Un mundo al revés es una
expresión que utilizamos cuando algo no presenta su estado o
condición habitual, es decir, cuando percibimos que los rasgos
naturales que caracterizan una persona, circunstancia o hecho se ven
ya no alterados o distorsionados, sino invertidos. Un mundo al revés
sería, por ejemplo, un pez escalador de montañas, un pirata honrado
o una lluvia que no moja. Un mundo al revés es, asimismo, cuando
consideramos un espejismo como real y la realidad como un espejismo.
Mientras escribo esta
reflexión en la mañana de un sábado tranquilo, siento llover a mis
espaldas justo detrás de un gran ventanal que da a un pequeño
jardín privado en medio de la ciudad de Barcelona. Una relajante y
refrescante lluvia primaveral que cuenta, entre varios efectos
benefactores, con la capacidad natural de borrar cualquier posible
espejismo ilusorio que las condiciones ambientales hayan podido
propiciar en días anteriores. Y es que todo espejismo acaba
sucumbiendo bajo el Principio de Realidad, devolviendo el mundo a su
orden natural.
No obstante, es
constatable que existen personas que viven en un estado distorsionado
de sus capacidades cognitivas normales -ya sea por desconocimiento o
enajenación inducida-, a las cuales les cuesta diferenciar entre
realidad y espejismo, pudiendo llegar a crear una estructura de
mentalidad personal y colectiva (social) justamente sobre la base de
la ilusión efímera del espejismo, otorgando solidez existencial a
un mundo al revés concebido aunque inexistente. Como Alicia en el
país de las maravillas. Hasta que aparece la lluvia y se impone el
Principio de Realidad, que es aquel que es y existe más allá de
toda duda objetiva y apariencia ilusoria.
Hoy llueve y la
implacable naturaleza de la realidad borra del paisaje cualquier
espacio donde se proyectaban los espejismos. Imagino el estado de
confusión de aquellas personas que reafirmaron su identidad personal
y social en una falsa realidad paralela que no existe (un rasgo
psicótico propio de trastornos delirantes), autoidentificándose a
título individual en el mundo real mediante una marca de color
amarillo como complemento de vestir. Como si dicha identificación,
ya sea en forma de pin de solapa o bufanda -en la mayoría de los
casos-, les alineara con esa dimensión paralela a modo de efecto de
conexión de Matrix. Me pregunto cuáles son los efectos psicológicos
que produce en éstas personas ya no el hecho de desprenderse de
dichos elementos identificativos de conexión, sino al percatarse
que éstos ya no tienen la capacidad de contectarles con ninguna
pseudorealidad imaginada por desvanecimiento del espejismo.
Seguramente la reacción psicológica previsible será la frustración
en una primera fase, fruto del sentimiento de tristeza por la pérdida
de un imaginario, el cual mal gestionado puede generar en un estadio
de rabia contra el mundo real por falta de aceptación del implacable
Principio de Realidad.
Todo Principio de
Realidad tiende a manifestarse por decantación gravitatoria de
fuerza mayor cuando se requiere restablecer el equilibrio del orden
natural de las cosas, reinvirtiendo de nuevo posibles mundos al revés
que conciben los espejismos como real y lo real como espejismos. Y
más cuando en dicho mundo al revés el delirio alcanza cuotas de
enajenación hasta el punto de concebir el fascismo (un movimiento
social totalitario, nacionalista y sectario, eso sí de color
amarillo) como democracia, y la Democracia de Derecho verdadera del
mundo real propia de las sociedades modernas como fascismo. Un
insostenible juego de coexistencia entre lo ilusorio y lo real cuyo
orden siempre acaba por restablecerse por el bien de la salud social.
Hoy llueve en Barcelona,
y al menos por un tiempo los espejismos se han desvanecido. El mundo
al revés de los presos políticos contrasta de frente con el
Principio de Realidad de un mundo al derecho de políticos presos,
que son aquellos que son encarcelados no por sus ideas, sino por
cometer delitos contra una realidad democrática social y de derecho
para ejecutar sus ideas de corte mesiánico. La realidad se impone a
la ilusión. La cordura se impone a la locura. La racionalidad se
impone a la irracionalidad. Y ahora solo cabe que las Alicias que han
vivido en su país de las maravillas regresen de su espejismo al
mundo real desde donde solo se puede reinventar la propia sociedad.
Tras la lluvia regeneradora, es tiempo de reeducar y recuperar los
principios reales de lo que representa convivir en una sociedad
basada en una Democracia Social y de Derecho.
El pensamiento diferente
es el motor evolutivo de la humanidad, sin lugar a dudas, pero el
comportamiento con poco juicio, de forma imprudente o temeraria y sin
pensar en las consecuencias no es característica de los innovadores,
sino un rasgo definitorio propio de los locos. Solo se puede
transgredir la realidad conocida, en pos de crear una mejor y
renovada realidad desde la legitimidad humana del cambio social,
desde la aceptación de los preceptos del propio Principio de
Realidad. Pues vivir y pretender imponer postulados de cambio social
desde el espejismo de un mundo al revés, en pleno siglo XXI, resulta
tan irrealista como persistir en la idea medieval de crear una nueva
estructura de organización social bajo la máxima de que la Tierra
es plana.
Hoy llueve en Barcelona, y el agua regeneradora limpia el paisaje de espejismos a la par que las personas amarillas pierden su conexión con el mundo al revés. La realidad, como no puede ser de otra manera, siempre acaba por imponerse. Ahora cada cual, desde su libre albedrío y su inteligencia natural que viva desde la aceptación a lo real o desde el apego a un ilusorio inexistente.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano