Ya hace diez años de los
primeros brotes de la crisis económica que aún estamos padeciendo
en la actualidad. Recuerdo, como si fuera hoy, cómo desde mi
despacho de una de las empresas del grupo que dirigía llegaban a mi
mesa informes de la evolución económica del país elaborados por
los expertos gabinetes de estudios de las más reputadas entidades
financieras, a su vez que en las tertulias mediáticas nadie se
atrevía a pronunciar la palabra maldita. No obstante, los unos más
conscientes que los otros, camuflaban la realidad de la situación
bien para no generar un estado de pánico social y así ganar el
tiempo suficiente para poner a salvo los muebles, bien a la espera
del efecto milagro de una tempestad de verano que nunca pasó.
Pero de eso ya hace diez
largos años. Largos porque, aunque el tiempo es relativo por ser
subjetivo, toda travesía del desierto se hace larga. La pregunta a
estas alturas de la nueva realidad que generó el cataclismo del 2007
ya no es el ¿por qué? -ampliamente reflexionado-, sino el ¿qué
hemos aprendido a lo largo de esta crisis?. Extrayamos, desde la
perspectiva analítica que nos ofrece el largo periodo de estudio,
las máximas del aprendizaje:
1.-Toda crisis
económica en una economía estructural es inversamente proporcional
a su crisis social, mientras que toda crisis en una economía
conyuntural es directamente proporcional a su crisis social.
Tal y como podemos
observar en la brecha que se ha generado dentro de la UE creando dos
bloques de países a velocidades de crecimiento y recuperación
diferentes. Es por ello que, aunque España sea la cuarta economía
europea en PIB (tras haber abandonado Gran Bretaña el grupo
comunitario), su grado de crisis social es muchísimo mayor que el de
las tres economías europeas antecesoras mayores (Alemania, Francia e
Italia) al ser España una economía conyuntural (es decir, no
industrial y sí de servicios: turística e inmobiliaria,
principalmente).
2.-Toda crisis
económico-social de larga duración en una economía coyuntural como
la española destruye su principal activo como país: la clase media
trabajadora.
Las crisis económicas
son sinónimo de destrucción de puestos de trabajo, lo que conlleva
a la caída de la capacidad de consumo interno nacional, que
repercute de manera directa en el tejido productivo del tercer sector
(servicios), con independencia de si estos servicios son sanitarios,
educativos, de reparación de automóviles, de comercio de vinos o de
cualquier otra naturaleza. Estado que se ve agravado por el cierre de
la fuente de financiación a las pymes (90% del tejido productivo
español eran pymes antes de la crisis) por parte de las entidades
financieras, dejando a la clase trabajadora autónoma sin capacidad
de financiación ni de consumo, pero sí con un alto nivel de
endeudamiento al que solo pueden hacer frente durante un tiempo
limitado mediante el agotamiento de recursos propios (efecto ahogo
como si de un estado de sitiamiento se tratase). Así pues, sin
trabajo no hay capacidad para que la clase media española que vive
de sus rentas del trabajo (salario propio derivado de su actividad
profesional) pueda subsistir, en un momento en que la clase media
española es la mayor preparada cultural y técnicamente de la
historia del país, frente a la minoria clase social alta que puede
continuar viviendo óptimamente en un estado de crisis económica
gracias a sus rentas de patrimonio, generando una brecha social
importante entre ricos y pobres.
3.-Toda crisis
económico-social que destruye su clase media trabajadora se ve
abocada hacia un populismo frenado inicialmente por la resistencia
del Estado de Bienestar Social
La capacidad de aguante
de una clase social media trabajadora que aunque quiera no puede
sobrevivir por sí misma en una crisis económica de larga duración
(rentas del trabajo precarias, en el caso que las haya), tiene sus
limites. Y desde la penuria de la carencia, y en algunos segmentos
más desfavorecidos de la población incluso de la exclusion social
en progresiva expansión, las tendencias de corte populista
-nacionalistas y/o segregacionistas-, se ceban, retroalimentan y
crecen. Un populismo formal político que comporta un contenido clara
y contundentemente de revolución económica. Un populismo que en
España encuentra aún hoy en día su freno expansivo en la
resistencia de los propios pilares del Estado de Bienestar Social
(creado en antaño gracias a la clase media trabajadora): véase el
sistema gratuito sanitario, el sistema gratuito educativo, o la
economía de escala doméstica creada a partir de las prestaciones
por jubilación de los más mayores que dan cobertura de vivienda y
alimentación a gran parte de sus familiares (población activa) en
estado de desempleo. Una resistencia del Estado de Bienestar Social
frente al populismo que encuentra su peor enemigo en el tiempo de
duración de la propia crisis.
(Recomiendo el artículo
“La mitad de los trabajadores de España son pobres ilustrados sin identidad de clase social propia”)
4.-La crisis
económico-social española no tiene su solución en la panacea de la
UE, sino en la recuperación de nuestra clase media trabajadora.
En
un contexto de crisis económica global, agudizada en nuestro país
por una economía coyuntural, resultaba lógico en un principio
buscar soluciones económicas de ámbito global, en nuestro caso
dentro de la fuerza de acción de la zona Euro como estrategia común
frente al resto de un mundo donde la economía está interelacionada
y es de naturaleza internacional (como efecto de las ingenierías
financieras de los bancos y el monopolio de servicios y productos de
las multinacionales desde mitad del siglo XX). Una estrategia que
derivó en la cesión de la soberanía nacional económica de los
países miembros de la UE en beneficio de un frente común bajo una
misma acción política. Una estrategia a día de hoy fallida a todas
luces, que se ha cobrado como víctima al propio proyecto de la UE
que en la actualidad está bajo revisión de sus miembros y sin saber
hacia dónde va, ni cual es su futuro a corto plazo (Una caja de
pandora abierta por el Brexit y alentada por una visión económica
etnocentrista alemana). Frente a esta situación, la UE ha dejado de
ser la panacea como solución a los problemas económicos de España,
por lo que la opción más inteligente pasa por centrar nuestros
esfuerzos -de manera activa y decidida, y sin contar con el desazón
de los designios de la economía internacional (en nuestra jerga:
dormirse en los laureles a la espera que todo pase)- en recuperar
nuestra clase media trabajadora, la única solución viable para
reactivar nuestra economía productiva y, de paso, frenar tendencias
de corte populista. Nuestra clase social media trabajadora -que
aunque prácticamente ya no exista como tal, aún mantiene su sentido
de identidad propio-, está suficientemente capacitada para generar
valor añadido como ventaja competitiva empresarial adaptada a un
mundo cambiante, a falta que el Estado, mediante los medios al
alcance del poder ejecutivo y legislativo (Gobierno y Congreso de los
Diputados), le otorguen los instrumentos de trabajo necesarios para
su buen desarrollo (comenzando por replantear la figura del autónomo
a nivel impositivo y fiscal, y por abrir el grifo de una financiación
para reactivar el consumo).
5.-La crisis económica
nos ha enseñado que el cambio de paradigma para una economía
saludable pasa por la Gestión del Talento para la Innovación y la
Competitividad.
Que
la crisis económica ha cambiado las reglas del juego económico y
por extensión del Mercado, no es ninguna novedad. Y que toda crisis
económica a lo largo de la historia de la humanidad debe entederse
dentro de su contexto histórico y social, resulta obvio (No es
extrapolable el crack del 29, aunque encontremos denominadores
comunes o almenos reconocibles). Es por ello que debemos observar el
cambio de paradigma económico al que nos ha conducido la actual
crisis económica dentro del contexto actual de la denominada Cuarta
Revolución Industrial. En este escenario, marcado por un Mercado en
constate cambio y evolución que busca rentabilidades inmediatas, la
adaptabilidad (que llamamos capacidad competitiva) es la regla
dorada. Pero para ser competitivos, para poder adaptarnos a los retos
constantes del fluir del Mercado, debemos ser innovadores, y por
todos es sabido que no hay innovación sin talento (desarrollo de
habilidades y capacidades de las personas) como materia prima. En
otras palabras: no existe empresa competitiva sin Innovación, ni
Innovación sin Talento. Tanto es así que una de las caracteríticas
más valoradas y que definen la Cuarta Reolución Industrial en la
que nos hayamos inmersos es, justamente, la Gestión del Talento como
motor de la Innovación para la generación de empresas Competitivas.
Y si algo caracteriza a la fuerza productiva española es
precisamente su naturaleza talentosa, otra cosa bien diferente es
nuestra falta de cultura (pública y privada) en la promoción de la
Gestión del Talento, que no es más que gestionar de manera
inteligente y adecuada las capacidades y habilidades de nuestro
activo humano para crear valor añadido a nuestras empresas y, por
extensión, a nuestra economía y al conjunto de la sociedad. O
implantamos la Gestión del Talento en nuestra economía productiva,
o nos condenamos al ostrocismo económico (y por ende, social) en un
Mercado de competencia global donde las economías emergentes (E7)
relevarán en menos de cinco décadas a las potencias económicas
actuales (G7) por su fuerza innovadora y adaptable a los nuevos
tiempos.
PD:
Para quién esté interesado en una herramienta de gestión
empresarial clave para la innovación y la competitividad, de fácil
e inmediata aplicación para sus empresas, recomiendo el método
Business Model of Talent, del cual soy autor.