El fracaso forma parte intrínseca
del aprendizaje, ya que nadie nace aprendido, y más en una sociedad donde las
reglas del juego cambian en continua y vertiginosa evolución. Y, por otro lado,
para aprender hay que experimentar, lo cual no está exento del fracaso, pues solo
tras la experiencia personal y colectiva de la prueba-error podemos aprehender
los conocimientos necesarios para avanzar.
Así pues, el fracaso es una
experiencia de aprendizaje muy real tanto en nuestras vidas personales como
profesionales, desde que inhalamos el primer aliento de vida hasta que
exhalamos el último suspiro, pero el miedo a volver a fracasar es una opción
individual.
El miedo, como todos sabemos,
paraliza, siendo el peor enemigo para poder reinventarnos e innovar en el
camino que nos lleva a alcanzar nuestras metas. Pero si algo caracteriza al
miedo es, justamente, que se trata de una expectativa de futuro. Al igual que
el éxito. Y ambos, el miedo al fracaso y la esperanza por el éxito, se enmarcan
dentro de la incertidumbre del futuro, sabedores que no hay futuros absolutos
sino tan solo futuros posibles (aquellos en los que nos enfocamos).
Es por ello que el miedo a volver
a fracasar es una opción individual de apuesta futura, al igual que es una
opción individual de apuesta futura la esperanza por el éxito en nuestras
vidas. Depende de qué opción alimentemos más, nuestro futuro posible se verá
decantado hacia uno u otro final, siendo conscientes que a cada nuevo día
tenemos la opción de cambiar de rumbo (no te resignes al fracaso!), y que –como
dos caras de una misma moneda- no existen éxitos sin fracasos.
No hay mayor remedio contra la
parálisis del miedo a fracasar que las ganas por alcanzar el éxito, que se
reduce en el deseo de mejorar nuestras vidas. Una motivación que requiere de
una clara y contundente decisión personal, ya sea por una personalidad de
marcado carácter optimista, ya sea por una fuerte convicción a la que se llega tras
el cansancio que produce el vivir (o en muchos casos, el malvivir) una vida que
no gusta y que se desea cambiar.
Sea cuales fueren las causas que
empoderan la motivación de cada persona, lo cierto es que la postura ante el
miedo a volver a fracasar es una opción individual y, tristemente,
culturalmente transferible (ya que hay muchas sociedades que conciben el
fracaso como una consecuencia negativa, sin ser conscientes que forma parte de
la experiencia de aprendizaje de todo ser humano y que, por tanto, es ley de
vida).
La buena noticia es que, por un
lado la crisis ha desdramatizado los fracasos personales, y por otro lado la fuerza
de la vida siempre empuja por salir adelante, incluso en las peores
circunstancias. Por lo que toda persona tiene la opción –tras tomarse el tiempo
necesario de cura tras un fracaso- de apostar nuevamente por la esperanza de
éxito en su vida.
Tuya es la opción, así como el
derecho a una vida digna. Que no te digan lo contrario.