Cuántas veces hemos escuchado
oír, a lo largo de los últimos años de diseño y creación del proyecto europeo
desde que España se adhiere en junio de 1985 –para entonces tenía 13 años-, que
la unión de los países de la comunidad europea es la Europa de los Pueblos. Hasta
que tres décadas más tarde, en ocasión de que uno de sus países pone bajo referéndum
nacional una de las imposiciones de la Comisión Europea, nos damos cuenta que
nos tenían engañados, que nuestra Europa no es de los Pueblos, sino de los
Mercados, donde los ciudadanos no somos más que clientes sin derechos sociales pero
con gravosas obligaciones contractuales financieras, y en donde un referéndum democrático
es considerado como chantaje inaceptable -por no decir declaración de guerra
parlamentaria unilateral- por parte de
quienes controlan dichos Mercados.
Y ya sabemos que en los Mercados
no hay cabida para la Democracia, sino única y exclusivamente para el salvaje y
autoritario capitalismo donde los hombres y las mujeres quedamos reducidos a
simples activos en el cuadro de pérdidas y ganancias de aquellos que acaparan
las rentas más altas, y en cuyos cuadros de explotación se ha suprimido el
principio de beneficio social –único garante de una sociedad justa y
equitativa- en una descarada e inhumana apuesta por el principio del beneficio
económico.
No señores, esta no es nuestra
Europa de los Pueblos y de sus ciudadanos. Esta es la Europa de los Señores de
los Mercados, donde la sombra industrial del IV Reich es alargada en su segunda
oleada de ocupación europea mediante una clara ofensiva desde su parqué de
bolsa de Frankfurt para convertir a los pueblos mediterráneos en ciudadanos de
tercera. Ya que, como marca la lógica del capital, para que haya ricos deben
existir pobres.
Quien nos iba a decir, seis meses
atrás, que sería justamente Grecia, origen de Europa y cuna de la Democracia,
quien se enfrentara a la Europa de los Mercados como grito de guerra
reivindicativo de la Europa de los Pueblos, tal si una versión actualizada de una
batalla del Peloponeso se tratara mediante el uso del voto democrático como fuerza
de ataque. Una vez más, los griegos con su movilización ciudadana nos han
reconectado con nuestras raíces de la dignidad humana de Cicerón, el espíritu
del gobierno del pueblo –Democracia- de Clístenes de Atenas, y la esencia de la Europa de Homero.
Mientras tanto, es triste observar
cómo en España, desde alguna cadena televisiva de propiedad eclesiástica –así como
de partidos de corte católico-, se defiende los derechos de mercado de los
ricos en detrimento de los derechos humanos de los pobres, a imagen y semejanza
de los mercaderes en el Templo de Jerusalén, en contra de cualquier precepto evangélico
de defensa de Jesús con los pobres, y con una clamorosa ceguera frente a la
encíclica “Laudato si” del jesuita Papa Francisco con los marginados. Aunque
esta es harina de otro costal…
Ante esta situación, cabe destacar
el consciente papel activo que la humilde Grecia está jugando en su pulso por redefinir
la política comunitaria, rescatando no solo la Democracia en la empachada Europa
de soberanismos cedidos –o mejor dicho comprados-, sino rescatando el derecho
humanista de toda persona a una vida digna frente a la fría insolidaridad de
los Mercados.
A partir de aquí, nos toca mover
al resto de pueblos versus la tiranía de los gobiernos de los Mercados. El planteamiento
es de sencilla formulación: ¿estamos por la igualdad o la desigualdad social? ¿Oxi
o Nai?