Cada planeta es una
realidad. Cada continente de ese planeta es una realidad. Cada país de esos
continentes es una realidad. Cada ciudad de esos países es una realidad. Cada
familia de personas de esas ciudades es una realidad. Cada persona de esas
familias es una realidad. Tú eres una realidad. Una realidad que cambia, se
modifica y transforma cada vez que inspiras y expiras. Al igual que el resto de
realidades.
Todos somos realidades
diferentes e individuales que convergemos y divergemos con ópticas cóncavas y
convexas, según nuestra posición con respecto al resto de realidades referentes
de nuestro entorno más inmediato, en un mismo espacio real poliédrico cuya
naturaleza se pierde en su estructura holográfica a lo largo, ancho y alto del
universo infinito, y cuya textura diferencial nos viene dada por el
determinismo biológico, cultural, social, psicológico y de evolución espiritual
personal.
No hay realidad igual a
otra. Como no hay dos copos de nieve idénticos. Pensar lo contrario es del loco
que aún cree que la Tierra es plana, el tiempo absoluto y que el hombre viene
del mono. No hay realidad igual a otra. Pero sí diferentes realidades en un
mismo espacio que luchan por fogacitarse las unas a las otras, intentando cada
cuál imponer la catedral de su verdad “real”, como bacterias en guerra convulsiva
por expandirse sobre un mismo cuerpo cuya relevancia vital es equiparable a la
conquista sobre una molécula de agua de una de las millones de gotas que
dibujan el horizonte del océano.
Somos múltiples realidades
oliendo de mil maneras diferentes una misma flor, viendo de mil maneras
diferentes un mismo cielo, y experimentando de mil maneras diferentes un mismo
amanecer. Múltiples diferentes realidades que cambiamos constantemente en el
pequeño intervalo de tiempo para la eternidad que va desde ese mismo amanecer a
su propio ocaso. Múltiples diferentes realidades impermanentes intentando vivir
en una realidad común.
Somos realidades
diferentes, que aun viviendo una misma experiencia, la respiramos, sentimos,
integramos y transmitimos de manera diferente.
Así pues, amig@, nuestro
es el derecho por ley natural de identificarnos y posicionarnos en la
diferencialidad de nuestra realidad, aunque sea la que más difiera de su
entorno, pues es nuestra y de nadie más. Y justamente en esa identificación
radica la esencia de reconectarnos con nuestra naturaleza verdadera, que no
puede ser de otra manera que diferente a todas las demás.
Y por otra parte, no te
preocupes por nada más, pues tu realidad será enterrada en el olvido de los
tiempos tras tu muerte. Así pues, vive con valentía tu diferencialidad!, sabiendo
que solo debes preocuparte cuando dejes de ser diferente, pues es el claro síntoma
de que has dejado de ser Tú mism@.