Por primera vez en la
historia de la humanidad, desde el año 2014, más de la mitad de la
población de todo el planeta (54%) se concentra en las ciudades, las
cuales a su vez producen más del 80% del PIB mundial, habiendo
ciudades como Tokio o New York cuyo PIB supera al de países enteros
como España o Canadá. Si a ello le sumamos la inminente
transformación profunda que se va a producir en el mundo rural a
favor de los avanzadísimos desarrollos en comida producida
tecnológicamente en las ciudades, a través de las nuevas ciencias
de la bioimpesión (alimentos personalizados por ordenadores), las
computadoras de alimentos (ordenadores que “cultivan alimentos”),
y la carne “limpia” o in vitro (carne que crece en laboratorios a
partir de células animales, sin necesidad de sacrificar seres vivos)
-cuyo objetivo es substituir a la industria cárnica: el mayor
contribuyente del mundo en emisiones de dióxido de carbono,
desforestación y consumo masivo de agua-, nos da como resultado una
combinación de factores que nos obliga plantearnos una pregunta
triple: ¿qué papel futuro van a jugar los Estados respecto a las
grandes ciudades?, ¿cuál va a ser el rol del mundo rural en el
nuevo horizonte?, y ¿qué materia prima va ha fundamentar el
desarrollo económico en esta nueva historia de la humanidad?.
La nueva Era de las
Ciudades-Estado
Lo que parece
indiscutible, según todos los indicadores económicos globales, es
que hemos entrado en una era donde la humanidad se vertebra -desde
una perspectiva de desarrollo evolutivo como especie- a través de
las grandes ciudades del planeta, rememorando las antiguas
ciudades-estado de la Grecia Clásica, cuna de la civilización
occidental. Pero, en este papel protagonista de las ciudades como
dinamizadores de nuestra evolución, ¿cuál es el futuro previsible
de los Estados mismos y del denominado mundo rural?.
En la acutalidad nos
encontramos con la paradoja de la existencia de un organismo mundial
que agrupa a los países con mayor peso económico del mundo conocido
como el G7, que en teoría determina las directrices para el
funcionamiento del conjunto del planeta, en el cual se encuentra por
ejemplo Canadá, y en cambio Tokio (con mayor PIB, como ya hemos
apuntado) no es miembro por ser una ciudad. Aunque todos sabemos, a
estas alturas, que el G7 está obsoleto y debe ser reestructurado,
pues entre sus miembros tampoco se encuentra China como Estado, la
inminente primera potencia económica a nivel mundial, con ciudades
tan importantes como Shangai y Beijing cuyo PIB conjunto también
supera por goleada al PIB de países como Canadá o de España (la
cuarta potencia de la UE), y cuya población supera asimismo a la
suma de habitantes de los países miembros de la UE y EEUU juntos.
Pero una cosa es el
desarrollo económico y otro muy diferente el desarrollo político de
identidades colectivas con historia cultural propia, por lo que es
previsible que los Estados, si bien van a tener que adecuarse al
papel relevante de las denominadas Ciudades-Estado a partir de este
siglo XXI, no van a desaparecer. Pues si bien la economía transforma
el mundo, la política lo organiza, y no existe política -aun en un
mundo global- sin reafirmación de una identidad cultural singular.
Por otro lado, no hay que obviar que la existencia de las grandes
ciudades no puede concebirse sin el amparo y fomento del Estado al
que pertenecen. Ya que el todo es mayor que la suma sus partes, como
bien decía Aristóteles.
El
mundo rural: ¿una futura reserva natural para los animales de
granja?
Otro escenario muy
diferente se presenta para el mundo rural, cuya desertización
poblacional y devaluación económica va ha obligarlo a redefinir su
papel social y de participación productiva en el mundo. Quizás el
principio de respecto por el medio natural (paisaje y conjunto de
seres vivos) encuentre su máxima expresión en el mundo rural del
futuro, convirtiéndose éste en un espacio de protección de la
naturaleza en convivencia armónica con el desarrollo tecnológico de
un ser humano evolucionado en su tecnológico hábitat urbano. En
otras palabras, de igual manera que existen en la actualidad reservas
naturales para animales salvajes, no resulta descabellado imaginar
reservas naturales, en lo que hoy conocemos como mundo rural, para
animales actualmente de granja frente a la revolución que va a
suponer para el conjunto de la sociedad de consumo la comida
producida tecnológicamente (es decir, exenta de sacrificios
animales). Lo que convertiría al mundo rural, en el sentido más
amplio del concepto y de su previsible proyección de futuro, de ser
un sector económico primario a ser un sector económico terciario o
de servicios, y más concretamente del subsector ocio, cultura y/o
turismo. (Mundo rural de extracción de recursos naturales a parte).
El talento, la materia
prima de la actual revolución industrial
Y en todo este escenario,
propio de una cuarta era industrial emergente y aun por desarrollar,
¿cuál es la materia prima (independientemente a las fuentes de
energía y maquinarias correspondientes) que sustenta el nuevo
desarrollo económico?. Si bien todos sabemos que el carbón y el
petroleo fueron las materias primas de la primera revolución
industrial (1760-1830), las materias químicas como el plástico y
los tejidos sintéticos representaron las materias primas de la
segunda revolución industrial (1870-1914), y materias fruto de la
innovación, más ligeras y resistentes como la fibra óptica, la
fibra de vidrio, nuevas cerámicas, etc, fueron las materias primas
de la tercera revolución industrial (1945-2011), la materia prima
del actual modelo de desarrollo económico de la sociedad global
-fundamentada en la gestión del conocimiento- no es otro que el
talento. Pues no existe economía productiva moderna sin
competitividad, ni competitividad sin valor añadido (innovación) en
productos y servicios, ni innovación sin la mediación del talento.
Es por ello que podemos
afirmar, a modo de conclusión en esta breve reflexión, que la
humanidad está evolucionando como especie gracias a la fuerza
dinamizadora de las nuevas Ciudades-Estado de claro perfil
tecnológico, las cuales requieren como materia prima el talento para
su desarrollo, que adquieren bien generándolo, bien atraiéndolo
(pues el talento se desplaza allí donde existan ecosistemas
propicios), con claras y decididas políticas activas a favor de la
innovación. Para el resto de ciudades y estados que no se alineen
con esta tendencia quedarán relegados como zonas subdesarrolladas
del planeta. Más que tiempo al tiempo, en un mundo en un acelerado
cambio y transformación continuo: tempus fugit!
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano