miércoles, 29 de julio de 2015

La Gestión del Cambio requiere de personas creativas

Lo cierto es que llevamos toda la vida adaptándonos a los cambios, ya que la vida es un continuo fluir donde, por ley natural, nada es nunca siempre igual. Aunque también no es menos cierto que hay personas que sienten los cambios en su vida personal de una manera más intensa que otros. Una causa, per se llena de incertidumbres, que en el mundo de las organizaciones empresariales se intenta minimizar a través de la práctica que denominamos gestión del cambio, que no es más que adaptarse de manera continua a los nuevos devenires.

Pero para gestionar los cambios primero hay que preverlos, como el centinela vigía en lo alto del palo mayor de un barco de vela que anuncia lo que se avecina. Y, si ya no tenemos tiempo de preverlos –ya sea porque el vigía es corto de vista, ya sea porque no disponemos de capacidad para tener un vigía-, no hay más remedio que contar (en procesos de cambios de alta velocidad) con un buen copiloto que, ante la inminencia de cada curva u obstáculo, nos vaya chivando el próximo movimiento. Pues bien saben los pilotos de rally que no se puede conducir a gran velocidad y salvar los retos del recorrido a la vez sin un buen copiloto de ayuda. En otras palabras, la gestión del cambio en una empresa es un trabajo de equipo.

No obstante, no podemos caer en la falsa simplificación de que la gestión del cambio se reduce a una adaptación constante del entorno, como si una carrera de rally solo se ganase mediante una hábil destreza en el manejo del cambio de marchas del vehículo. Pues todo cambio también implica adaptar nuestro vehículo al nuevo paisaje, que siempre es diferente al que hemos dejado atrás. Por lo que la gestión del cambio representa, además de adaptación, gestión de los fracasos registrados y capacidad de reinventarse mediante procesos de innovación. Quien no aprende de los errores e innova su vehículo queda condenado a quedarse relegado en último lugar y, muy probablemente, quedarse tirado en medio de la carretera.

Y como todos sabemos, a día de hoy, no hay estructura empresarial –como vehículo por muy avanzado que sea-, que tenga la capacidad por sí misma de gestionar el fracaso, gestionar la reinvención y gestionar la innovación (los tres pilare clave de toda gestión del cambio). Para ello necesita del factor humano. Pero no todas las mentes humanas, por muy cualificadas técnicamente que estén (ya sean economistas o ingenieros), disponen de dicha facultad. Porque en los procesos de gestión del cambio entra en juego un elemento clave de gestión empresarial que es la mente creativa, aquella que conecta de manera directa con nuestro hemisferio cerebral derecho, donde las estructuras neurológicas interrelacionan piezas de puzle dispares y sueltas de la realidad existente para crear un nueva y actualizada versión de puzle perfectamente engranado a la realidad del momento presente-futuro.

En definitiva, en un mundo altamente tecnificado y cambiante, la mente creativa (propia de las personas de conocimiento humanista) crea, mientras que la mente técnica materializa. Sin capacidad creativa, no hay cambio; y sin cambio, no hay futuro.