto puede ser producto de un
estereotipo social como producto de un pensamiento crítico
reflexivo más o menos disruptivo, con independencia de si parte de
la persona hacia la sociedad o de ésta hacia la persona.
Personalmente me interesan más los juicios de valor a partir del
pensamiento crítico, pues la acción de conocer se trasciende a sí
misma pasando de un acto simple de aprehensión de información
directa, y por tanto sin filtros, a un acto elaborado de aprehensión
de información entendida como saber. El hombre que reconoce desde el
estereotipo social se limita a ser un ser rumiante, mientras que el
hombre que reconoce desde el pensamiento crítico deviene un ser
pensante. Sin el acto de ReconoceR desde el pensamiento crítico no
hay posibilidad para la transformación social.
Por otro lado, si bien el
acto de ReconoceR es un acto intelectual, su metodología es diversa,
ya que puede ser creado a partir de un procedimiento teórico, de un
procedimiento experimental, o bien de una conjunción entre ambos.
Cuando el acto de ReconoceR surge mediante un proceso teórico, el
juicio de valor resultante puede llegar a ser puro en el sentido
disruptivo, pues el enjuiciamiento está libre de cargas culturales
dando lugar a estados que entendemos como creativos o de innovación.
Un proceso intelectual propio de mentes despiertas y abiertas capaces
de traspasar los límites de su caja de pensamientos referenciales.
Un acto lógico-reflexivo tan hermoso de observar como escaso de
encontrar. Pues la mayoría de las personas racionalizan no desde un
planteamiento teórico puro, sino como resultado de una experiencia
previa, es decir, requieren del método de un caso experimental para
poder ReconoceR y, por tanto, el juicio de valor resultante está
comprometido por su entorno cultural que lo determina. En este
sentido, el acto de ReconoceR se fundamenta sobre un juicio de valor
impuro en el sentido de continuista o inmutable respecto a los
parámetros referenciales de un pensamiento colectivo o social.
Si alguna fuerza de la
naturaleza humana caracteriza al acto de ReconoceR en sentido puro
ésta es, sin lugar a dudas, la curiosidad. Una conducta impulsiva
innata del ser humano que las personas desplegamos ya en nuestra
tierna infancia y que, debidamente racionalizada por nuestra
capacidad como seres pensantes, nos ofrece toda una infinita
posibilidad de juicios de valor disruptivos. Es por ello que niños y
genios tienen soluciones alternativas para los problemas que atañen
a la vida mundana del conjunto de los mortales, pues su ámbito de
ReconoceR está fuera de la caja pensante limitadora. Triste es el
sistema educativo y los principios rectores de una sociedad de
Mercado que restringen el acto de ReconoceR, mediante un férreo
sistema sociabilizador (que busca la homogeneización de respuestas
válidas a problemas multisolucionables), al interior de una caja de
pensamientos referenciales estandar. Pues dentro de los límites de
la caja todo es más controlable, incluida la capacidad natural de
ReconoceR -y por tanto de enjuiciar- de las personas que viven dentro
de ella. Y cuando se controla el acto individual de ReconoceR, los
juicios de valores de las personas, así como sus conversaciones
sociales como manifestación resultante, se convierten en
superficiales por rumiantes. Las personas mastican una y otra vez los
pensamientos, tranquilamente sentadas sobre sus conversaciones
amanidas, que vuelven de manera reiterada desde las cavidades del
estómago de la caja que solo engulle aquello que valida en su
ReconoceR.
Por el bien de la
libertad del alma humana, como personas a título individual
sabedoras que nadie puede vivir la vida por nadie, recuperemos
colectivamente la curiosidad infantil que nos permite ReconoceR la
Vida más allá del pensamiento de la caja social, con el objetivo de
poder regocijarnos a cada nuevo día en la intimidad de una
existencia renovada de ilusión ante la posibilidad real de un nuevo
horizonte que explorar. Pues solo desde el verdadero ReconoceR
podemos trascendernos a lo que somos.