El viejo maestro
Aristóteles, en su obra de Metafisica, distinguía tres aspectos de
la potencia: como fuente de cambio, como capacidad de la ejecución,
y como estado en virtud del cual las cosas son en si mismas
inmutables (la cual descarto entrar de antemano). Dejando de lado,
asimismo, la potencia como fuente de cambio, -no me interesa en estos
momentos ni su variedad según sus diferentes acciones (activas,
receptivas, remotas, etc), ni el origen de sus fuentes (por facultad
natural, de autoridad por derecho, etc)-, que dio mucho juego a los
empiristas Hobbes y Locke que rompieron radicalmente con la
metafísica clásica y, por tanto, repudiaron de su filosofía
cualquier idea de trascendencia o de verdad eterna, me centraré en
esta breve reflexión en la potencia como capacidad de ejecución.
Sin intención de llegar
al reductio ad absurdum del también empirista Hume que
intentó demostrar que la potencia como facultad de efectuar o
recibir un cambio es una ilusión, rápidamente refutado por los
primeros destellos del positivismo y la psicología experimental, me
interesa la impotencia -entendida como incapacidad- como una
diferencia de grado de la potencia. O, en otras palabras, ¿por qué
la fuerza de cambio de la potencia puede transformarse en
impotencia?.
Si existe alguna palabra
que define la capacidad ejecutiva de la potencia que me agrada
particularmente es, justamente, el vocablo griego dynamis,
concepto que utilizó el propio Aristóteles para referirse a la
capacidad activa de una cosa de pasar a un estado distinto, de
transformarse en algo nuevo. Pues la impotencia no encuentra su clave
de descifrado (manifestación) en la potencia como fuente de cambio,
sino en la ejecución de su dynamis. Ya que es en el proceso
de desarrollo de la dynamis en que la potencia puede llegarse
a transmutar en su grado opuesto como impotencia.
Si la impotencia es la
falta de fuerza necesaria para efectuar o recibir un cambio, dicha
carencia de facultad ¿se haya implícita en la potencia como fuente
de cambio o en el dynamis como capacidad de ejecución?. La
respuesta, como es obvia, es doble: la impotencia (que se manifiesta
en la dynamis) puede estar subyacente en la propia potencia,
lo que por extrapolación contagia a su propia dynamis
condenándola al fracaso;
o puede surgir en el proceso de la propia dynamis con
independencia de la fuerza de cambio necesaria y suficiente de la
potencia. De ambos casos se deducen dos premisas: uno, que
existe una potencia de fuerza de cambio mayor que tiene la capacidad
de resistir al intento de efectuar o recibir un cambio por parte de
otra potencia; y dos, que o bien la potencia no ha verificado
adecuadamente su capacidad de fuerza de cambio, o bien no ha
analizado correctamente la efectividad de la capacidad ejecutiva de
la potencia en su proceso de dynamis. En todo caso, toda
potencia, con su dynamis incluida, está sujeta a unos
parámetros de interrelación con otras fuerzas de cambio potenciales
que la condicionan. La acción de limitación que ejerce este entorno
interrelacionado de potencialidad sobre una potencia en concreto
genera los estados de impotencia.
En un universo a escala
-creemos que prácticamente infinito (al menos para nuestro
entendimiento)-, siempre nos encontraremos con una potencia mayor y
menor a otra, en un juego de parámetros de referencias.Y en un
entorno donde las fuerzas de cambio se hayan interrelacionadas en una
red vital, existencial y cósmica en continuo cambio y
transformación, las distorsiones en la capacidad ejecutiva del
dynamis representa un valor tan indeterminable como constante.
Por lo que la impotencia deviene en un principio natural en la lógica
de la relación entre potencialidades.
Si la vida es un flujo en
continuo cambio, las potencias no son más que unidades esenciales de
esa fuerza de cambio vital, donde la impotencia reorganiza
constantemente y por decantación la relación de poder entre las
diversas potencias y, por ende, reestructura continuamente el
diagrama que dibuja nuestro universo. Por lo que en este mundo, la
Razón, la Verdad, la Justicia o la Autoridad Moral no tienen efecto
alguno si no cuentan con la fuerza necesaria, como potencias, para
ejecutar de manera efectiva el dynamis que provoque el cambio
que buscan. En caso contrario, solo queda la impotencia como grado de
refugio de las potencias débiles. La vida, objetivamente, es un
continuo enfrentamiento entre potencias de intensidades diferentes.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano