A veces la vida nos pone en modo stand by, es decir, que al igual que un
aparato eléctrico estamos conectados pero en estado de reposo a la espera de
recibir órdenes. Pero, ¿órdenes de quién?, pues de la Vida misma, que es quien nos
vuelve a poner en movimiento ya sea activando nuestro ser desde nuestro interior,
ya sea generando un nueva fuerza motriz –a empujones, a abrazos, con una tímida invitación, o mediante un grito
imperativo y desesperado- desde nuestro exterior, que no es más que el efecto directo
de las fuerzas que fluyen, confluyen y se interrelacionan en nuestro entorno
más inmediato, que a su vez están influenciadas y determinadas por una realidad
más amplia e integradora de la que formamos parte de manera indisociable (como
una realidad que engloba a otra realidad y que a su vez está en el interior de
esta última, propio de todo universo toroidal).
Vivir en modo stand by es como quien espera en una
parada de autobús o de metro a que llegue su transporte, pero mientras no llega
debe estar preparado y tenerlo todo a punto para cuando el vehículo haga parada
pueda subirse a él. Con la diferencia que el único que conoce los horarios de
llegada de nuestro autobús o metro particular no es nadie más que la Vida, a
quien le encanta jugar a las sorpresas en el momento más inesperado. Si no
fuera así, dejaría de ser misteriosa.
Estar preparados mientras
esperamos en la parada, no significa estar parados. Pues la vida a nuestro
alrededor no deja de fluir en un continuo cambio y transformación, por lo que
mientras hacemos tiempo a que llegue nuestro autobús o metro, debemos permanecer
en un estado de continua y renovada preparación. Ya que si bien pudimos acceder
a la marquesina de la parada preparados, a cada día que pasa de espera sin
hacer nada más que esperar a que llegue nuestro transporte que nos conduzca a
un nuevo horizonte profesional o personal, nos condenamos a estar un poco más
desfasados; como le sucede a ese electrodoméstico que fue de última generación
en su día y que a día de hoy se ha quedado obsoleto en un sistema operativo de
una realidad diferente para la que fue creado.
Permanecer en un estado de
preparación continúa para no perder el autobús, el metro o el tren que nos
lleve a un nuevo y mejor futuro, es una actitud activa frente a la vida. Una
actitud que nos obliga a estar despiertos a los cambios que se producen frente
a nuestros ojos más allá de la marquesina de la parada en la que nos hayamos,
sabedores que desconocemos por cuántas paradas deberemos pasar en nuestro viaje
por la vida. Una actitud despierta,
proactiva y curiosa que significa vivir de manera consciente con nosotros
mismos y en relación con el vertiginoso mundo en el que nos ha tocado vivir.
Lo contrario es quedarse
estancado en una de las múltiples paradas de nuestro trayecto personal. Que es
una opción. De hecho, hoy en día vemos muchos jóvenes que optan por evadirse de
ellos mismos y de su realidad más inmediata, viviendo como en un letargo
inducido por mundos virtuales o por drogas blandas de las que acaban
dependiendo en su día a día (solo hay que poner atención al auge del olor a
María en nuestras calles). Un estado patológico de somnolencia profunda y
prolongada que es lo opuesto a vivir en un estado de conciencia despierta. Y,
aunque parezca paradójico, no se puede soñar si uno no está despierto (versus a
deambular por los sueños de naturaleza onírica), y sin capacidad para soñar
despiertos no hay reinvención personal posible, la cual activa nuestra voluntad
de permanecer en un estado de preparación continua que nos permita dejar atrás
tantas paradas de metro o de autobús o de tren como sean necesarias para llegar
al destino de una vida mejor.
A veces la vida nos pone en modo stand by, y nos vemos en una marquesina pública
esperando a que llegue nuestro medio de transporte. Y con los años –y más en
los tiempos que corren- aprendemos que estas paradas forman parte natural de la
vida misma. Hoy me encuentro en una de esas paradas, preparado con ilusión y
cierto nerviosismo (al igual que mi hija pequeña por ver qué le traen los Reyes
Magos) a coger el próximo tren que pase, sabedor que el viaje forma parte de la
experiencia de la vida, y encantado por disfrutar y dejarme sorprender por nuevos
paisajes como si fuera la primera vez. Pues disfrutar del viaje de la vida es
disfrutar de la misa vida, consciente que para poder disfrutarlo hay que estar
continuamente preparado para seguir el viaje y no perder el tren.
Artículos relacionados:
Articuloteca: