¿Qué magia tiene la
música que es capaz de hechizarnos? Entrar en conexión con la
música es sumergirnos en el interior de una burbuja insonorizada en
el que la vida, en una dimensión atemporal, toma un nuevo sentido a
espaldas de la realidad. Donde todo es posible y los sueños más
íntimos, sin saber que estaban encarcelados, son liberados. El mundo
desaparece, el mundo ha desaparecido. Y en su lugar solo queda la
esencia de uno mismo transfigurado en un lenguaje sonoro de armonías,
melodías y ritmos. ¿A caso nuestra substancia, como seres que
formamos parte del cosmos, es la música?. Si es así, entonces
nuestra forma es de matemáticas, donde tiene cabida la geometría,
la física y la química que describen la lógica de nuestra
manifestación orgánica corporal.
Pero, ¿qué fue
primero, la música o las matemáticas?. Aunque en nuestra realidad
la música se construya a partir de las matemáticas, para regocijo
de Pitágoras donde los cd's son la máxima expresión de su
filosofía, y asimismo para la física cúantica la respuesta sean
ambas opciones a la vez (como respuesta a la paradoja del huevo y la
gallina, por el principio del orden causal indefinido), es la música
la que no solo transforma el mundo de las formas, sino que nos
permite acceder a un conocimiento metafísico -como bien decía
Schopenhauer-, pues su fuente de creación se inspira más allá del
umbral de los números y su relación aritmética. Nadie piensa en
matemáticas cuando genera música, aunque la manifieste
matemáticamente a posteriori como paso de tránsito necesario entre
el mundo de las ideas musicales al mundo de la forma musical, para
disfrute de todos.
Entrar en conexión con
la música es sumergirnos en una burbuja, en cuyo interior se produce
un estado de trance, donde lo abstracto se hace cognoscible diluyendo
la mirilla cartesiana de la realidad conocida. Una burbuja catártica
que surge, nos envuelve y absorbe desde nuestros sentidos,
permitiendo que la música reajuste el ritmo de vibración de
nuestras propias células, transformando -aunque sea temporalmente-
la estructura de nuestra efímera biología humana. Y en esa
metamorfosis fisiológica nos permite reconectar con la fuente de
energía del universo: la vida misma. Una experiencia adictiva por
transcendente tan embriagadora como deslumbrante, donde la
racionalidad queda relegada a un espacio estanco y desconexo por
innecesaria, pues el arjé de la vida solo se percibe a través
del desbloqueo de las emociones. Sí, la música nos conecta con la
esencia de la vida misma. Es por ello que hay personas que viven la
vida, y el sentido de la misma, a través de la música las 24 horas
del día (en un claro escape de una realidad ficticia). Y entre
ellos, y con más fuerza si cabe, los adolescentes cuya chispa vital
orgánica se alinea con la arrolladora fuerza creadora de la
existencia manifestada en la cotidianidad del mundanal ruido.
La observación de la
manifestación formal de la música, así como su intelectualización,
nos alejan tanto de su fuente de origen, como de su experiencia
mística y de acceso al conocimiento metafísico, en un mundo
profundamente mental y, por extensión, racional. Y es justamente
desde la racionalidad que no hay posibilidad de generar el flujo
mágico de la burbuja atemporal, como acto creativo de combustión
espontánea, que nos conecte con la música; pues para ello debemos
abandonar nuestro espíritu a la dimensión de las emociones, y todo
abandono es antagónico al control propio de la naturaleza del
raciocinio. He aquí la causa de la desconexión progresiva de los
hombres, a medida que con la edad se productivizan, con la música
como substancia de la vida en un mundo ontológicamente racional.
¿Que cuál es la magia
de la música que es capaz de hechizarnos?. Sencillo: la magia de la
propia vida. Pues la vida es música, y la música (aunque ya no
podamos percibirla), vida es. Una fuerza ancestral anterior al
génesis del propio cosmos. Y la música se hizo carne, y la carne
que creó el verbo percibió la poesía matemática de la creación.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano