Hoy me han invitado a formar
parte de la campaña de Niños contra el Cáncer a través de Facebook, que tiene
como objetivo dar a conocer esta enfermedad mediante la simpática iniciativa visualizadora
de cambiar nuestros perfiles en las redes sociales por un héroe de cómic
durante al menos 24horas. A mi personalmente me ha tocado ser Hércules de la
mano de mi superamiga Raven (Montse Gea), aunque no me siento ni mucho menos merecedor
de tal arquetipo.
Lo cierto es que el cáncer es una
lacra social de la que parece que no haya familia que se salve directa o
indirectamente, y que con independencia de sus causas (donde el estrés juega un
papel relevante), sabemos que se produce por una alteración en el ritmo de reproducción
celular que afecta no solo a la velocidad de crecimiento, sino también al
desorden de sus formas y funciones. Un efecto biológico que desde siempre me ha
llamado la atención, ya como autor a los 25 años del ensayo “La velocidad,
señora del espacio-tiempo”.
Está claro que la ciencia moderna
afronta el cáncer mediante investigaciones biomédicas y sociales, pero cabe
reflexionar también desde el ámbito del espectro electromagnético. Es decir,
sabemos que toda materia en este universo conocido (átomos-moléculas-células-órganos-cuerpos)
-por estar formado de energía que ni se crea ni se destruye, sólo se transforma-
vibra a una frecuencia determinada, y no a otra, para que la vida sea posible.
Así, si alteramos al alza la frecuencia de vibración de un cuerpo, podemos
enfermarlo e incluso destruirlo (Miremos de poner un cuerpo dentro de un microondas
y veremos lo que pasa).
A estas alturas de la humanidad,
también sabemos que existe una constante normal biológica en la vibración de la
frecuencia de los cerebros de todos los mamíferos del planeta, incluido el ser
humano, de 7,8 Hertz (ciclos por segundo), que de hecho es la misma frecuencia
de la Tierra, conocida como Resonancia de Schumann, que a su vez está en
directa correlación con los campos magnéticos del planeta. De lo que podemos
deducir fácilmente que la velocidad de las células de un ser vivo, que entendemos
como frecuencia vibratoria, y su interrelación directa con los campos magnético
terrestre y humano, son importantes en la calidad de la salud de las personas
(elementos patógenos aparte).
Es por ello interesante
reflexionar sobre la alteración de la frecuencia vibratoria de las células del
cuerpo causantes del cáncer, y el conocimiento versado y aún por descubrir en
materia de espectros electromagnéticos aplicados al mundo de la sanidad. Quién
sabe si el tratamiento futuro de enfermedades como el cáncer, en vez de
proseguir por la agresiva senda de la invasión de sustancias químicas al
organismo como en el caso de la quimioterapia, pasará por tratamientos
electromagnéticos no invasivos que reeduquen unas células alteradas en su
frecuencia vibratoria normal. Si mediante ondas sonoras, parte del espectro
electromagnético, podemos hacer levitar piedras, ¿no podremos en un futuro
reconstruir la ingeniería celular?.
Por un mundo de niños y adultos
sin cáncer!
Reflexión en una tarde lluviosa que huele ya a octubre.