Ayer,
tras el revuelo mediático, financiero y político de carácter
mundial que produjo la victoria democrática de Donald Trump a la
Presidencia de Estados Unidos (predicciones proféticas de los
Simpsons incluidas), no pude más que dejarme arrastrar por la
curiosidad frente a los hipnóticos acontecimientos como un humilde
espectador más -palomitas en mano-, de una entretenida película
hiperealista.
Pero
lo que me interesó de la película, una más de las que se estrenan
diariamente en la cartelera de la humanidad (ésta, eso sí, con
mayor presupuesto que otras), no fue el guión argumental en sí
mismo propio de una mala telenovela (con afines y detractores según
la experiencia de vida de cada cual), sino el patrón sociológico
que muestra la propia película. Claro está que para poder observar
un patrón se requieren de otros puntos de referencia, que en este
caso es el resto de las películas de la humanidad ya estrenadas, lo
que permite pronosticar cómo será la segunda parte de esta película
(que al final del artículo me atreveré a exponer, por predecible).
La
singularidad del estreno de la película de la llegada de Trump a la
Casa Blanca, centro de operaciones de influencia mundial, dibuja de
manera clara y definida el patrón que sigue la humanidad a lo largo
de la historia en su evolución: el movimiento pendular. Un patrón
que nos indica que la evolución de la sociedad humana está sometida
a períodos de contraste cíclicos de expansión y contracción, cuya
oscilación es de igual intensidad tanto en su avance como en su
retroceso, y que por tanto es un proceso (físico) natural en el
universo conocido que permite la fuerza cinética suficiente para
generar cualquier tipo de movimiento existente.
Este
movimiento pendular no solo lo podemos observar en la alternancia de
gobiernos republicanos y demócratas en USA, sino también en los
cambios de política socialdemócratas y conservadores-liberales en
la propia Unión Europea, o los ciclos económicos de bonanza y
crisis a nivel global (que actualmente en la zona euro han llevado
recientemente de una política económica de expansión a otra de
austeridad en busca de una nueva tendencia de crecimiento, sin
mencionar el giro unionista de los países miembros a un estadio de
desmembramiento actual), sino que también lo podemos observar en la
alternanza de estilos de expresión a lo largo de la historia del
arte, en el cambio de ciclos de las estaciones, en la rueda de
continua sucesión entre el día y la noche, o incluso -con mayor
fuerza gráfica, si cabe- en la contracción y expansión del
lánguido cuerpo de un gusano en su caminar (o, mejor dicho,
arrastrar).
Un
principio pendular de evolución que genera un movimiento, sabedores
que todo movimiento conlleva una dirección y una velocidad, la cual
no es más que la variación de un cambio de posición por otro en el
transcurso de un tiempo determinado (v=e/t). Lo que significa por un
lado que toda evolución puede ser calificada de positiva o negativa
según los parámetros de referencia de cada observador (he aquí la
gracia de la política), y que la unidad de tiempo (t) que requiere
un movimiento (v) para cambiar de posición (e) puede superar la
propia unidad de tiempo de vida de un ser humano (he aquí la gracia
de los cambios sociales, que suelen ser generacionales).
En
un mundo impermanente, donde todo está en continuo cambio y
transformación y nada es nunca igual (recordemos a Heráclito que
demostró que nunca introducimos la mano en la misma agua de un río,
a lo que los epigenetistas contemporáneos añadirían que tampoco la
mano es la misma a cada nueva inmersión), la pregunta correcta no es
sobre el movimiento pendular per se en nuestra evolución,
sino si en dicho proceso de evolución perduran como inmutables
algunos de los hitos del bien colectivo conseguidos por la humanidad
con independencia de las alternanzas de polaridad social, tales como
los Derechos Humanos, la Democracia o el Estado del Bienestar Social
a nivel general, o los Derechos del Trabajo, la universalidad de la
Educación y la Sanidad, o el respeto por el Medio Ambiente de
carácter más particular, por poner algunos ejemplos. A lo que cabe
responder, con práctica seguridad empírica, que si bien es
constatable que en las nuevas sociedades occidentales siempre queda
un base residual sobre la que se reedifica un nuevo movimiento social
pendular, no podemos afirmar la inmutabilidad de dichos hitos de
beneficio colectivo en el paso de un extremo del péndulo a su
opuesto. Y a los hechos de rabiosa actualidad más o menos camuflada
debemos remitirnos. Por lo que no se puede esperar que el nuevo
presidente norteamericano -máximo exponente del cambio en el
movimiento pendular contemporáneo- mantenga los hitos sociales del
Bien Común tal y como los ha heredado, sino más bien actuará a
imagen y semejanza de los antiguos imperios que, para construir el
propio, desmontaban los templos, castillos y palacios del imperio
conquistado para uso y beneficio particular en la construcción de un
nuevo modelo de orden social.
Y
sin intención de alargarme más en esta breve reflexión, tal y como
me comprometí al inicio del artículo, desvelaré mi pronóstico
(bueno, imputándomelo como propio resulta muy pretencioso, ya que es
el pronóstico extrapolable del patrón de evolución de la misma
historia de la humanidad) sobre el argumento de la segunda parte de
la película que nos ocupa:
Título:
Norteamérica para los norteamericanos II
Director:
Donald Trump
Intérpretes:
Norteamericanos & CiA, Organismos Internacionales, ciudadanos de
fuera del gran país norteamericano, subciudadanos de segunda y
tercera, y otros extras.
Datos:
Género humano profundamente humano, USA , 2016-20120/24 (muchos
minutos)
Argumento:
Habiendo cumplido algunos de sus objetivos presidenciales de hacer de
Estados Unidos un gran país, con talante de presidente ejecutivo de
una millonaria multinacional, las políticas controvertidas de la
Administración Trump caracterizadas por su pragmatismo y eficiencia
de corte empresarial se enfrentan, por contraste con una clara
carencia de sensibilidad social y de menosprecio a los intereses de
ámbito global, a un juicio de valor moral de una gran parte de una
población emergente norteamericano que acabará con el mandato
republicano para devolvérselo a los demócratas, cumpliendo así el
principio del movimiento pendular hasta una nueva y futura oscilación
política en sentido opuesto. Nihil novum sub sole.
En
un lugar a resguardo del frío de España (de Europa), a 10 de
noviembre de 2016