En un mundo complejo como el actual, de naturaleza
global e interrelacionado a tiempo real, hemos aceptado -casi por resignación
empírica en estos últimos tiempos- que más importante que la inteligencia
intelectual que es la que determina lo que sabe una persona (basada en la
inteligencia lógico-matemática y lingüística), es la Inteligencia Emocional el
factor clave que marca la diferencia entre el éxito y el fracaso social, ya que es ésta la que determina lo que hará esa misma persona en la vida real. Pues la Inteligencia
Emocional es la capacidad que tiene una persona de manejar, entender,
seleccionar y controlar sus emociones y la de los demás con eficiencia,
generando así resultados positivos para su propia vida y la de su entorno.
La Inteligencia Emocional capacita a una persona
para motivarse a sí misma, para controlar sus propios impulsos, para
perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, para definir
las gratificaciones, para regular sus propios estados de ánimo, para evitar que
la angustia no interfiera con sus facultades racionales, y para ser empático y
confiar en los demás. Capacidades que van mucho más allá de los conocimientos
de la denominada inteligencia racional (heredera del pensamiento cartesiano del
siglo XVII), y que es la base –la Inteligencia Emocional- de la actual materia
académica denominada Desarrollo Competencial, razón de ser de “Las Fórmulas de la Vida”.
Desarrollo de las habilidades, bienestar,
motivación, control de los impulsos, comunicación, conocimiento, equilibrio,
empatía y comprensión son las características de la Inteligencia Emocional por
todos conocidas. Pero, ¿sabemos cuál es la fórmula de la Inteligencia
Emocional? Veamos a continuación, de manera sencilla y práctica, los diversos
factores claves de su nomenclatura:
IE=[(ACxAR)(ExHS)/(FxP+xC)]M
La Inteligencia Emocional (IE) es igual a la suma de
los productos de los factores de la Auto-Conciencia (AC) y la Auto-Regulación
(AR) por la Empatía (E ) y las Habilidades Sociales (HS), dividido por la
multiplicación de los factores de la Felicidad (F), el Pensamiento Positivo
(P+) y la Creatividad (C), elevado a la potencia de la Motivación (M).
1.-Auto-Conciencia (AC)
El primer factor básico de la Inteligencia Emocional
es tener Auto-Conciencia de nosotros mismos, ya no como seres pensantes, sino
como seres sintientes. Es decir, percibir y comprender nuestros pensamientos,
actitudes y creencias acerca de nuestras emociones, así como las sensaciones
corporales que acompañan los diferentes estados emocionales.
La Auto-Conciencia es propia de la Inteligencia
Intrapersonal, una de las diversas inteligencias múltiples existentes. No
obstante, debemos subrayar que la Auto-Conciencia, como la Inteligencia
Emocional en su conjunto, es una habilidad y no un rasgo de la personalidad,
por lo que al tratarse de una habilidad se puede aprender e integrar como una
capacidad más en nuestra vida diaria. No obstante, cabe subrayar en una
sociedad exprés y enajenada como la actual, que no hay habilidad ni hábito sin
práctica, ni práctica sin disciplina.
En este punto, recomiendo la lectura del artículo
“Si quieres ser feliz, redescubre tu sencilla naturaleza”, así como sus artículos
relacionados, publicado en mi blog personal y recopilado en el glosario de
términos de la sección “s”, apartado “Sencillez”, de mi obra abierta “Vademécum del Ser Humano”.
2.-Auto-Regulación (AR)
Una vez que somos capaces de percibir y comprender
nuestro mundo emocional, el segundo factor de la fórmula de la Inteligencia
Emocional no es otro que el de manejar y utilizar óptimamente dichas emociones.
Pues nuestro mundo emocional es la antesala de cómo nos comportamos y
reaccionamos frente a nuestro mundo exterior, ergo nuestro mundo exterior no es más que un reflejo de nuestro
mundo interior (Principio de Causalidad).
Una persona con Inteligencia Emocional se
caracteriza en su gestión de la capacidad de Auto-Regulación por cuatro
características básicas:
I.-Proactividad: Canaliza las emociones de una
manera más constructiva,
II.-Higiene Ambiental: Evita personas o situaciones
que le generan sentimientos negativos
III.-Positividad: Busca el lado positivo de las
situaciones,
y, IV.-AutoControl: Evita actuar impulsivamente.
Exponer y desarrollar los elementos para la
Auto-Conciencia y la Auto-Regulación emocional, dos caras de una misma moneda y
esencia de la Inteligencia Emocional, requiere de un espacio y de un tiempo
propio. Un esfuerzo de síntesis didáctica y de creatividad pedagógica que ya
realicé años atrás en mi obra “Manual del Guerrero Blanco” que cualquier
persona puede descargarse online y gratuitamente, y que recomiendo
enfáticamente no solo para este punto de la exposición de la fórmula que nos
ocupa, sino para cualquier momento de nuestra vida. Pues otro mundo futuro mejor
y más libre tendríamos si enseñásemos Auto-Conciencia y Auto-Regulación
emocional a nuestros pequeños del presente. Libertas
Capitur, Sapere Aude (La libertad se conquista, atrévete a saber).
3.-Empatía (E)
Pero como dijo el polímata Rousseau en plena
Ilustración: el hombre es un animal social por naturaleza. Por lo que si el
hombre, como especie, vive en sociedad, su Inteligencia Emocional no puede
limitarse a una dimensión interna de sí mismo (ámbitos propios de la
Auto-Conciencia y la Auto-Regulación emocional), sino que debe permitirle
además el poder interactuar activa, eficaz e inteligentemente con el resto de
personas de su propia comunidad. He aquí el tercer factor de la formulación de la
Inteligencia Emocional: la Empatía, que es la capacidad de ver las situaciones
o los problemas desde la perspectiva de otra persona, o descrito más
poéticamente, el arte de comprender emociones ajenas. Un factor propio de una
de las diversas Inteligencias Múltiples que tenemos los seres humanos, la
Inteligencia Interpersonal.
La Empatía en sí misma es una de las Habilidades
Sociales más exitosas, porque consiguen que las demás personas se sientan
comprendidas, escuchadas y apoyadas emocionalmente. Es por ello que destaca con
personalidad propia dentro de los factores clave de la formulación de la
Inteligencia Emocional. Las características de las personas empáticas son
principalmente cuatro:
I.-Sensibilidad Social: les preocupan los problemas
y sentimientos de los demás,
II.-Comunicación No Verbal: saben captar e
interpretar los estados emocionales y los lenguajes corporales y faciales de
terceras personas,
III.-Feedback
Social: son capaces de interactuar y demostrar a las otras personas que han
captado sus sentimientos,
y, IV.-Respeto: saben aceptar los sentimientos y
conductas de los otros con independencia de que no las aprueben,
4.-Habilidades Sociales
(HS)
Pero junto a la Empatía, en la dimensión externa de
la persona, existen un conjunto de conductas aprendidas de forma natural –y que
por tanto pueden ser enseñadas-, que se manifiestan en situaciones
interpersonales y que son socialmente aceptadas, por lo que representan el
cuarto factor clave en la formulación de la Inteligencia Emocional: las Habilidades
Sociales.
Como podemos deducir, las Habilidades Sociales son
profundamente culturales, por lo que difieren unas a otras dependiendo de los
contextos socio-culturales en las que se desarrollan. Las Habilidades Sociales
más universales son las de tipo primarias (escuchar, iniciar y mantener una
conversación, formular una pregunta, agradecer, presentarse, presentar a otras
personas, hacer un cumplido, etc), pero difieren no solo de su naturaleza
natural, sino también de su ámbito de actuación. Por lo que las Habilidades
Sociales son diferentes, por ejemplo, si son relativas al mundo empresarial o personal,
y dentro de las empresas, si se trata de empresas multinacionales o de empresas
de ámbito local y de autoempleo. Es por ello que en un mundo globalizado, las
Habilidades Sociales requieren de materias de conocimiento complementarias que
aseguren su éxito, como es el caso de la Comunicación Intercultural, que
estudia y enseña cómo relacionarse adecuadamente en otros contextos sociales y
culturales.
No obstante, cabe subrayar que el éxito de las
Habilidades Sociales como factor de la Inteligencia Emocional es directamente
proporcional al nivel de salubridad emocional propio de los factores de Auto-Conciencia
y Auto-Regulación emocional. Puesto que si la persona es capaz de gestionar
adecuadamente sus propias emociones (tales como el miedo, la depresión, el
estrés, la tristeza, la alegría, etc), podrá desarrollar con mayores garantías
de éxito una calidad de vida sana y satisfactoria en relación a los demás:
ámbito social y profesional
5 y 6.-Felicidad (F) /
Pensamiento Positivo (P+)
Es cierto, como hemos visto en los diversos
componentes de la formulación hasta ahora, que la Inteligencia Emocional es la
capacidad de percibir, asimilar, comprender y regular las emociones propias y
la de los demás. Pero no es menos cierto que no podemos hablar de Inteligencia
Emocional con propiedad sin entenderla como un estado de conciencia que genera
un sentimiento personal de alegría (Felicidad), gracias a una actitud
positividad propia de un hábito integrado de higiene mental e higiene emocional
(Pensamiento Positivo).
Es por ello, que describir la fórmula de la
Inteligencia Emocional sin los componentes de la Felicidad y el Pensamiento
Positivo es como hacer una receta culinaria insípida e inolora en un
laboratorio esterilizado, nada que ver con la naturaleza emocional humana.
De hecho, tanto los factores que componen las
fórmulas de la Felicidad como del Pensamiento Positivo son reactivos naturales de la Inteligencia Emocional, al desarrollar, potenciar y retroalimentar tanto la Auto-Conciencia como la
Auto-Regulación emocional.
En este punto del artículo, nos derivaremos a las
nomenclaturas correspondientes expuestas de “Conoce la fórmula de la Felicidad:
F=[(A.HM)/E]S” y “Conoce la fórmula del Pensamiento Positivo: P+=(P+/S+.CD)LLC”
de la serie de contenidos en Desarrollo Competencial de “Las Fórmulas de la Vida”.
7.-Creatividad (C )
Pero si algo caracteriza a la Inteligencia
Emocional, a la vez que es el factor más olvidado, es justamente la
Creatividad. Pues la Inteligencia Emocional es una acción creativa continua de
la persona en la búsqueda de la solución más óptima y económica posible ante
una situación o circunstancia concreta, gracias a la buena gestión de los
factores anteriormente expuestos de la fórmula. Sin Creatividad ya podemos
tener Auto-Conciencia o capacidad empática, así como ser positivos, que no
avanzaremos un ápice del punto en el que nos encontremos, por lo que estaremos
inmersos en otra actividad diferente, pero no será Inteligencia Emocional.
En este punto, y sin intención de extendernos, nos
derivaremos a la nomenclatura relativa a la Creatividad: “Conoce la fórmula de
la Creatividad: C=(I2.T)S” de la serie de contenidos en Desarrollo Competencial
de “Las Fórmulas de la Vida”.
8.-Motivación (M)
¿Qué haría una persona si no tuviera Motivación? La
respuesta válida puede ser doble: o nada, o repetir de manera autómata y
prácticamente sin interés un hábito aprehendido. Es por ello que si los
elementos esenciales que caracterizan la Inteligencia Emocional son, a título
sintetizado, la emoción, la percepción, la atención y el aprendizaje, todos
ellos necesitados de una actitud personal activa y comprometida, ¿cómo se
desplegará la Inteligencia Emocional en una persona sin Motivación? Resulta
imposible.
Así pues, el octavo y último factor de la
Inteligencia Emocional, que potencia y da sostenibilidad en el tiempo al resto
de elementos de la formulación, no es otro que la Motivación. Esta, como bien
se desprende de la famosa Pirámide de Maslow, puede ser generada por
necesidades personales de Seguridad, Afiliación, Reconocimiento y/o
Autorealización. En este sentido, para no ser repetitivos ni más extensos, nos
derivaremos a la nomenclatura que la describe: “Conoce la Fórmula de la
Motivación: M = [O (S.A.R.A / C.P+)] F” de la serie de contenidos en Desarrollo
Competencial de “Las Fórmulas de la Vida”.
Acabaré la breve exposición de esta formulación señalando que la
Inteligencia Emocional no solo es un instrumento de gestión de éxito social, sino
sobretodo un camino de autosanación y autorrealización personal y, por
extensión, colectivo. Por lo que la inclusión de la Inteligencia Emocional en
el ámbito educativo, en formato de materia de Desarrollo Competencial, de
manera transversal respecto a los conocimientos clásicos considerados como
intelectuales, es imperativo en una sociedad que ha dejado de evolucionar
biológicamente (según parámetros darwinianos), para evolucionar en base y a
partir de la gestión del conocimiento. Parafraseando a Aristóteles: educar la
mente, sin educar el corazón, no es educar en absoluto. Fiat Lux!