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Ensalada de los Hermanos Torres. Foto: Teresa Mas de Roda |
La Belleza, que nos
produce placer sensorial, intelectual o espiritual, es la
manifestación de la estética perceptible en el mundo de las formas
y las ideas. Por lo que podemos decir que la Belleza es percepción,
estética y placer. Pero, ¿qué es aquello que percibimos, que
consideramos estético, y que nos hace sentir placer, como algo
bello?. La respuesta está en la esencia geométrica de las formas
tangibles e intangibles, y más concretamente su característica
idiosincrática: el equilibrio o armonía de dicha geometría.
Sí, la Belleza es
geometría, y ésta a su vez es equilibrio. El equilibrio geométrico
podemos encontrarlo tanto concentrado en una sola forma o idea, o en
el patrón resultante de la combinación de una multiplicidad de
estas. Así podemos percibir y sentir el placer estético en una sola
pieza, como puede ser una cuchara o una escultura, o en la
combinación armoniosa de un conjunto de elementos interrelacionados
entre sí, como puede ser un elaborado plato gastronómico, una obra
musical, una creación pictórica, la decoración ambiental de una
estancia, la composición natural de un paisaje o el desarrollo
argumental de una ponencia, un libro o una película, entre otros
muchos ejemplos de nuestra vida cotidiana.
No obstante, como la Vida
se manifiesta geométricamente, la relación de patrones
inteconectados en un sistema multigeométrico que anhela la Belleza
manifestada en el equilibrio del conjunto es tanto infinita en sí
misma, pues infinita es la Vida, como limitada espacio-temporalmente
a la capacidad perceptiva humana. Por lo que solo encontraremos Belleza en el mundo exterior, tanto en los pequeños como en los
grandes placeres de la existencia, si su patrón de equilibrio está
contemplado asimismo en la capacidad descodificadora de éste en el
mundo interior y personal del hombre que como ser racional lo
percibe. Ya que la Belleza, a parte de perceptible es estética, y la
estética tanto es sensibilidad -en gran medida innata y por ende
trascendental en el ser humano- como cultural, por lo que la estética
se enseña y se aprehende. De ahí la razón de ser de los críticos
gastronómicos, musicales, de arte y tantos otros (aunque abundan más
los críticos de personas, que nada tienen que ver con la Belleza), y
los educadores como garantes del conocimiento de lo estéticamente
bello conforme a unos cánones que, por ser sociales, son temporales
y profundamente humanos.
Llegados a este punto,
¿podemos decir que la percepción del equilibrio que eleva algo a la
categoría de bello, y que por tanto nos produce placer, viene dado
por el determinismo cultural? En el sentido estrictamente humano, sí.
Entendiendo ampliamente el determinismo cultural como condicionante
psicológico, intelectual y espiritual de una persona. Pues no todos
los seres humanos comparten el mismo sentido de la estética, pues
cada cual es hijo de su propia cultura que, además, es heterogénea
en el seno de una misma comunidad por las disfunciones reales en la
aplicación social del principio de igualdad de oportunidades. Pero
no así en el sentido amplio y apriorístico de la Belleza como
entidad independiente a la percepción humana (estética
transcendental kantiana como eco de los arquetipos platónicos). Como
es el caso, por ejemplo, del Caos, que si bien resulta antagónico al
principio de equilibrio y armonía conceptualizado por el hombre,
ello no significa que dentro del sistema de patrones
interrelacionados de una Vida tan impermanente como indefinible no
exista equilibrio y, por extensión, Belleza per se.
Aunque también es
interesante observar como la Belleza a veces surge como resultado de
una compensación de equilibrios en el que el hombre, como ser
perceptible, acaba formando parte del patrón del sistema geométrico
percibido, donde el punto de equilibrio del que emerge la Belleza y el
consiguiente placer es codependiente y retroalimentado por las
necesidades de cubrir las carencias bidireccionales del perceptible y
lo percibido. Lo cual explica el sentido de Belleza y placer
socialmente anómalos en comportamientos de disfunción
psicoemocional e incluso patológicas. Pues, al final, el hombre no
es más que un punto espacio-temporal interrelacionado con otros
puntos espacio-temporales dentro de un sistema de patrones
geométricos de la Vida misma en continuo movimiento, cambio y
transformación.
Pero volviendo al mundo
de las personas en plena y sana facultad de sus capacidades
cognitivas, diremos que una persona a la que le gusta el placer busca
la Belleza en la Vida, y a quien le gusta la Belleza persigue el
placer en la Vida (cada cual a su justa medida), y que ambas
consiguen su objetivo mediante la percepción del equilibrio en un
mundo de contrastes geométricos (pues hasta el aroma o el sonido es
geometría manifestada de la Vida).
Y tras esta breve
reflexión sobre la Belleza, me vuelvo a sumergir en el deleite del
placer sensitivo de un magnífico plato del menú degustación de los
chefs Torres, en la burbuja dimensional de su restaurante Cocina Hermanos Torres, con la inmejorable compañía de mi bella
intelectual, emocional y física mujer Teresa.
Gracias, amor, por
compartir la Belleza de la Vida con este filósofo efímero.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano