¿Dinero o Personas? He aquí la nueva cuestión shakesperiana de nuestro
tiempo. Aunque a todas luces es evidente
que ya hemos decidido: primero el dinero, y luego las personas. De hecho, si
una persona no tiene dinero, no tiene valor en nuestra sociedad. No vale nada.
Por no valer, no tiene valor ni su derecho natural a una vida digna como ser
humano, ni incluso su propia vida como ser de nuestra especie.
Lo paradójico de la situación es que el dinero no basa su valor en la
existencia de una contrapartida en oro, plata o cualquier otro metal noble o
valores, ni en su valor intrínseco, sino simplemente en su declaración como
dinero por el Estado. Sin esta declaración, la moneda no tendría ningún valor: el
dinero sería entonces tan poco valioso como el pedazo de papel en el que está
impreso.
Así pues, la pregunta es obligada: ¿por qué el Estado
otorga más valor a la vida del dinero que a la vida de las personas?
Es entonces que entran en juego los juristas del dinero,
los economistas, para proclamar desde sus púlpitos sacrosantos que el valor del
dinero no sólo radica en su declaración como tal por parte del Estado, sino
también por su valor (especulativo y usurero) concedido por el crédito de los
Mercados. Y que son éstos los que gobiernan los Estados.
Y aquí nos preguntamos de nuevo: ¿por qué el Estado otorga
más poder a los Mercados que al poder democrático que emana de su propio
pueblo?
Y otra vez entran los sacerdotes del dinero para
explicarnos las leyes incomprensibles (-mente inhumanas) del propio Mercado, que
nada tiene que ver con las leyes naturales de la realidad diaria de las personas
de calle que somos el pueblo.
Llegados a este punto, queda en evidencia que Mercado y
Democracia dejan de ser compatibles si el pueblo pierde su poder soberano de
garantizarse un estado de bienestar social hasta el punto que la vida de las
personas que lo integran deja de tener valor.
¿Hasta dónde hemos llegado?
¿En qué punto del camino el dinero, que era un medio para
facilitar la vida digna de las personas, convirtió a las personas en su propio medio
para garantizarse su existencia?
¡Hasta aquí hemos llegado!
Es hora que prioricemos a las personas sobre el dinero.
Es hora que otorguemos a las personas un valor mayor que
el valor que otorgamos al dinero.
Es hora que elijamos Estados que velen por el bienestar
de sus pueblos, por encima del bienestar del Mercado.
Es hora que el poder soberano del pueblo marque los
límites rojos de los Mercados para que no vulneren los derechos fundamentales
democráticos de sus ciudadanos.
Es hora de volver a reinventar los valores y principios
del dinero para que sea un medio útil y social para el progreso y desarrollo del
bienestar de la vida de todo ser humano.
Es hora de sociabilizar el dinero.
Es hora de revindicar la dignidad humana.
Es hora de reinventar un nuevo modelo de humanidad.