miércoles, 30 de mayo de 2018

Urge alinear directrices-recursos-metodología para ser competitivos como país


Cada vez que asisto a una reunión de trabajo sectorial al amparo de la Administración Pública tengo la misma sensación tras la exposición de planes, informes o estudios realizados por parte de los técnicos correspondientes: ¡qué manera tan infructífera de gastar recursos!, a no ser que el objetivo final no sea otro que el de justificar el expediente por parte de aquellos que viven del erario público. Y no es porque las reuniones de trabajo sectoriales de corte institucional no sean interesantes, sino porque la traslación y ejecución de sus propuestas al conjunto de la sociedad parecen, como menos, inocentes quimeras por la naturaleza kafkiana de la estructura misma en la que se articula nuestro país como Estado.

Lo cierto es que en un mundo globalizado que evoluciona a un ritmo vertiginoso, las herramientas y métodos que utiliza una sociedad para el desarrollo de su competitividad socio-económica deberían ser razón de Estado (1), pues lo contrario, como acontece, se reduce a la dispersión de energías de recursos y la incapacidad de ejecutar los planes estratégicos clave en la compleja realidad público-privada del tejido social. Demasiados caminos que convergen, redistribuyen y divergen de sí mismos en un mismo bosque que hacen perder el rumbo y desmotivan al más pintado.

La eficacia en el desarrollo de políticas competitivas que rentabilice los múltiples esfuerzos público-privados que genera nuestra sociedad, rica en inquietudes y abundante en talento y propuestas innovadoras, pasa por alinear directrices con recursos y con metodología de aplicación:

1.-Directrices: Cohesión de organismo director
Frente a múltiples centros de opinión y decisión existentes en un sector socio-económico cualquiera, se requiere de un organismo director que agrupe dicha diversidad con eficiencia y cohesione las directrices de desarrollo para asegurar una óptima eficacia de resultados.

2-Recursos: Concentración de recursos económicos
La búsqueda de resultados eficaces en el desarrollo de directrices cohesionadas que marquen la pauta evolutiva de un sector socio-económico requiere, asimismo, de la adecuada concentración de recursos económicos que asegure la efectividad de las políticas marcadas.

3-Metodología de Aplicación: Control de la gestión social
Pero no hay directrices y recursos efectivos (qué se hace y cómo se hace), sin una gestión de control de las políticas implementadas socialmente bajo parámetros de medidores de resultados (Dirección Por Objetivos). Pues sin control de metas en la vida del desarrollo de las directrices ejecutadas no hay margen para las acciones de corrección necesarias para asegurar la consecución de los objetivos definidos.

Un claro exponente de la alineación directrices-recursos-metodología lo encontramos en el sistema educativo de Formación Profesional (FP) de Holanda, país que desde hace cinco años ha pasado de 900 centros de FP a 50 en una clara apuesta de reestructuración y revalorización de la formación técnica de calidad, creando macro campus educativos de FP de 10.000 alumnos cada uno. Lo que le permite, entre otros factores, cohesionar directrices en política educativa (en consenso con los agentes socio-económicos privados), concentrar recursos económicos que maximizan la calidad de la oferta educativa, y controlar el método de gestión social (basado en la formación dual entre escuela y empresa) con un alto nivel de impacto socio-económico en las zonas de influencia de los centros de FP.

Está claro que la alineación de los vectores directrices-recursos-metodología se basa en el principio de la Navaja de Ockham sobre economía (búsqueda de la simplicidad de recursos), y en el principio de economía de escala (reducción de los costes unitarios en relación directa con el aumento del tamaño de la inversión), principios difíciles de aplicar en un Estado como el español con una estructura pública profundamente cuarteada y con múltiples minifundios para cada uno de los diversos niveles de parcelas administrativas. Hasta que no seamos capaces de substituir (culturalmente) el principio actual de crecimiento y engorde per se como objetivo último de la Administración (y de sus beneficiarios) por el principio deseable de la competitividad social, estaremos muy lejos de poder alcanzar cualquier intento realista de alinear los factores claves para el desarrollo de políticas eficientes (cómo), eficaces (qué) y efectivas (cómo y qué), quedando relegados como país a los puestos menos atractivos del ránking de competitividad mundial (2), lo que afecta de manera directa al nivel de calidad de vida presente y futuro de nuestros habitantes.


(1) Un claro ejemplo de eficacia en políticas de desarrollo es China, un país que en tan solo 30 años ha pasado de un estatus de pobreza a la inminente primera potencial mundial económica.



Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano 

martes, 22 de mayo de 2018

¿Y si el ser humano solo fuera una unidad de transporte de información de la Energía?


En una sociedad donde reina el imperio de la ciencia empírica, y más concretamente de la física (ya sea relativista o cuántica), se habla mucho de la energía como capacidad para realizar un trabajo, de sus diversas manifestaciones, unidades y magnitudes de medida, modos de transporte y potencialidad de transformación. De hecho, de energía está constituido todo el universo de vida y antivida conocido, incluido los seres humanos. Pero poco se hace mención a su capacidad de transportar información, más allá de la información física que contiene el tipo característico de energía al que nos estemos refiriendo.

No obstante, sabemos que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma, y asimismo también sabemos que la energía contiene información, ergo podemos concluir en un primer axioma que la energía es una fuerza de acción que transporta información. Pero, ¿qué tipo de información transporta?, nos preguntaremos. La respuesta, como es obvio, difiere dependiendo de si nos estamos refiriendo a la energía de un haz de luz, la energía de una montaña, la de un átomo o la de un organismo complejo multicelular como es el ser humano.

En este sentido, en lo que respecta al ser humano, hasta la fecha nos creíamos transportadores de dos tipos de información bien diferenciadas, específicas y hasta cierto punto inocuas para el individuo: una de carácter endógena como es la biología (la herencia genética familiar), y otra de carácter exógena como es el conocimiento. No obstante, los continuos avances científicos de rabiosa actualidad ponen de manifiesto la amplitud del alcance de nuestra memoria genética hasta el punto de conocer, a día de hoy, que el adn es capaz de transmitirnos la memoria emocional de nuestros antepasados como pueden ser experiencias de miedo o de estrés, entre otros. Es decir, si no teníamos suficiente con lidiar con nuestras propias carencias para afrontar los retos del mundo de una manera óptima y sana emocionalmente, además debemos resolver cargas emocionales pendientes de nuestros antepasados que seguro condicionan nuestras vidas presentes.

Pero, dependencias psicológicas a parte, retomemos el hilo argumental central. Si todo es energía, y la energía no es más que una fuerza de acción que transporta información, el segundo postulado de esta breve reflexión nos señala que el ser humano es una unidad de acción que transporta información. Por lo que la pregunta trascendental ya no es cuestionarse sobre ¿qué tipo de información transportamos?, sino interpelarse sobre ¿cuál es la finalidad de transportar dicha información?.

La respuesta nos abre las puertas de acceso directo a la metafísica, con tantas variables como teorías y creencias existan sobre la faz de la tierra, por lo que su conclusión no es más que hipotética y, por tanto, ciertamente indeterminable que dejo al mejor criterio de cada lector. Ya que personalmente no me interesa tanto enzarzarme en un inútil debate acalorado de razonamientos por conocer la finalidad trascendental del transporte de información por parte del ser humano (cada cual que crea lo que ha decidido creer), como ser consciente que la esencia de la existencia de la energía en el Universo es transportar información en el espacio-tiempo a lo largo de sus múltiples transformaciones impermanentes (lo que nosotros denominamos como los ciclos de la vida, ya sea a nivel micro o macrocósmico).

Así pues, a modo de conclusión de este fugaz pensamiento y a la luz de la argumentación expuesta, podemos observar al ser humano como una unidad de transporte de información más de la fuerza de acción en continua transformación conocida como energía, la cual configura el Universo más allá de cualquier lógica espacio-temporal percibida por nuestra mente. Quizás, la información que el hombre como organismo vivo se transmite de generación tras generación se reduce a una pulsación vital de la propia naturaleza de la energía que se manifiesta como ente cósmico en su dualidad de creación-destrucción. Y en medio de este omnipotente baile, nosotros -como organismos que formamos parte del todo energético- vivimos la vida con la misma intensidad dramática al igual que una de las cualquiera 48 billones de bacterias que viven en el universo de nuestro frágil cuerpo. Y es que el Universo es un multiflujo de datos de información de energía en continua transformación en búsqueda de su propia existencia, donde parece ser que lo de menos es la forma y la razón de ser.

Como dice mi pareja Teresa a raíz de leer el artículo: -No somos más que “pendrives” con patas (para la Energía).

El debate está servido: ¿qué fue primero, la Energía o la Información?



Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano 

miércoles, 16 de mayo de 2018

La revolución del Talento como materia prima en la era de las Ciudades-Estado


Por primera vez en la historia de la humanidad, desde el año 2014, más de la mitad de la población de todo el planeta (54%) se concentra en las ciudades, las cuales a su vez producen más del 80% del PIB mundial, habiendo ciudades como Tokio o New York cuyo PIB supera al de países enteros como España o Canadá. Si a ello le sumamos la inminente transformación profunda que se va a producir en el mundo rural a favor de los avanzadísimos desarrollos en comida producida tecnológicamente en las ciudades, a través de las nuevas ciencias de la bioimpesión (alimentos personalizados por ordenadores), las computadoras de alimentos (ordenadores que “cultivan alimentos”), y la carne “limpia” o in vitro (carne que crece en laboratorios a partir de células animales, sin necesidad de sacrificar seres vivos) -cuyo objetivo es substituir a la industria cárnica: el mayor contribuyente del mundo en emisiones de dióxido de carbono, desforestación y consumo masivo de agua-, nos da como resultado una combinación de factores que nos obliga plantearnos una pregunta triple: ¿qué papel futuro van a jugar los Estados respecto a las grandes ciudades?, ¿cuál va a ser el rol del mundo rural en el nuevo horizonte?, y ¿qué materia prima va ha fundamentar el desarrollo económico en esta nueva historia de la humanidad?.

La nueva Era de las Ciudades-Estado

Lo que parece indiscutible, según todos los indicadores económicos globales, es que hemos entrado en una era donde la humanidad se vertebra -desde una perspectiva de desarrollo evolutivo como especie- a través de las grandes ciudades del planeta, rememorando las antiguas ciudades-estado de la Grecia Clásica, cuna de la civilización occidental. Pero, en este papel protagonista de las ciudades como dinamizadores de nuestra evolución, ¿cuál es el futuro previsible de los Estados mismos y del denominado mundo rural?.

En la acutalidad nos encontramos con la paradoja de la existencia de un organismo mundial que agrupa a los países con mayor peso económico del mundo conocido como el G7, que en teoría determina las directrices para el funcionamiento del conjunto del planeta, en el cual se encuentra por ejemplo Canadá, y en cambio Tokio (con mayor PIB, como ya hemos apuntado) no es miembro por ser una ciudad. Aunque todos sabemos, a estas alturas, que el G7 está obsoleto y debe ser reestructurado, pues entre sus miembros tampoco se encuentra China como Estado, la inminente primera potencia económica a nivel mundial, con ciudades tan importantes como Shangai y Beijing cuyo PIB conjunto también supera por goleada al PIB de países como Canadá o de España (la cuarta potencia de la UE), y cuya población supera asimismo a la suma de habitantes de los países miembros de la UE y EEUU juntos.

Pero una cosa es el desarrollo económico y otro muy diferente el desarrollo político de identidades colectivas con historia cultural propia, por lo que es previsible que los Estados, si bien van a tener que adecuarse al papel relevante de las denominadas Ciudades-Estado a partir de este siglo XXI, no van a desaparecer. Pues si bien la economía transforma el mundo, la política lo organiza, y no existe política -aun en un mundo global- sin reafirmación de una identidad cultural singular. Por otro lado, no hay que obviar que la existencia de las grandes ciudades no puede concebirse sin el amparo y fomento del Estado al que pertenecen. Ya que el todo es mayor que la suma sus partes, como bien decía Aristóteles.

El mundo rural: ¿una futura reserva natural para los animales de granja?

Otro escenario muy diferente se presenta para el mundo rural, cuya desertización poblacional y devaluación económica va ha obligarlo a redefinir su papel social y de participación productiva en el mundo. Quizás el principio de respecto por el medio natural (paisaje y conjunto de seres vivos) encuentre su máxima expresión en el mundo rural del futuro, convirtiéndose éste en un espacio de protección de la naturaleza en convivencia armónica con el desarrollo tecnológico de un ser humano evolucionado en su tecnológico hábitat urbano. En otras palabras, de igual manera que existen en la actualidad reservas naturales para animales salvajes, no resulta descabellado imaginar reservas naturales, en lo que hoy conocemos como mundo rural, para animales actualmente de granja frente a la revolución que va a suponer para el conjunto de la sociedad de consumo la comida producida tecnológicamente (es decir, exenta de sacrificios animales). Lo que convertiría al mundo rural, en el sentido más amplio del concepto y de su previsible proyección de futuro, de ser un sector económico primario a ser un sector económico terciario o de servicios, y más concretamente del subsector ocio, cultura y/o turismo. (Mundo rural de extracción de recursos naturales a parte).

El talento, la materia prima de la actual revolución industrial

Y en todo este escenario, propio de una cuarta era industrial emergente y aun por desarrollar, ¿cuál es la materia prima (independientemente a las fuentes de energía y maquinarias correspondientes) que sustenta el nuevo desarrollo económico?. Si bien todos sabemos que el carbón y el petroleo fueron las materias primas de la primera revolución industrial (1760-1830), las materias químicas como el plástico y los tejidos sintéticos representaron las materias primas de la segunda revolución industrial (1870-1914), y materias fruto de la innovación, más ligeras y resistentes como la fibra óptica, la fibra de vidrio, nuevas cerámicas, etc, fueron las materias primas de la tercera revolución industrial (1945-2011), la materia prima del actual modelo de desarrollo económico de la sociedad global -fundamentada en la gestión del conocimiento- no es otro que el talento. Pues no existe economía productiva moderna sin competitividad, ni competitividad sin valor añadido (innovación) en productos y servicios, ni innovación sin la mediación del talento.

Es por ello que podemos afirmar, a modo de conclusión en esta breve reflexión, que la humanidad está evolucionando como especie gracias a la fuerza dinamizadora de las nuevas Ciudades-Estado de claro perfil tecnológico, las cuales requieren como materia prima el talento para su desarrollo, que adquieren bien generándolo, bien atraiéndolo (pues el talento se desplaza allí donde existan ecosistemas propicios), con claras y decididas políticas activas a favor de la innovación. Para el resto de ciudades y estados que no se alineen con esta tendencia quedarán relegados como zonas subdesarrolladas del planeta. Más que tiempo al tiempo, en un mundo en un acelerado cambio y transformación continuo: tempus fugit!



Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano 

jueves, 3 de mayo de 2018

El pez al que se le juzga por escalar árboles


Cuando hablo de talento a mis alumnos de Administración y Dirección de Empresas (ADE) siempre les inculco que existen tantos talentos como personas, pero que no hay talento desarrollable si su habilidad competencial no está alineada con la actividad productiva adecuada. Y es aquí cuando les recuerdo la famosa sentencia categórica de Einstein: “Si se juzga a un pez por su capacidad de escalar un árbol, el pez creerá toda su vida que es un inútil”. Es por ello que siempre les insto a que descubran su propio talento, con independencia de las habilidades y competencias que deban aprender para completarse, pues al descubrir su talento redescubren asimismo su hábitat natural de desarrollo personal y profesional, así como su fuente de energía para la motivación individual imprescindible para una buena actitud activa frente a los retos de la vida.

No obstante, soy consciente que mal lo tienen los peces en una sociedad que solo busca, premia e integra a talentos que sepan escalar árboles. Pero, ¿quién soy yo para reprogamar un talento en función de la utilidad productiva social? (E aquí el debate abierto entre autorrealización personal y cobertura de las necesidades básicas). Por un lado, esta sociedad que solo prioriza un tipo concreto de talento, conforme a los dictámenes del Mercado (siempre en continuo cambio y transformación), es incongruente con el fomento de la innovación como factor clave para la competitividad, puesto que la piedra angular de la innovación no es otra que la gestión de la diversidad de talentos (lo que hace posible la riqueza de la Inteligencia Colectiva). Mientras que, por otro lado, me niego a aceptar que caminamos hacia una sociedad donde el ser humano esté predeterminado (hoy por la formación, mañana por la genética prenatal) para la realización de una actividad concreta predefinida en la sociedad, a imagen y semejanza de los ciudadanos de Krypton (el planeta de origen ficticio de Superman) o los ciudadanos de las facciones de la famosa trilogía cinematográfica de ciencia ficción Divergente. Un deprimente horizonte para nuestra especie, que no solo es un ataque mortal a la esencia del humanismo, sino que nos devolvería a la era medieval (pero con tecnología) de la organización social propia de las castas gremiales del feudalismo.

Mientras tanto, a día de hoy, continuamos contando con extraordinarios talentos diversos que, como el pez, no son aptos para escalar árboles en una sociedad donde se premia dicha competencia profesional. La consecuencia resulta obvia (y de rabiosa actualidad): el pez no encuentra trabajo en un mercado laboral de entrada selectiva por su alto grado de demanda priorizadamente especializada, y la perdurabilidad en el tiempo de esta situación -agravado por un Mercado que penaliza la edad- puede llegar a condenar al pez a un estadio de marginación social.

-Lo que tienes que hacer, visto que no vas a conseguir trabajo, es conseguir una prestación de subsidio del Estado para que puedas vivir de las ridículas ayudas públicas hasta que te mueras, -le dicen al pez algunos pragmáticos iluminados que son premiados socialmente por su capacidad de escalar árboles. Y se quedan tan anchos. No hay mayor irresponsabilidad individual y social que empujar a una persona hacia la resignación de vivir una vida que, por ser de mínimos de subsistencia en la mayoría de los casos (por las limitaciones del propio Estado de Bienestar Social), resulta indigna humanamente. Por no decir que se trata de una situación carente de Ética Social. Con independencia del desperdicio de talento que se genera con dicha actitud. Y sin tener en cuenta, además, del ataque directo que se provoca para la autoestima de la persona, línea de flotación de toda esperanza humana.

En una sociedad altamente judicializada como la actual, el ordenamiento jurídico debería contemplar una nueva tipificación delictiva: el de dejar de soñar. Pues solo soñando podemos transgredir la realidad conocida que nos permite construir una nueva, mejor y actualizada versión de la misma. Pero no somos capaces de soñar sin motivación, ni existe motivación (que conlleva creatividad y pensamiento positivo) sin la fuerza interior que nos arrastra a realizarnos como personas mediante el desarrollo de los talentos propios. Ya no solo no debemos de juzgar al pez por su falta de capacidad por escalar árboles, sino que debemos de ser conscientes de su talento diferencial como valor añadido necesario para el desarrollo del conjunto de la sociedad. En nuestras manos está el decidir si apostamos por el crecimiento de una sociedad basada en la gestión de las inteligencias múltiples -y de la salubridad emocional de las personas-, o si apostamos por una sociedad monointeligente (cuya decisión tiene de todo menos de inteligente). Alea iacta est.



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martes, 1 de mayo de 2018

Teoría de lo Abstracto, una idea loca para reinventar la materia


Si pudiéramos ya no controlar, sino crear átomos conocidos y por conocer, la humanidad daría un salto cualitativo como especie en el Universo. Puesto que los átomos son el elemento nuclear que posee las propiedades características de la materia, mediante su agrupación en moléculas. Pero todos sabemos que los átomos están compuestos por partículas elementales que conocemos como neutrones, protones y electrones. Partículas fundamentales que no son más que concentrados de energía en un punto (que por definición no tiene ni alto ni ancho) espacial sin dimensiones, lo cual complica la cosa, pues en dicha escala cuántica no se puede determinar exactamente su posición en una región del espacio, lo que equivale a decir que su posición espacial se determina como probabilidad y no como valor absoluto.

Pero, asimismo, también sabemos que los neutrones y los protones están constituidos por subestructuras denominadas quarks, y más especificamente por tres tipos de los seis existentes de quarks para cada partícula elemental (si bien se han descubierto asociaciones de hasta cinco quarks, y existe una teoría aun sin demostrar de “preones” como subestructuras de los quarks). Aquí cabe apuntar, por otra parte, que los electrones van por libre, ya que si bien cuentan con una partícula más pequeña que conocemos como neutrinos, éstos no forman parte de los átomos sino que se forman a partir del proceso de desintegración de neutrones y protones, creando a su vez como resultado nuevos electrones.

Llegados a este punto, frente a una idea tan loca como crear átomos conocidos (los ya registrados en nuestra Tabla Periódica) como nuevos por descubrir, está claro que el secreto se haya en conseguir jugar al tetris con los quarks, pues éstos son las partículas elementales que interactuan formando la materia nuclear de la vida tal y como la conocemos, así como son las únicas partículas elementales que interactuan con las cuatro fuerzas fundamentales que posibilitan nuestro mundo físico conocido (la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil). Pero el problema no radica tanto en el tamaño subatómico de quarks y electrones, el cual es un billón de billón de veces más pequeño que un centímetro -pues en física no se describe a las partículas elementales por su tamaño sino en función de su energía-, sino más bien por la inexistencia de una teoría que de solución unitaria a su comportamiento en relación a nuestra realidad. No obstante, si bien es cierto que ni la Teoría de Cuerdas, ni la Teoría de la Espuma Cuántica o la Teoría de las Singularidades ha resuelto el problema, todas ellas han concluido que las partículas elementales se rigen por una longitud mínima medible por el hombre y que se encuentra en el límite entre la Relatividad General (física de la materia) y la Mecánica Cuántica (física subatómica) llamada Longitud de Planck, por debajo de la cual el espacio deja de tener una geometría clásica, es decir, nuestra idea de figuras geométricas presupuestas por conceptos tales como el punto, la recta, la superficie y mediante la comparación de ángulos y longitudes deja de tener validez.

Pero, ¿cómo podemos jugar al tetris con los quarks para reinventar la materia?. Frente a un planteamiento tan alocado como éste se requiere de una idea loca que esté a la altura: en vez de controlar la energía de los quarks, ¿por qué no enfocarse en reprogramar su agrupación?. Una reprogramación que requiere de una teoría de nueva generación a la que se podría etiquetar como Teoría de lo Abstracto, y que debería estar fundamentada sobre dos de los principios básicos de las partículas elementales: el principio de probabilidad espacial y el principio de geometría abstracta bajo el umbral de la Longitud de Planck. Y, ¿cómo concretamos la Teoría de lo Abstracto?, ya que su conceptualización se fundamenta en romper los esquemas de la realidad percibida. A grandes problemas, grandes soluciones: mediante el uso combinado de las matemáticas imposibles de las supercomputadoras (a poder ser de la china Sunway TaihuLight) y el pensamiento computacional ex profeso de la inteligencia artificial (a poder ser de los modelos de aprendizaje automático de la Universidad de ShanghaiTech o de la misma Universdad de Pekin). Para la fase de experimentación en física aplicada ya acudiríamos al Gran Colosionador de Hadrones de la Organización Europea para la Investigación Nuclear, situado en la frontera franco-suiza. Un apasionante nuevo reto de pensamiento creativo fuera de la caja para un ser humano con la potencialidad de crear nuevas formas de materia y, por extensión, de energías posibles a microescala (en una primera instancia) en un nuevo horizonte para la humanidad; no exento por ello de dilemas profundamente morales que deberán ser afrontados en su momento por la Ética como renovada disciplina de consenso social global para una especie en continua evolución mediante la gestión del conocimiento.

No quisiera acabar esta pequeña, fugaz y alocada reflexión creativa fruto de una noche de insomnio sin subrayar que la misma, si bien pudiera parecer una disertación de física teórica, se enmarca dentro del espíritu de la Filosofía de la Naturaleza -reivindicando así a los presocráticos-, pues no en vano fue un filósofo, el griego Demócrito (s. IV a.C.), el primer teórico de la física de los átomos en la historia de la humanidad. Cogito ergo sum.



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Hemos invertido la Pirámide de Maslow: Autorrealización por delante de necesidades básicas


En estos tiempos de cambios sociales convulsos, a la hora de establecer un orden en las necesidades humanas acudimos -por defecto del sistema educativo- a la jerarquía piramidal de necesidades creada por el psicólogo humanista norteamericano Abraham Maslow en su obra “Una teoría sobre la motivación humana” de 1943. La famosa Pirámide de Maslow establece, como es bien conocido por todos, cinco grandes niveles de necesidades que el ser humano cubre en su experiencia vital personal de manera secuencialmente cronológica: necesidades básicas, seguridad, afiliación, reconocimiento, y autorrealización. Una teoría que no solo ha establecido cátedra en el mundo de la sociología y la gestión empresarial de los recursos humanos, sino que incluso se concibe como un credo irrefutable. No obstante, 75 años de historia después de su concepción, desde la observación de una era industrial diferente e incluso desde la vivencia pragmática de un siglo diferente sobresaturado de nuevos retos, ¿podemos considerar como válida la jerarquía de necesidades humanas establecidas por Maslow?. Personalmente considero que no.

En la actualidad existe un supuesto sociológico que no solo no cumple con la estructura de jerarquización de la Pirámide de Maslow, sino que incluso la invierte y la reordena, me refiero a la tendencia de cobertura de necesidades humanas priorizado por el colectivo social afectado por la crisis económica que vivimos. Una época de crisis económica que,por otro lado, cabe recordar que perdura desde hace más de una década en el mundo occidental. La diferencia sustancial de dicho colectivo afectado por una cansina larga crisis (más incisiva en unos sectores más vulnerables socialmente que en otros) respecto al modelo de comportamiento esstablecido por Maslow es que, en vez de procurarse la cobertura de las necesidades básicas como primer nivel de necesidad jerárquico, buscamos la autorealización personal como prioridad vital.

Una de las razones de la inversión de la pirámide radica justamente en causas histórico económicas y sociales. Si bien Maslow concibe su teoría en 1943, en plena segunda guerra mundial, en un contexto caracterizado por la práctica inexistencia de derechos sociales para los ciudadanos más desfavorecidos, en la actualidad gozamos de las prestaciones universales propias de un Estado de Bienestar Social cuyo modelo de organización política nace en Europa tras la segunda guerra mundial. Ello significa que el nivel de desprotección social de los colectivos más vulnerables en situación de crisis económica no es comparable con otras épocas de la humanidad (aunque sea a costa de las prestaciones públicas por pensiones de los más mayores), hecho que se ve reforzado emocionalmente con la percepción colectiva de abundancia de oferta de productos y servicios.

Una segunda razón en la inversión de prioridades de la pirámide de Maslow debemos encontrarla en el cambio de rumbo de filosofía existencial que ha tomado la sociedad en su conjunto, bajo el determinismo directo de un potente engranaje de economía de libre mercado que no solo ha instaurado una sociedad de consumo impulsiva sino que ha conseguido imponer una nueva religión de corte hedonista donde la búsqueda de la felicidad personal es el leitmotiv de la motivación humana. Ahora ya no es tan importante vivir a cualquier precio como conseguir dar sentido a la vida misma en un mundo aceleradamente impermanente.

Mientras que una tercera razón en la transmutación de prioridades de la jerarquización de las necesidades humanas de nuestra sociedad la encontramos en la larga duración del periodo de crisis económica en el que vivimos, donde los colectivos más desfavorecidos socialmente han visto como progresivamente la brecha entre clases sociales se hacía mayor ante la impotencia (o mejor dicho incompetencia) de las administraciones públicas frente a los dictámenes del Mercado global, haciendo inviable la consecución de la cobertura de los niveles de necesidades de seguridad, afiliación y reconocimiento por la ausencia del ejercicio del derecho del principio de oportunidad. A mayor brecha social entre beneficiarios de prestaciones sociales (con fecha de caducidad) y de rentas del trabajo irrisorias, respecto a beneficiarios de renta de capital, menores oportunidades para las clases sociales bajas (inclusive las extintas clases medias, las cuales mantienen su orgullo de clase propia de antaño de manera semejante a los nobles que exhiben sus títulos familiares aun despojados de todo patrimonio).

Sí, la Pirámide de Maslow, en el contexto social contemporáneo, se ha derrumbado por la feroz erosión de la propia historia que no solo se reinventa a sí misma de manera vertiginosa, sino que reinventa al mismo ser humano. De la pirámide solo nos queda los vestigios aún en pié, aunque invertidos, de su naturaleza polarizada: autorrealización y necesidades básicas. Y de manera diseminada a su alrededor, y sin más patrón que el que determina cada observador, el resto de niveles de necesidades: seguridad, afiliación y reconocimiento. El humanismo, en la actualidad, resiste por respiración asistida.


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