¿Cómo es posible que el número de ricos haya crecido en España
un 40% durante la crisis, y que incluso en este último año 2014 ha crecido por
encima de la media tanto europea como mundial? Y, a su vez, la brecha entre
ricos y pobres alcanza niveles de récords históricos en una España que ya
cuenta con el 18% de tasa de pobreza, casi el doble desde que comenzó la
crisis.
Los economistas, esos tecnócratas del sistema financiero del
libre Mercado, nos argumentarían sobre esta realidad, gráfico multidinámico de tablet
en mano y ciertos poses forzados de ilustrísimos de Estado, mediante principios
de austeridad marcados por el Banco Central Europeo –fundado a imagen y semejanza
del Bundesbank alemán-, llegando a aburrirnos hasta la saciedad, y aún más,
embrollando la madeja de tal manera que ni el mismísimo Minotauro sabría
encontrar la salida de tal laberinto kafkiano.
En cambio, si en vez de a un economista le preguntásemos a
un físico, que deducen los parámetros de funcionalidad de una realidad concreta
mediante la simple observación, nos responderían de tal manera que todos los
mortales lo entenderíamos: la desigualdad en España que genera la brecha entre
ricos y pobres se debe al principio de los vasos comunicantes, cuando una clase
social se desequilibra al alza la otra clase social se desequilibra a la baja y
viceversa. ¿Será entonces, que los economistas de gemelos en puño blanco no
quieren que lo entendamos? Seguramente, será.
Si contásemos con un Arquímedes o a un Pascal como ministros
de economía o directores del Banco Central Europeo, tendrían rápida respuesta
al actual estado de desequilibrio social y económico: la solución pasa por
equilibrar los vasos comunicantes entre clases sociales, lo que en términos
económicos significaría redistribución de la riqueza y políticas fiscales e
impositivas equitativas (ya que actualmente existe una mayor carga sobre las
rentas del trabajo de las clases medias, beneficiando así a las grandes
empresas y fortunas por encima del resto de los ciudadanos). Pero claro, esta
solución de equilibrar los vasos comunicantes entre clases sociales suena a herejía populista que sube la tensión
arterial a cualquier neoliberal de postín que vive en un coto de bienestar
social privado a expensas y exclusión de
los demás.
No obstante, los millones de ciudadanos de segunda y de tercera
del mundo occidental contamos con un mecanismo de control de nivel de los vasos
comunicantes sociales, que no es otro que el sufragio universal donde una
persona es un voto. Así pues, desde nuestra mayoría democrática –que no de
recursos financieros-, hagamos uso consciente de nuestro reducto de libertad
como ciudadanos del viejo continente y, mediante el poder de las urnas, traigamos
a la vida política y económica de nuestros países a Arquímedes o Pascales como
garantes de la igualdad social que garantice el regreso del Estado de Bienestar
Social al conjunto de los ciudadanos, desterrando a los libros de historia a
los trajeados vasallos grises del despiadado Señor de los Mercados.