He aquí que hay ocho
puertas en la vida. Cada una de las puertas da acceso a un modelo de
existencia diferente: 1) tranquila, aburrida y feliz; 2) tranquila,
divertida e infeliz; 3) tranquila, aburrida e infeliz; 4) tranquila,
divertida y feliz; 5) intranquila, aburrida y feliz; 6) intranquila,
divertida e infeliz; 7) intranquila, aburrida e infeliz; y, 8)
intranquila, divertida y feliz. Entendiendo la
tranquilidad/intranquilidad como un grado de sentimiento respecto al
nivel de confort de bienestar de vida personal (bienes materiales),
el estado de aburrimiento/diversión como un grado de sentimiento
respecto al nivel de actividad personal, profesional y social
experimentada; y la felicidad/infelicidad como un grado de
sentimiento respecto al nivel de percepción de alegría con uno
mismo y su entorno ambiental.
Frente a las cuatro
puertas, una persona -en la dulce y temprana edad de tomar su primera
decisión como adulto con plena potestad sobre su libre albedrío-
debe elegir entrar en una de ellas siendo consciente que la decisión
que tome determinará el rumbo de su vida a rasgos generales,
sabiendo que toda persona cambia de prioridades a lo largo de su
propia vida, y que no podrá cambiar de decisión a posteriori. ¿Cuál
de las puertas elegirías tú?.
Está claro que la
respuesta diferirá no solo dependiendo de la personalidad de cada
cual, sino de su visión particular de qué es la vida (influenciada
por el entorno cultural) y, sobre todo, por su experiencia. Pues no
es lo mismo la respuesta que puede ofrecer un joven recién salido
del cascarón familiar, que una persona madura con diversas
experiencias a sus espaldas. El espectro de referencias a valorar
condiciona el resultado.
Pero la vida nunca es
estática, sino que siempre se encuentra en un continuo flujo de
cambio y transformación. Así pues, si bien la persona no puede
cambiar la decisión inicialmente tomada -siguiendo con este
entretenimiento hipotético-, las puertas sí que tienen la capacidad
de moverse a capricho y sin aviso previo como en el juego ilusionista
del vaso y la bolita (el trile), haciéndonos experimentar la vida
propia de otra puerta diferente a la seleccionada a antojo. En este
caso, ¿en qué puerta te gustaría estar?. La respuesta, como es
obvia, solo es apta para iniciados e experimentados en elecciones de
vida. (Aunque ojo, hay trampa: Elegir una puerta deseada conlleva
enfrentarse a la definición de la puerta en la que uno se encuentra,
lo cual a veces no resulta agradable).
Con independencia de la
estancia en la que nos hallemos, cabe destacar que el movimiento tan
inherente como indeterminable de las puertas no es inocuo, sino que
en cada traslación de las mismas se produce un efecto de pérdida
en alguno de los estados de tranquilidad/intranquilidad,
aburrimiento/diversión, y felicidad/infelicidad. Un proceso de
pérdida que produce un sentimiento de ausencia en nuestras vidas.
Una ausencia que unas veces podemos suplirlo con algo nuevo, y otras
no. En el caso del fenómeno de la ausencia que no se puede suplir,
es curioso como, en la mayoría de los casos y con diferente
intensidad en cada persona, el movimiento de traslación de las
puertas entre sí activa un inicio de borrado de nuestra cinta de
memoria individual, haciendo de la ausencia algo prácticamente
inexistente y, por tanto, no añorable hasta el punto de poder
continuar con cierta normalidad con la cotidianidad de nuestras
vidas. Como canta el refranero, el tiempo todo lo cura, o mejor
dicho, todo lo borra (prácticamente). De ahí que las personas que
hemos vivido muchas y diversas experiencias percibamos el pasado no
ya como un tiempo anterior, sino verdaderamente como otras
encarnaciones pasadas.
Aunque lo relevante del
juego de las puertas no es tanto el efecto secundario que tienen
sobre el efecto de la ausencia, sino su movimiento propiamente dicho.
Ya que, ¿son las puertas las que se mueven aleatoriamente?, o ¿su
movimiento manifestado en múltiples secuencias combinatorias
posibles es el resultado de un ajuste o desajuste interior entre
nuestra naturaleza como individuos y las características naturales
de cada puerta? Al igual que sucede con un engranaje que busca, en un
tasteo continuo y periódico, el ajuste adecuado de sus piezas.
Seguramente se trata de las dos posibilidades a la vez. Ya que
pretender afirmar que las puertas de la vida se mueven solas sin
nuestra intervención (consciente o inconsciente) resulta tan
ridículo como afirmar que solo con nuestra intencionalidad (activa o
pasiva) se genera el movimiento de las mismas. La interconexión es
evidente.
He aquí pues el gran
misterio y enseñanza de la vida: la alineación de la naturaleza de
la puerta como modelo de vida deseado con nuestra propia naturaleza
como individuos, requiere previamente de un trabajo personal de
alineación con nosotros mismos. Pues no es posible ajustar un mundo
exterior anhelado con la realidad de nuestro mundo interior, cuando
éste está desajustado por volátil y, en muchos casos, por
incoherente. Podremos optar por la elección de una de las ocho
puertas, pero si no estamos preparados para afianzarla (mental y
emocionalmente), las puertas iniciarán el movimiento de traslación
forzando la combinación en busca de la que mejor nos encaje, acorde
al grado de madurez de nuestra naturaleza en el preciso momento de la
vida en el que nos encontramos. Mal nos pese, nuestro mundo exterior
es un reflejo de nuestro mundo interior, condicionado además por las
diversas secuencias combinatorias de puertas por las que hemos
transitado. Como en un laberinto efímero de humo, a cada puerta
abierta se desvanece la puerta anteriormente cerrada, sin que podamos
deshacer nuestros pasos. Por lo que solo nos queda continuar adelante
confiando en nuestro ápice de lucidez, que se adquiere con la
experiencia, y entregados a los designios de la Fortuna a la espera
de poder ya no solo entrar, sino perdurar, en el interior de la
puerta deseada.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano