Si algún término está
cogiendo relevancia en el desarrollo de los acontecimientos de la
crisis institucional española como efecto de la República
Independiente de Cataluña declarada y autosuspendida, es justamente
el diálogo. Un llamamiento al diálogo entre el Gobierno de España
y el Govern de la Generalitat de Cataluña que se reclama tanto desde
dentro como fuera del territorio español. No obstante, si bien el
diálogo es conceptualmente un intercambio de información y
conocimiento entre dos o más partes, el significado de diálogo
tanto para el ámbito social como para las instituciones
internacionales no es otro que el de la búsqueda de una solución al
problema. Significado que, en cambio, difiere sustancialmente en el
ámbito político donde diálogo no es más que un eufemismo de
negociación política. Y aquí ya la acción ejecutiva de diálogo
se complica un poco más, pues no es lo mismo mantener un diálogo
amable, tensado o agresivo, que tener que negociar sobre algo.
Diálgo como diálogo
Desde la perspectiva
básica de diálogo como acción de encuentro de dos partes para
hallar una solución a un problema común, cabe apuntar que existen
dos principios fundamentales del diálogo en general y político en
particular que son altamente relevantes:
1.-En primer lugar, la
definción del tema a dialogar.
Un punto nada baladí en
el caso que nos ocupa del conflicto entre Gobierno Central y
Generalitat de Cataluña, ya que la premisa de dialogar sobre un
posible proceso de independencia de Cataluña del resto de España es
un escollo, a día de hoy, insalvable para las partes. Para la una,
porque no tiene competencias constitucionales para poder asumir el
papel de interlocutor válido (Gobierno Central); y para la otra,
porque no desea renunciar a su firme voluntad de convertirse en un
Estado propio (Generalitat de Cataluña). Como decía el expresidente
español, Adolfo Suárez: “El diálogo es, sin duda, el instrumento
válido para todo acuerdo, pero en él hay una regla de oro que no se
puede conculcar: no se debe pedir ni se puede ofrecer lo que no se
puede entregar porque, en esa entrega, se juega la propia existencia
de los interlocutores”. Un punto muerto de desencuentro que tan
solo puede desbloquearse mediante la búsqueda de la definición de
un tema alternativo para el diálogo político.
2.-Y en segundo lugar,
la definición de los interlocutores y los procedimientos válidos
para dialogar
Ya que si mucho se ha
mencionado en los últimos días de la mediación de terceros, en
cualquier Estado moderno europeo el diálogo político es el
mecanismo básico de la Democracia Parlamentaria, la cual determina
cuáles son los interlocutores emanados por normativa del poder del
pueblo, que es soberano, y los procedimientos reglados para la
validación de dicho diálogo político en un sistema parlamentario
(lo que comporta establecer el diálogo dentro del marco de la Ley).
Cualquier tipo de fórmula alternativa más o menos creativa de
diálogo político sobre la base expuesta, al final deberá someterse
a la ortodoxia de ésta dentro de un Estado de Derecho democrático.
De ahí la relevancia del requerimiento del Gobierno Central a la
Generalitat de Cataluña de que regrese al escenario normativo
constitucional, pues fuera de él todo diálogo político y sus
posibles interlocutores tienen la misma validez que una tertulia de
barra de bar.
Diálogo como
negociación
Mientras que desde la
perspectiva del diálogo político, ya desde un planteamiento
realista y pragmático, es decir, como negociación entre dos
posturas políticas ya no diferentes, sino incluso antagónicas, es
de suma importancia saber definir el modelo adecuado de negociación.
Y aquí debemos remitirnos a la metodología de negociación y
gestión de conflictos avalada internacionalmente como es el modelo
de Harvard (ampliamente conocido en el ámbito del management).
Un estilo de negociación no competitivo, sino de carácter
colaborativo (win to win), que otorga un alto nivel de importancia
tanto a la relación entre las partes, como al resultado que se
obtiene de la negociación, y que se basa en siete principios
rectores:
1.-Principio de
Alternativa
Es la posibilidad de
efectuar una negociación diferente a la que se plantea realizar, lo
que solventaría el problema de la definición del tema a dialogar
que hemos expuesto con anterioridad.
2.-Principio de
Intereses
Representa ir más allá
de la exploración de la negociación, lo que significa entender las
motivaciones reales del interlocutor. Una clara asignatura pendiente
del Estado por dejación de funciones tutelarias en su implicación
socio-política con respecto a la realidad social catalana en los
últimos años (Como español-catalán, doy fe).
3.-Principio de
Opciones
Tras comprender y
entender los intereses reales del interlocutor (¿cuál es la
motivación verdadera?), cabe formularse opciones que sean de mutuo
beneficio para las partes.
4.-Principio de
Legitimidad
La legitimidad no solo
tiene que ser procedimental, e incluso legal (que se da por hecho),
sino que las soluciones que se planteen deben pasar por la evaluación
de saber si son legítimas socialmente, puesto que el problema de
desafección de una importante parte de la población catalana con el
Estado es de carácter político-social. Si la solución es legítima
legalmente, pero no para la percepción social, no vamos a ninguna
parte.
5.-Principio de
Relación
La relación es un factor
clave que siempre está en constante riesgo en toda negociación, por
lo que se requiere no solo de una especial atención por ambas
partes, sino también del cuidado de manera importante de los gestos
y las formas durante todo el proceso del diálogo político. Un gesto
vale más que mil palabras.
6.-Principio de
Compromiso
La toma de posición de
un compromiso real y firme por parte de las partes para la viabilidad
y seguridad del acuerdo alcanzado es fundamental para el éxito futuro
de la negociación. El compromiso no solo debe ser real, sino también
creíble y viable a escala social.
Y, 7.-Principio de
Comunicación
No solo hay que creerse
buenos comunicadores en una negociación, sino que se debe verificar
la efectividad de dicha comunicación tanto con los interlocutores,
como con el resto de la ciudadanía, ya que todo diálogo político
tiene una clara dimensión social, y aún más si cabe en el caso
concreto del conflicto secesionista catalán.
Una vez vista la
propuesta del modelo harvardiano como apunte de negociación
colaborativa (pues en las democracias del siglo XXI la imposición
tiene las patas cortas), en el imprescindible diálogo político de
Estado que requiere la situación debe pedirse a nuestros políticos
que afronten toda negociación con altura de miras y con la
consciente capacidad de predecir lo que va a pasar mañana, el mes
próximo y el año que viene (como diría Churchill), para el bien
del conjunto de la sociedad. Un diálogo político que solo va ha ser
factible, en la actual encrucijada histórica por la que pasa nuestra
Democracia, a la luz de un actualizado espíritu de concordia del 78.
Si el hombre es un animal político, como decía el maestro
Aristóteles, y la política es el arte de hacer posible lo
necesario, como apuntaba el filósofo germano Leibniz, la solución
al conflicto catalán que está generando fractura social y
desestabilidad económica está (tengamos fe) asegurada. Fiat Lux!
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10/10: Cataluña independiente o la gestión de la frustración social ante el principio de la realidad
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano