Hace escasamente unos
días salía a la opinión pública los resultados de un estudio científico del Centro de Investigación Económica Ragnar Frisch de
Noruega que ponía en relieve que la inteligencia humana está en
declive, hasta el punto de afirmar que las personas nacidas a partir
de 1975 son cada vez menos inteligentes. El estudio concluye que la
causa de disminución del cociente intelectual se debe a factores
ambientales y no genéticos, debido principalmente al estilo de vida,
los cambios en el sistema educativo, el poco hábito de lectura, la
mayor dedicación a internet, redes sociales y videojuegos, entre
otros. No obstante, el propio estudio acaba reconociendo la hipótesis
que, quizás, no es un problema de menor inteligencia entre los
jóvenes sino de un cambio de definición de la misma en plena era
digital.
Lo cierto es que los test
de coeficiente intelectual (CI) son muy limitados, ya que se basan
tan solo sobre dos de los ocho tipos de inteligencias múltiples que
tenemos los seres humanos, y más específicamente en las
inteligencias Lógico-Matemática y Lingüística (Un tema que
desarrollo en mayor profundidad en la Fórmula de la Gestión de las Inteligencias Múltiples, que recojo y amplío tanto en el Manual de Gestión del Talento para Empresas, como en el Tratado de Habilidología con su versión web en TalentAbility). No obstante,
aun tomando como referencia del estudio los parámetros métricos del
CI, está claro que la falta de hábito general de lectura afecta al
índice de la Inteligencia Lingüística, y que la afectación en los
resultados de evaluación de la Inteligencia Lógico-Matemática
debemos encontrarlos en el cambio de modelo educativo occidental, el
cual es un claro reflejo de una constante adaptación a los retos
cambiantes del mercado laboral. Así pues, si las necesidades
sociales cambian, obviamente cambian asimismo los tipos de
inteligencias que las personas desarrollan, ergo debemos
replantear el modelo de medición de la inteligencia humana en pleno
siglo XXI. Tanto es así, que en un mundo donde la gamificación se
ha convertido en un método pedagógico y de ocio prevalente (uso de
los juegos como modelo de aprendizaje, entre ellos los videojuegos),
las inteligencias Espacial y Corporal destacarán, por ejemplo, en
detrimento de la Inteligencia Lingüística.
Es por ello que la clave
a la hora de poder redefinir y actualizar la unidad de medida del
concepto de inteligencia no es otro que el contexto social donde se
desarrolla: un entorno altamente tecnológico, en el que la dimensión
que abarca la Inteligencia Lógico-Matemática ha quedado ciertamente
obsoleta. Tanto es así que, personalmente, considero que la misma
lista de las ocho inteligencias múltiples creada por el profesor de
Harvard Howard Gardner hace ya casi cuatro décadas (en otra época
industrial) ha quedado limitada, pues a su brillante propuesta debe
sumarse un nuevo tipo de inteligencia acorde a la actual cuarta era
de la revolución industrial: la Inteligencia Computacional.
Hoy en día no podemos
entender el fenómeno social de la innovación en un entorno digital,
fuertemente impulsado desde la energía creadora de las nuevas
generaciones (gérmen de la explosión social de las start-ups en un
mercado altamente competitivo), sin la concepción de la Inteligencia
Computacional, que no solo combina diversos tipos de inteligencias
múltiples, sino que incluso redefine la antigua versión de la
Inteligencia Lógico-Matemática adecuándola a los nuevos retos de
la humanidad contemporánea, en el que el ser humano ya no evoluciona bajo parámetros genéticos sino culturales a través de la gestión del conocimiento.
Sobre la Inteligencia
Computacional ya profundicé lo necesario en la Fórmula del Pensamiento Computacional, también recogida y ampliada en las
referencias anteriormente citadas, por lo que solo apuntaré en esta
breve reflexión que viene definida por vectores como el pensamiento
crítico, la descomposición, el reconocimiento de patrones, la
abstracción y el uso de algoritmos (forma ordenada y sistemática
para descomponer y resolver un problema). Por lo que si por algo se
caracterizan nuestros jóvenes, educados en un sistema de
construcción de la realidad donde prima el pensamiento computacional
sobre base tecnológicadigital -aunque ellos mismos no sean
conscientes de ello-, es que son personas lógicas y prácticas que
se revelan ante cualquier decisión impuesta que no entiendan. Si
bien, cabe apuntar, a modo deductivo sobre la observación social del
desarrollo de la Inteligencia Computacional que ésta viene
precedida, en una era profundamente digital y a temprana edad, por lo
que denomino la Inteligencia Intuitiva-Compulsiva. O, dicho en otras
palabras: los jóvenes del siglo XXI primero desarrollan la
Inteligencia Intuitiva-Compulsiva sobre la que, a medida que
evolucionan como personas, pasan a desarrollar la Inteligencia
Computacional de manera natural.
Sea como fuere, lo que
resulta evidente es que no podemos categorizar que el ser humano sea
menos inteligente que sus antecesores, sino que hemos cambiado el
modelo de inteligencia. Y ya sabemos que, frente a retos nuevos,
debemos buscar métodos de resolución nuevos. Entre ellos, el de
medir la inteligencia de un ser humano diferente en un mundo
diferente.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano