Cuando hablamos de valores
universales, incluimos la Justicia como un ideal supremo y
abstracto de lo justo, pero lo cierto es que cada uno de nosotros
tenemos un concepto particular y concreto de lo que es justo según
nuestro determinismo cultural y nuestra propia experiencia de vida
personal. Es por ello que aquello que es justo para unos, para otros
no lo es, y sobre dichas creencias -sean en uno u otro sentido-
reafirmamos nuestra identidad con nosotros mismos y en relación al
resto del mundo con el que convivimos. Un debate de rabiosa
actualidad social en los tiempos de crisis económica que vivimos,
siendo a su vez tan antiguo como la propia humanidad.
Está claro que nuestro concepto
romántico de la Justicia como valor supremo nos viene determinado
por la filosofía platónica, y más particularmente -aunque menos
conocido- por su obra la República donde Sócrates, como
personaje narrativo, conceptualiza la Justicia como una armonía
social ya en la antigua Grecia, donde los gobernantes deben ser lo
más sabios y justos posibles. Si bien nuestro concepto social de la
Justicia, como conjunto de pautas y criterios que establecen un marco
adecuado de convivencia entre personas e instituciones (pautas que
crean nuestros políticos en los parlamentos como poder legislativo
en forma de leyes), nos viene determinado por el Derecho Romano, y
más particularmente por el jurista romano Ulpiano, quien definía la
Justicia como la constante y perpetua voluntad de darle a cada cual
lo que le corresponde.
Y, ¿qué es aquello que nos
corresponde a cada uno?, podríamos preguntarnos como ciudadanos de
a pié. Una pregunta que si bien Aristóteles ya resolvió como
aquello que cada ciudadano se merece en proporción a su
contribución a la sociedad, a sus necesidades y a sus méritos
personales (Justicia como igualdad proporcional), todavía sigue sin
estar claro más de 2.300 años más tarde. Por no estar claro, no está claro ni en nuestra Constitución, de cuyo principio fundamental de Igualdad para todos aún se debate si debe entenderse como igualdad material o igualdad de oportunidades. Y si no que se lo
pregunten a un autónomo, a un parado de larga duración con familia
a su cargo sin derecho a subsidio, o a un empresario del IBEX-35.
Diferentes maneras de entender lo que le corresponde a cada cual, ya
sea a nivel individual o colectivo, que marca las diferencias
ideológicas entre partidos políticos, que son al final quienes
redefinen y actualizan constantemente el concepto de Justicia.
Una Justicia de correspondencia proporcional directamente relacionada al esfuerzo individual de
cada persona que tiene cabida en un marco capitalista de libre
mercado en expansión (modelo norteamericano), complementado y
equilibrado por los derechos sociales garantizados en un Estado del
Bienestar Social (modelo europeo); pero que se rompe en períodos de
recesión o de estancamiento económico y de desmantelamiento de los
preceptos sociales, como está sucediendo en España hasta
la fecha con casi ya una década a nuestras espaldas de crisis
económica (tiempo suficiente para consumir los ahorros familiares de
las clases populares y medias reservados para improvistos o tiempos
difíciles).
Pues la Justicia como igualdad
proporcional se basa en la recompensa de la cultura del esfuerzo
(quid pro quo), pero ¿qué sucede cuando una persona, aun
esforzándose en su día a día por mejorar, no alcanza a disfrutar de
una vida digna? Y si no que se lo digan a los jóvenes recién
licenciados -con posgrados o masters incluídos- que no pueden
independizarse de casa de sus padres, a los trabajadores -ya sean
asalariados o libres profesionales- que no son ni mileuristas (lo
cual no les alcanza ni para pagar el alquiler de un piso barato), o a
los trabajadores altamente cualificados mayores de 40 años que no
pueden reincorporarse al mercado laboral (aún estando en plenas
facultades profesionales, con importantes cargas familiares a las que
responder, y quedándoles al menos 40 años más de esperanza de
vida). Para todas estas personas, donde no hay correspondencia
efectiva y práctica entre esfuerzo y recompensa en sus vidas
diarias, la Justicia social no existe. Y, por ende, tampoco existe la
Justicia como valor universal.
Así pues, si no hay Justicia
Universal -concepciones teológicas a parte-, ni tampoco hay Justicia
Social, ¿qué hacemos?. La respuesta tan solo tiene tres opciones
posibles:
I.-Resignarse, lo que conlleva
la rendición frente ya no a una vida mejor, sino incluso a una vida
digna. (Otra opción válida es abrazar la vida monacal)
II.-Movilizarse Socialmente, lo
que conlleva una firme voluntad de coordinación y correlación de
fuerzas colectivas en una dirección cuyos resultados suelen ser a
largo plazo, por no decir a generaciones vista. (Y si no que se lo
pregunten a los llamados partidos políticos nuevos)
o, III.-Movilizarse
Personalmente, lo que conlleva optimizar (por enésima vez, si es necesario) nuestras fuerzas,
habilidades y aptitudes a corto y medio plazo, o lo que es lo mismo:
potenciar nuestro activo humano desde un punto de vista de Desarrollo
Competencial. En otras palabras: si la Justicia social no te alcanza,
conquista tu propia Justicia personal dentro de la sociedad, (eso sí,
de manera ordenada y sin altercados). Pues, al final, nadie va a
vivir la vida por ti.
Con independencia que una
persona esté comprometida o no en un cambio generacional del
concepto de Justicia Social propio de las movilizaciones sociales, lo
cierto es que como la vida es tiempo, y el tiempo apremia por ser
caduco para nuestras efímeras existencias, personalmente considero
la tercera opción de Movilizarse Personalmente como la solución más
inteligente y práctica para nuestras vidas humanas, profundamente
humanas (como diría Nietzsche).
Llegados a este punto, la
pregunta del millón no puede ser otra que la que reza: ¿cómo puedo alcanzar la
Justicia Social de manera práctica en mi vida a través de la
Movilización Personal, que me garantice una vida digna y -si puede
ser- próspera? La respuesta, si bien es propia para desarrollar en un libro o en un
curso, puede resolverse de manera inicial y aproximada mediante una de las múltiples formulaciones en materia de Desarrollo Competencial que se postulan en Las Fórmulas de la Vida: Conoce la Fórmula de Gestión para Mejorar, cuyos compuestos alquímicos claves para alcanzar la Justicia Personal se basan en la gestión del fracaso, la gestión del conocimiento y la gestión de la reinvención.
Así que, amig@s, ante la ausencia de una Justicia Universal o Social -para decepción de muchos-, y ante la incapacidad de la Política por resolver las necesidades urgentes de sus conciudadanos socialmente más débiles, solo queda la tenacidad personal.
Est victoria in perseverant / La victoria es de los perseverantes.
Fiat Lux!
Así que, amig@s, ante la ausencia de una Justicia Universal o Social -para decepción de muchos-, y ante la incapacidad de la Política por resolver las necesidades urgentes de sus conciudadanos socialmente más débiles, solo queda la tenacidad personal.
Est victoria in perseverant / La victoria es de los perseverantes.
Fiat Lux!
Tarraco Scipionum Opus, a 27 de junio de 2016
(Reflexión
del día después de las segundas elecciones generales en España).