En estos tiempos de
cambios sociales convulsos, a la hora de establecer un orden en las
necesidades humanas acudimos -por defecto del sistema educativo- a la
jerarquía piramidal de necesidades creada por el psicólogo
humanista norteamericano Abraham Maslow en su obra “Una teoría
sobre la motivación humana” de 1943. La famosa Pirámide de
Maslow establece, como es bien conocido por todos, cinco grandes
niveles de necesidades que el ser humano cubre en su experiencia
vital personal de manera secuencialmente cronológica: necesidades
básicas, seguridad, afiliación, reconocimiento, y autorrealización.
Una teoría que no solo ha establecido cátedra en el mundo de la
sociología y la gestión empresarial de los recursos humanos, sino
que incluso se concibe como un credo irrefutable. No obstante, 75
años de historia después de su concepción, desde la observación
de una era industrial diferente e incluso desde la vivencia
pragmática de un siglo diferente sobresaturado de nuevos retos,
¿podemos considerar como válida la jerarquía de necesidades
humanas establecidas por Maslow?. Personalmente considero que no.
En la actualidad existe
un supuesto sociológico que no solo no cumple con la estructura de
jerarquización de la Pirámide de Maslow, sino que incluso la
invierte y la reordena, me refiero a la tendencia de cobertura de
necesidades humanas priorizado por el colectivo social afectado por
la crisis económica que vivimos. Una época de crisis económica
que,por otro lado, cabe recordar que perdura desde hace más de una
década en el mundo occidental. La diferencia sustancial de dicho
colectivo afectado por una cansina larga crisis (más incisiva en
unos sectores más vulnerables socialmente que en otros) respecto al
modelo de comportamiento esstablecido por Maslow es que, en vez de
procurarse la cobertura de las necesidades básicas como primer nivel
de necesidad jerárquico, buscamos la autorealización personal como
prioridad vital.
Una de las razones de la
inversión de la pirámide radica justamente en causas histórico
económicas y sociales. Si bien Maslow concibe su teoría en 1943, en
plena segunda guerra mundial, en un contexto caracterizado por la
práctica inexistencia de derechos sociales para los ciudadanos más
desfavorecidos, en la actualidad gozamos de las prestaciones
universales propias de un Estado de Bienestar Social cuyo modelo de
organización política nace en Europa tras la segunda guerra
mundial. Ello significa que el nivel de desprotección social de los
colectivos más vulnerables en situación de crisis económica no es
comparable con otras épocas de la humanidad (aunque sea a costa de
las prestaciones públicas por pensiones de los más mayores), hecho
que se ve reforzado emocionalmente con la percepción colectiva de
abundancia de oferta de productos y servicios.
Una segunda razón en la
inversión de prioridades de la pirámide de Maslow debemos
encontrarla en el cambio de rumbo de filosofía existencial que ha
tomado la sociedad en su conjunto, bajo el determinismo directo de un
potente engranaje de economía de libre mercado que no solo ha
instaurado una sociedad de consumo impulsiva sino que ha conseguido
imponer una nueva religión de corte hedonista donde la búsqueda de
la felicidad personal es el leitmotiv de la motivación
humana. Ahora ya no es tan importante vivir a cualquier precio como
conseguir dar sentido a la vida misma en un mundo aceleradamente
impermanente.
Mientras que una tercera
razón en la transmutación de prioridades de la jerarquización de
las necesidades humanas de nuestra sociedad la encontramos en la
larga duración del periodo de crisis económica en el que vivimos,
donde los colectivos más desfavorecidos socialmente han visto como
progresivamente la brecha entre clases sociales se hacía mayor ante
la impotencia (o mejor dicho incompetencia) de las administraciones
públicas frente a los dictámenes del Mercado global, haciendo
inviable la consecución de la cobertura de los niveles de
necesidades de seguridad, afiliación y reconocimiento por la
ausencia del ejercicio del derecho del principio de oportunidad. A
mayor brecha social entre beneficiarios de prestaciones sociales (con
fecha de caducidad) y de rentas del trabajo irrisorias, respecto a
beneficiarios de renta de capital, menores oportunidades para las
clases sociales bajas (inclusive las extintas clases medias, las
cuales mantienen su orgullo de clase propia de antaño de manera
semejante a los nobles que exhiben sus títulos familiares aun
despojados de todo patrimonio).
Sí, la Pirámide de
Maslow, en el contexto social contemporáneo, se ha derrumbado por la
feroz erosión de la propia historia que no solo se reinventa a sí
misma de manera vertiginosa, sino que reinventa al mismo ser humano.
De la pirámide solo nos queda los vestigios aún en pié, aunque
invertidos, de su naturaleza polarizada: autorrealización y
necesidades básicas. Y de manera diseminada a su alrededor, y sin
más patrón que el que determina cada observador, el resto de
niveles de necesidades: seguridad, afiliación y reconocimiento. El
humanismo, en la actualidad, resiste por respiración asistida.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano