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Foto: Teresa Mas de Roda |
Según como se mire, a
veces la vida de los mortales se asemeja a la del ratón enjaulado
que corre sin aparente fin en su rueda sin ir a ningún sitio, es
decir, sin moverse del lugar. Es por ello que uno no deja de
preguntarse, a veces, si lo más inteligente por saludable es
quedarse inmóvil. Dado que el movimiento no es más que una ilusión
que, mal llevado -es decir, acelerado a una velocidad inadecuada para
nuestra resistencia física y psicológica-, puede provocar un claro
deterioro en la calidad de vida personal (patologías diversas
incluidas).
Aunque, por otra parte,
lo cierto es que resulta imposible permanecer inmóvil en medio del
bullicioso ajetreo de la sociedad que empuja, cual entrada o salida
del metro en hora punta, a ningún destino final en concreto. Quizás
porque la naturaleza del hombre, al igual que la del río, es moverse
en un constante fluir por la vida en su ciclo regenerativo de hombres
y mujeres mortales que se suceden a lo largo del relato que llamamos
humanidad.
Ergo, tanto la actitud de
moverse como de quedarse inmóvil es relativa en la vida de toda
persona, ya que depende de los parámetros de referencia del
observador. Uno puede permanecer inmóvil consigo mismo, pero moverse
para los demás; y a la inversa, uno puede estar moviéndose, pero
permanecer inmóvil para el resto. Por lo que podemos afirmar que
existe un movimiento o no-movimiento real y un movimiento o
no-movimiento percibido. El real es aquel manifestado objetivamente
en el mundo material o de las formas con independencia de la
percepción de cada cual, mientras que el percibido es aquel
manifestado subjetivamente en el mundo cognitivo de cada individuo.
Un movimiento y no-movimiento real y percibido que, al pertenecer a
dimensiones diferentes de la realidad -aunque interdependientes-,
pueden coexistir de manera tanto simultánea como independiente. En
otras palabras, como en la paradoja del gato de schrödinger, una
persona puede estar en movimiento e inmóvil a la vez, dependiendo del
punto de referencia en el que nos situemos, pues lo real y lo
percibido no siempre están alineados para el observador.
Así es, aún estando
inmóvil me muevo y moviéndome continuo inmóvil, pues el movimiento
y no-movimiento de toda persona responde a la misma lógica ilusoria
del vaso medio vacío y medio lleno, que depende con la mirada con
que se mire. Por lo tanto, la diferencia entre lo real y lo percibido
viene marcado por el posicionamiento consciente a nivel personal por
una u otra opción plausible.
Cierto es que en una
sociedad de mercado como la occidental contemporánea, el consenso
colectivo del movimiento y del no-movimiento viene definido por un
parámetro de referencia mercantilista como es la productividad
(entendida como la acción que genera una renta de trabajo que
permite asegurar la sostenibilidad económica del individuo): Si eres
productivo eres una persona en movimiento, si no eres productivo eres
una persona en no-movimiento. Por lo que en este contexto, el
movimiento y no-movimiento real viene definido no por la realidad en
sí misma, sino por la realidad creada por el hombre. Un consenso
social sobre el movimiento y no-movimiento de una persona de
naturaleza profundamente humana y significado al contexto de un
tiempo histórico concreto que no invalida, en ningún caso, el
axioma -puro, en términos kantianos- de la dualidad
movimiento/no-movimiento real y percibido de la propia naturaleza del
ser humano.
No obstante, con
independencia de si me muevo estando inmóvil o si estoy inmóvil aun
moviéndome, lo importante a nivel personal, lo que marca la
diferencia en el sentido existencial de una persona, es el estado de
conciencia en el que uno se posiciona: de movimiento o de
no-movimiento, y los efectos prácticos que ello conlleva para el
sentido de autorealización vital de cada uno. Sí, al final, el
movimiento y no-movimiento para los demás puede ser una manifestación
espacio-temporal e incluso productiva, pero en el plano íntimo y
personal no es más -ni menos- que un estado de conciencia. Aunque,
como todos sabemos, para actuar en consciencia debemos ser
conscientes de lo que hacemos, y este ya es otro tema, ¿verdad?.
[A pesar que un estado de
conciencia de inmovilidad móvil o de movilidad inmóvil provoca la
recurrente confusión de ser conscientes de en qué posición real y
percibida certera nos situamos en cada momento. Es por ello que la
más y extendida común de las confusiones es creerse en la ilusión
de estar moviéndose, cuando realmente la persona se haya en estado
de no-movimiento].
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano