Cada vez que asisto a una
reunión de trabajo sectorial al amparo de la Administración Pública
tengo la misma sensación tras la exposición de planes, informes o
estudios realizados por parte de los técnicos correspondientes: ¡qué
manera tan infructífera de gastar recursos!, a no ser que el
objetivo final no sea otro que el de justificar el expediente por
parte de aquellos que viven del erario público. Y no es porque las
reuniones de trabajo sectoriales de corte institucional no sean
interesantes, sino porque la traslación y ejecución de sus
propuestas al conjunto de la sociedad parecen, como menos, inocentes
quimeras por la naturaleza kafkiana de la estructura misma en la que
se articula nuestro país como Estado.
Lo cierto es que en un
mundo globalizado que evoluciona a un ritmo vertiginoso, las
herramientas y métodos que utiliza una sociedad para el desarrollo
de su competitividad socio-económica deberían ser razón de Estado
(1), pues lo contrario, como acontece, se reduce a la dispersión de
energías de recursos y la incapacidad de ejecutar los planes
estratégicos clave en la compleja realidad público-privada del
tejido social. Demasiados caminos que convergen, redistribuyen y
divergen de sí mismos en un mismo bosque que hacen perder el rumbo y
desmotivan al más pintado.
La eficacia en el
desarrollo de políticas competitivas que rentabilice los múltiples
esfuerzos público-privados que genera nuestra sociedad, rica en
inquietudes y abundante en talento y propuestas innovadoras, pasa por
alinear directrices con recursos y con metodología de aplicación:
1.-Directrices:
Cohesión de organismo director
Frente a múltiples
centros de opinión y decisión existentes en un sector
socio-económico cualquiera, se requiere de un organismo director que
agrupe dicha diversidad con eficiencia y cohesione las directrices de
desarrollo para asegurar una óptima eficacia de resultados.
2-Recursos:
Concentración de recursos económicos
La búsqueda de
resultados eficaces en el desarrollo de directrices cohesionadas que
marquen la pauta evolutiva de un sector socio-económico requiere,
asimismo, de la adecuada concentración de recursos económicos que
asegure la efectividad de las políticas marcadas.
3-Metodología de
Aplicación: Control de la gestión social
Pero no hay directrices y
recursos efectivos (qué se hace y cómo se hace), sin una gestión
de control de las políticas implementadas socialmente bajo
parámetros de medidores de resultados (Dirección Por Objetivos).
Pues sin control de metas en la vida del desarrollo de las
directrices ejecutadas no hay margen para las acciones de corrección
necesarias para asegurar la consecución de los objetivos definidos.
Un claro exponente de la
alineación directrices-recursos-metodología lo encontramos en el
sistema educativo de Formación Profesional (FP) de Holanda, país
que desde hace cinco años ha pasado de 900 centros de FP a 50 en una
clara apuesta de reestructuración y revalorización de la formación
técnica de calidad, creando macro campus educativos de FP de 10.000
alumnos cada uno. Lo que le permite, entre otros factores, cohesionar
directrices en política educativa (en consenso con los agentes
socio-económicos privados), concentrar recursos económicos que
maximizan la calidad de la oferta educativa, y controlar el método
de gestión social (basado en la formación dual entre escuela y
empresa) con un alto nivel de impacto socio-económico en las zonas
de influencia de los centros de FP.
Está claro que la
alineación de los vectores directrices-recursos-metodología se basa
en el principio de la Navaja de Ockham sobre economía (búsqueda de
la simplicidad de recursos), y en el principio de economía de escala
(reducción de los costes unitarios en relación directa con el
aumento del tamaño de la inversión), principios difíciles de
aplicar en un Estado como el español con una estructura pública
profundamente cuarteada y con múltiples minifundios para cada uno de
los diversos niveles de parcelas administrativas. Hasta que no seamos
capaces de substituir (culturalmente) el principio actual de
crecimiento y engorde per se como objetivo último de la
Administración (y de sus beneficiarios) por el principio deseable de
la competitividad social, estaremos muy lejos de poder alcanzar
cualquier intento realista de alinear los factores claves para el
desarrollo de políticas eficientes (cómo), eficaces (qué) y
efectivas (cómo y qué), quedando relegados como país a los puestos
menos atractivos del ránking de competitividad mundial (2), lo que
afecta de manera directa al nivel de calidad de vida presente y
futuro de nuestros habitantes.
(1) Un claro
ejemplo de eficacia en políticas de desarrollo es China, un país
que en tan solo 30 años ha pasado de un estatus de pobreza a la
inminente primera potencial mundial económica.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano