Cierto es que hay
pensamientos que podemos desechar de nuestra mente para que no
produzcan ningún tipo de influjo en nuestras vidas. De hecho, los
pensamientos pueden substituirse a voluntad, pero lo que no podemos
es eliminarlos, pues una vez que el pensamiento se ha manifestado no
puede dejar de existir. Y si no podemos eliminar los pensamientos, ¿a
dónde van aquellos que desechamos en beneficio de otros nuevos?.
Ante este dilema tenemos cuatro opciones posibles (pongámosle un
poco de imaginación):
1.-Los pensamientos
desechados van a parar a un mundo intermedio de las ideas donde vagan
hasta consumirse por inanición.
2.-Los pensamientos
desechados se centripitan hacia un nodo concentrador de energía en
nuestra dimensión que, alcanzada la masa crítica necesaria, dan
forma a un ser inanimado e independiente que se proyecta sobre el
mundo de las sombras humanas.
3.-Los pensamientos
desechados acaban almacenados en el interior de una caja estanca de
naturaleza invisible, en una dimensión paralela, de donde no pueden
volver a salir.
4.-Los pensamientos
desechados, por ser una manifestación de la energía, se transforman
en otro tipo de energía (pues la energía ni se crea ni se destruye,
solo se transforma) que tiene un impacto directo en nuestra realidad.
De los diferentes
escenarios posibles (entre otros muchos imaginables), fantasías a
parte, considero que la opción cuarta es la que más se ajusta a
nuestra realidad. Así pues, si los pensamientos desechados, que son
energía, se transforman en otra fuerza de acción que como tal tiene
capacidad de obrar, surgir, transformar o poner en movimiento -en la
justa medida de su escala-, ¿dónde van a parar o en qué se
convierten los pensamientos desechables?. En este punto solo podemos
encontrar respuesta echando mano del efecto mariposa propia de la
teoría del caos, el cual nos dice que si en un sistema se produce
una pequeña perturbación inicial, como pueda ser un pensamiento que
desechamos, mediante un proceso de amplificación, éste podrá
generar un efecto considerablemente mayor a corto o medio plazo, al
igual que las ondas expansivas generadas por una piedra lanzada sobre
las aguas de un lago.
Si bien la física de
sistemas complejos y dinámicos como es la propia Vida nos ayuda a
entender el principio de causalidad, en el que por pequeñas que sean
las causas iniciales éstas pueden comportar grandes efectos futuros
diferentes entre sí y respecto a su causa originaria que per se
son impredecibles a largo plazo (toda causa tiene un efecto
multiplicador en un contexto interrelacionado e impermanente), lo
relevante de la presente reflexión es evidenciar que los
pensamientos desechables -actividad propia de la naturaleza humana-
tienen de facto algún tipo de incidencia más o menos
destacable en nuestra realidad percibida.
Frente a la pregunta de
¿a dónde van los pensamientos que desechamos?, la respuesta no
puede ser otra que: a transformar nuestra realidad que, por ser
humana, es pensante. Es por ello que debemos ser conscientes del
hecho que cuando una persona como individuo desecha un pensamiento,
éste puede aumentar a escala social en cualquier parte del planeta,
a corto o medio plazo, hasta alcanzar el punto de inflexión
suficiente para generar un movimiento colectivo en uno u otro sentido
que transforme el concepto que tenemos actualmente de sociedad. El
juicio de valor sobre la positividad o negatividad de dicho efecto
para el conjunto de la sociedad ya irá a cargo del nivel de madurez
y entendimiento de cada tiempo presente o futuro que lo estudie.
Siendo sabedores que la humanidad avanza -lo cual no es sinónimo de
evolución-, por la transformación continua de pensamientos
desechables que periódicamente remueven y redefinen los equilibrios
de los statu quo de las sociedades.
¿Dónde van los
pensamientos que desechamos?: A cambiar el mundo, comenzando por
nosotros mismos. Y ante este principio natural de la existencia
humana solo espero, aunque peque de iluso, que tengamos la luz de la
Razón suficiente para no desechar aquellos pensamientos que más nos
convienen por su alta carga de beneficio social. Aunque viendo los
tiempos que corren, faltos vamos de lucidez racional. Tempus
narrabo!
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano