La anestesia mental para los
problemas endogámicos de los ciudadanos de occidente que es la caja tonta -ya
sea la televisión, el ordenador o el móvil con conexión informativa global,
entre otros dispositivos tecnológicos-, nos incapacita al dolor frente a
imágenes siniestras de asesinatos por decapitación, ahogamiento en jaulas o
muerte por explosivos en las cabezas que, por la distancia que nos separa de
los hechos, nos llegan a parecer tan irreales como las violentas películas a las
que tanto estamos acostumbrados a ver en nuestro tiempo de entretenimiento.
Pero este pasado Viernes Negro,
donde 65 personas han sido asesinadas en el triple atentado en Francia (corazón
de Europa), Túnez (Magreb) y Kuwait (Oriente Próximo), en ocasión del primer
aniversario de la fundación del califato del Estado Islámico, ha despertado del
letargo somnoliento a la vieja Europa no solo al instaurar el estado militar de
alerta antiterrorista –en España hemos pasado del nivel de defensa de medio a
alto-, sino incluso a proclamar la nueva cruzada del siglo XXI contra el
yihadismo.
Y la nueva Cruzada en la que
entramos no parece ser, ni mucho menos, de resolución ni fácil ni a corto
plazo, ya que los guerreros yihadistas cuentan con más de 30.000 hombres en pie
de guerra y un gran número de simpatizantes y potenciales terroristas en todo
el mundo imposible de conocer -la mayoría con nacionalidades de segunda o
tercera generación europeas-, una aparente riqueza de cientos de millones de
euros para financiar sus objetivos, y un pleno conocimiento de la psique de su
enemigo: nosotros los occidentales, que queda sobradamente demostrado en su
abrumadora capacidad de publicidad mediática del horror.
Este pasado Viernes Negro, la
vieja Europa se ha percatado que el yihadismo no es un conflicto local que con
Al Qaeda se reducía a Iraq –con el aviso previo del funesto atentado del 11-S-,
que posteriormente mutaría al Estado Islámico de Iraq (ISI), y luego al Estado
Islámico de Iraq y Siria (ISIS), donde los yihadistas se encarnizaban en una
guerra civil destruyendo tristemente restos arqueológicos persas patrimonio de
la humanidad a su paso ante la impasividad de Naciones Unidas, sino que se
trata de un yihadismo global de tintes extremistas y totalitarios, con
mentalidad de guerra santa del siglo XII pero con la inteligencia y el
armamento del siglo XXI, con vocación de crear un sistema organizado, tal y
como lo demuestra la creación de escuelas y campamentos de recreo en su “microestado”
conquistado entre Iraq y Siria donde enseñan a los niños a disparar a los
prisioneros.
Ante esta situación, la vieja
Europa se ve obligada a levantarse nuevamente en Cruzada, esta vez por defensa
de los valores humanistas, frente a una maldad propia de ángeles caídos
transformados en demonios bíblicos que solo buscan bañar de sangre su
expansión.
Está claro que debemos de
solventar en nuestra casa las causas de la marginalidad social que lleva a
descendientes islamistas a una búsqueda extremista de su identidad, y ayudar a solventar
los desequilibrios económicos, sociales y humanitarios en los focos insurgentes
de Oriente Medio bajo el prisma del respeto a ricas culturas milenarias por un
futuro mejor de la humanidad. Pero, no obstante, no es menos claro que ante el grave
actual estado de la situación no podemos más que levantarnos en Cruzada, ora et
labora, como civilización milenaria contra aquellos que desean nuestra
aniquilación total.
Non Nobis
Domine
+fr. J.