jueves, 12 de octubre de 2017

Diálogo, el nuevo eufemismo de la negociación catalana y su solución Harvardiana

Si algún término está cogiendo relevancia en el desarrollo de los acontecimientos de la crisis institucional española como efecto de la República Independiente de Cataluña declarada y autosuspendida, es justamente el diálogo. Un llamamiento al diálogo entre el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat de Cataluña que se reclama tanto desde dentro como fuera del territorio español. No obstante, si bien el diálogo es conceptualmente un intercambio de información y conocimiento entre dos o más partes, el significado de diálogo tanto para el ámbito social como para las instituciones internacionales no es otro que el de la búsqueda de una solución al problema. Significado que, en cambio, difiere sustancialmente en el ámbito político donde diálogo no es más que un eufemismo de negociación política. Y aquí ya la acción ejecutiva de diálogo se complica un poco más, pues no es lo mismo mantener un diálogo amable, tensado o agresivo, que tener que negociar sobre algo.

Diálgo como diálogo

Desde la perspectiva básica de diálogo como acción de encuentro de dos partes para hallar una solución a un problema común, cabe apuntar que existen dos principios fundamentales del diálogo en general y político en particular que son altamente relevantes:

1.-En primer lugar, la definción del tema a dialogar.
Un punto nada baladí en el caso que nos ocupa del conflicto entre Gobierno Central y Generalitat de Cataluña, ya que la premisa de dialogar sobre un posible proceso de independencia de Cataluña del resto de España es un escollo, a día de hoy, insalvable para las partes. Para la una, porque no tiene competencias constitucionales para poder asumir el papel de interlocutor válido (Gobierno Central); y para la otra, porque no desea renunciar a su firme voluntad de convertirse en un Estado propio (Generalitat de Cataluña). Como decía el expresidente español, Adolfo Suárez: “El diálogo es, sin duda, el instrumento válido para todo acuerdo, pero en él hay una regla de oro que no se puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia de los interlocutores”. Un punto muerto de desencuentro que tan solo puede desbloquearse mediante la búsqueda de la definición de un tema alternativo para el diálogo político.

2.-Y en segundo lugar, la definición de los interlocutores y los procedimientos válidos para dialogar
Ya que si mucho se ha mencionado en los últimos días de la mediación de terceros, en cualquier Estado moderno europeo el diálogo político es el mecanismo básico de la Democracia Parlamentaria, la cual determina cuáles son los interlocutores emanados por normativa del poder del pueblo, que es soberano, y los procedimientos reglados para la validación de dicho diálogo político en un sistema parlamentario (lo que comporta establecer el diálogo dentro del marco de la Ley). Cualquier tipo de fórmula alternativa más o menos creativa de diálogo político sobre la base expuesta, al final deberá someterse a la ortodoxia de ésta dentro de un Estado de Derecho democrático. De ahí la relevancia del requerimiento del Gobierno Central a la Generalitat de Cataluña de que regrese al escenario normativo constitucional, pues fuera de él todo diálogo político y sus posibles interlocutores tienen la misma validez que una tertulia de barra de bar.

Diálogo como negociación

Mientras que desde la perspectiva del diálogo político, ya desde un planteamiento realista y pragmático, es decir, como negociación entre dos posturas políticas ya no diferentes, sino incluso antagónicas, es de suma importancia saber definir el modelo adecuado de negociación. Y aquí debemos remitirnos a la metodología de negociación y gestión de conflictos avalada internacionalmente como es el modelo de Harvard (ampliamente conocido en el ámbito del management). Un estilo de negociación no competitivo, sino de carácter colaborativo (win to win), que otorga un alto nivel de importancia tanto a la relación entre las partes, como al resultado que se obtiene de la negociación, y que se basa en siete principios rectores:

1.-Principio de Alternativa
Es la posibilidad de efectuar una negociación diferente a la que se plantea realizar, lo que solventaría el problema de la definición del tema a dialogar que hemos expuesto con anterioridad.

2.-Principio de Intereses
Representa ir más allá de la exploración de la negociación, lo que significa entender las motivaciones reales del interlocutor. Una clara asignatura pendiente del Estado por dejación de funciones tutelarias en su implicación socio-política con respecto a la realidad social catalana en los últimos años (Como español-catalán, doy fe).

3.-Principio de Opciones
Tras comprender y entender los intereses reales del interlocutor (¿cuál es la motivación verdadera?), cabe formularse opciones que sean de mutuo beneficio para las partes.

4.-Principio de Legitimidad
La legitimidad no solo tiene que ser procedimental, e incluso legal (que se da por hecho), sino que las soluciones que se planteen deben pasar por la evaluación de saber si son legítimas socialmente, puesto que el problema de desafección de una importante parte de la población catalana con el Estado es de carácter político-social. Si la solución es legítima legalmente, pero no para la percepción social, no vamos a ninguna parte.

5.-Principio de Relación
La relación es un factor clave que siempre está en constante riesgo en toda negociación, por lo que se requiere no solo de una especial atención por ambas partes, sino también del cuidado de manera importante de los gestos y las formas durante todo el proceso del diálogo político. Un gesto vale más que mil palabras.

6.-Principio de Compromiso
La toma de posición de un compromiso real y firme por parte de las partes para la viabilidad y seguridad del acuerdo alcanzado es fundamental para el éxito futuro de la negociación. El compromiso no solo debe ser real, sino también creíble y viable a escala social.

Y, 7.-Principio de Comunicación
No solo hay que creerse buenos comunicadores en una negociación, sino que se debe verificar la efectividad de dicha comunicación tanto con los interlocutores, como con el resto de la ciudadanía, ya que todo diálogo político tiene una clara dimensión social, y aún más si cabe en el caso concreto del conflicto secesionista catalán.

Una vez vista la propuesta del modelo harvardiano como apunte de negociación colaborativa (pues en las democracias del siglo XXI la imposición tiene las patas cortas), en el imprescindible diálogo político de Estado que requiere la situación debe pedirse a nuestros políticos que afronten toda negociación con altura de miras y con la consciente capacidad de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene (como diría Churchill), para el bien del conjunto de la sociedad. Un diálogo político que solo va ha ser factible, en la actual encrucijada histórica por la que pasa nuestra Democracia, a la luz de un actualizado espíritu de concordia del 78. Si el hombre es un animal político, como decía el maestro Aristóteles, y la política es el arte de hacer posible lo necesario, como apuntaba el filósofo germano Leibniz, la solución al conflicto catalán que está generando fractura social y desestabilidad económica está (tengamos fe) asegurada. Fiat Lux!

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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano