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Alegoría de la Alquimia. Catedral de Notre-Dame de París |
En los tiempos de los
alquimistas, donde todo era posible magia mediante, existía el
conocimiento de una vieja fórmula hermética que señala la fase de
separación y disolución de la materia: el opus nigrum. Pero
los alquimistas, a parte de ser filósofos de la ciencia que
combinaban elementos como la química, la metalurgia, la física, la
medicina, la astrología, la semiótica, o el arte, contaban con una
gran carga mística convirtiendo la alquimia en un verdadero camino
de aprendizaje espiritual. Es por ello que cuando los antiguos
alquimistas se referían al opus nigrum de transformar el
plomo en oro, en realidad no era más que una metáfora (propia de
las escuelas herméticas) del duro proceso de alumbrar nuestras
sombras interiores.
Nuestras sombras
interiores no solo distorsionan la percepción del entorno, como el
juego de sombras que crea imágenes irreales en la intimidad de una
habitación en la semioscuridad de la noche, sino que también
distorsionan la percepción íntima y personal sobre nosotros mismos
frente al mundo haciéndonos presentar bajo apariencias faltas de
autenticidad. Lo cual significa que el determinismo de nuestras
sombras interiores no nos permiten ver ni la realidad del entorno ni
la veracidad de nosotros mismos, así como el determinismo de las
sombras interiores de los demás tampoco pueden ni ver la realidad
del entorno ni la realidad de mi persona como sujeto observado. ¡Ves
a saber lo que realmente ven de nosotros cuando los otros nos
miran!. Con toda probabilidad, como la lámpara de la mesita de noche
que bajo un ángulo concreto de observación aparenta un dinosaurio
en la proyección de su sombra nocturna sobre la pared, lo que ven
los demás respecto a nosotros no tiene nada que ver con aquello que
realmente somos.
La naturaleza de nuestras
sombras interiores, que determinan la percepción que tenemos sobre
nosotros mismos (y que por tanto proyectamos) y la de nuestra
realidad más inmediata, es variada hasta el punto de poder contar
-en algunos casos- con registros patológicos. Pero no hay duda que
la raíz primera y común, a partir del cual se desarrolla nuestra
arboleda propia de sombras, es de origen familiar. Tanto es así que
la mayoría de nuestras sombras son heredadas por parte de
antepasados, que incluso no hemos llegado a conocer, a través de la
memoria genética que se trasmite generación tras generación dentro
de un mismo árbol familiar. Pues los genes no solo transmiten
información biológica, sino también cargas emocionales no
resueltas que nos condicionan la llegada al mundo con una hipoteca
psicológica pendiente de saldar. Es por ello que el proceso
alquímico del opus nigrum, de iluminar nuestras sombras
interiores, no solo nos permite liberarnos de condicionantes
limitadores respecto a nuestra percepción y consecuente actuación
con nosotros mismos y frente al mundo, que no es ni más ni menos que
sanar nuestra historia personal, sino que nos permite asimismo sanar
el árbol familiar del cual procedemos. Pues el uno depende
íntimamente del otro y viceversa.
La única manera que
tiene de proceder la magia del opus nigrum es, ya no
enfrentándonos o abrazando nuestras sombras (pues tan inútil es
luchar contra una sombra incorpórea como perjudicial identificarse
emocionalmente con la misma), sino siguiéndolas como el hilo de
Ariadna en el laberinto del Minotauro, tanto para llegar al
conocimiento de su origen como para poder hacer el camino de regreso
a la inversa. Todo un viaje iniciático de la verdadera alquimia
personal.
Pero, ¿cómo llegar al
conocimiento de la razón originaria de una sombra propia heredada de
un antepasado a cuya vida no podemos acceder? Y, ¿cómo identificar
al antepasado? ¿La sombra ancestral familiar fue originada por
nuestro abuelo, nuestra abuela, sus padres,...? Y, ¿qué les
sucedió? Ese es el misterio de la alquimia, de las experiencias
iniciáticas, y del propio opus nigrum. Todo resultaría más
fácil si conociésemos el origen y la causa que debiéramos iluminar
(resolver) en nuestro interior. Mientras tanto, la sombra interior se
erige como un muro personal infranqueable que nos impide
autorealizarnos en algún aspecto de la vida que seguro es importante
para nuestra existencia individual.
Cada tiempo tiene sus
recursos, y cada persona su llave de desbloqueo personalizada. El
opus nigrum solo nos indica el camino. Como dijo Goethe en su
lecho de muerte: !Luz, más luz!. Aunque lo inteligente -que no sé
si accesible para todos- es poder llegar a iluminar nuestras sombras
interiores en la plenitud de la vida.
Puck: “Si
nosotros, vanas sombras, te hemos ofendido /
piensa nada más
ésto, y todo estará bien: /
que te has quedado aquí durmiendo
/
mientras han aparecido esas visiones.”
(Sueño
de una noche de verano. Quinto acto/segunda
escena. W. Shakespeare)
Que la luz ilumine mis
sombras interiores en el sueño de esta calurosa noche de verano, al
menos, para poder vivir una vida lo más dignamente posible más allá
de mis propias limitaciones, Y si no alcanzo el opus nigrum,
que nadie me despierte de este sueño regalado. Fiat Lux!
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano