Todos sabemos que la economía es
el sistema de producción, distribución, comercio y consumo de bienes y
servicios de una sociedad o de un país. Así pues, todos estaremos de acuerdo,
asimismo, que depende de qué tipo de economía apliquemos obtendremos un tipo u
otro de sociedad, ¿verdad?. Tanto es así que la Política –en mayúsculas-,
cuando desea cambiar el rumbo de una sociedad, las primeras medidas que toma
son de carácter económico. En otras palabras, dime qué tipo de economía
aplicas, y te diré qué tipo de sociedad tienes.
No obstante, para discernir qué
tipo de sociedad queremos, hemos tenido que realizar un ejercicio de reflexión
previo. O, lo que es lo mismo, hemos tenido que filosofar sobre los posibles
modelos de sociedad en los que pueden derivar nuestras decisiones económicas.
Pues la filosofía no es más, ni menos –ya desde tiempos ancestrales en que el
ser humano tiene conciencia de sí mismo y su entorno-, que la acción de reflexionar
sobre la esencia, las propiedades, las causas y los efectos que afectan especialmente
sobre el hombre y el/su universo. Entonces,
¿por qué en España acabamos de eliminar la filosofía de la ESO y la hemos
relegado a una asignatura optativa de Bachillerato, cuando desde hace siglos
atrás formaba parta del núcleo de la educación humanista de nuestra
civilización? Un acto, a todas luces, inconsciente por parte de nuestros
gobernantes. O, ¿se trata de un acto consciente?...
Eliminar prácticamente la
asignatura de filosofía de nuestro sistema educativo obligatorio es sinónimo a no querer
que las futuras generaciones desarrollen la capacidad de pensar por sí mismos,
en un mundo ya de por sí sobresaturado en inputs de información paquetizada y a
la carta, dentro de una cultura hedonista que crea realidades paralelas a
través de la exaltación de los sentidos. Si es así, ¿quiénes serán aquellos que
piensen, reflexionen, y por tanto filosofen sobre el sistema económico que
determine una u otras sociedad posible? Seguramente, la élite, que es lo mismo
que señalar a aquellos que manejan el Mercado.
Es curioso observar el hecho que
la filosofía, a lo largo de siglos, ha sido materia obligada en todos los
sistemas educativos del mundo occidental justamente cuando, la educación y por
extensión la cultura, eran privilegio de unos pocos. Y ahora, cuando la
educación y la cultura se han sociabilizado como valores universales propios de
los derechos fundamentales de todo ser humano, la filosofía –materia que enseña
a pensar-, se elimina de las aulas.
Al eliminar la filosofía de la
Enseñanza, estamos formando a futuros adultos que, desde el momento anterior a
su propia concepción, han heredado el compromiso de sus padres (nosotros) de
ceder al Mercado la capacidad de pensar qué modelo de sociedad quieren. Y ya sabemos
que el Mercado entiende la economía como aquel sistema de creación de riqueza
que beneficia sus propios intereses, por encima de los derechos, la equidad y
la justicia social. Es decir, por encima de las necesidades de las personas
como seres humanos. Aunque de ceder nuestra soberanía como pueblos para decidir
el futuro de las sociedades ya sabemos un poco, al haber dejado desde hace
tiempo el control de la creación del dinero como moneda en manos de los bancos
privados.
Si al ser humano se le niega
incluso la oportunidad de aprender a filosofar en un mundo donde la economía impera
sobre cualquier otro valor, incluso el de la propia vida, quedamos abocados a
una nueva era donde las sociedades democráticas quedan a la sombra del poder de
un Mercado absolutista, por lo que tendremos que redefinir el concepto de
democracia del pueblo, así como los principios de igualdad de oportunidades y
dignidad de las personas.
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