El tiempo, y con él
la vida que discurre dentro, es como una secuencia fractal donde
dentro de uno hay otro. Así como dentro de nuestra medida de tiempo
se encuentra el tiempo de la mariposa cuya vida tan sólo dura un
día, nuestro tiempo como seres humanos a su vez se encuentra dentro
de la medida de tiempo de las montañas cuya vida transcurre a lo
largo de millones de siglos. Y así de manera infinita a nivel macro
y microcósmico, situándose la realidad temporal de nuestras
efímeras existencias en algún punto de la eterna secuencia fractal
del Tiempo donde se manifiesta el flujo continuo y cambiante de la
Vida.
Es por ello que la
percepción de la Vida en cualquier organismo del Universo depende de
la referencia de medida de tiempo con la que se mida. Así pues,
aunque nuestra limitada percepción temporal como humanos no nos
permita observar la pulsación vital de un ser -ya sea animal,
vegetal o mineral-, por encontrarse en otro punto diferente al
nuestro en el continuo fractal del Tiempo, no significa que no tenga
vida propia sino tan solo que no podemos percibirla. En este sentido,
al igual que un parásito que vive en alguna parte de nuestro
organismo no puede percibir nuestra vida como personas completas e
individuales; en nuestro caso, como seres que formamos parte del
planeta nos cuesta percibir la vida de la Tierra como un organismo
vivo, completo e individual.
Esta visión
consciente de la Vida manifestada ricamente en el Universo a escalas
temporales diversas, dentro de una secuencia fractal infinita, nos
debe hacer entender no solo que somos un Todo interconectado, y que
por tanto debemos ser responsables en nuestras interacciones con el
resto de la Creación, sino que también nos debe alentar a ser
respetuosos con cualquier otra forma de vida diferente a la nuestra,
aunque no la entendamos. Puesto que la vasta gama de escalas
diferentes de ritmos del Tiempo, manifestadas dentro de su continuo
fractal, no son más que las pulsaciones de la Vida que componen la
gran sinfonía orgánica que llamamos Universo.
En otras palabras:
el Universo es un ser orgánico y vivo, creador de todas las formas
conocidas y por conocer, y por tanto como Ser Creador que es tiene
conciencia propia, una conciencia superior e infinita de la que
formamos parte como seres de su creación. Un Ser Creador al que
podemos llamarle de muchas formas, cada cual a su nivel de
entendimiento y de tradición cultural, pero que nos permite intuir
una vez más en el punto evolutivo de nuestra humilde especie, ya sea
por vía espiritual o por vía científica, que Todo es Uno y que Uno
es Todo. Sabedores que la energía unificadora por excelencia del
Universo que permite la cohesión e interconexión entre todas las
partes del Todo no es otra que la que lo humanos conocemos como
energía del Amor, la cual tenemos la capacidad innata como especie
de manifestarla a través del respeto, la solidaridad y la caridad
con nuestros semejantes y el resto de la Creación.
Es por ello que en
estos tiempos convulsos y de transición, donde las diferencias
sociales en el plano humano se agravan entre personas indignadas y
personas indignas, personas excluidas de cualquier derecho a una vida
digna y personas acaparadoras de todos los derechos y privilegios
sociales, no hay mayor remedio que el despertar, la cohesión,
fortalecimiento y multiplicación de conciencias individuales basadas
en el Amor, cuya energía une e integra, frente a las conciencias
individuales basadas en el egoísmo, cuyas energías dividen y
excluyen.
A los despiertos y
activistas comprometidos en la conciencia del Amor daros ánimos,
pues la fuerza de la Vida del Universo conspira a vuestro favor!.
Puesto que el ser humano evoluciona de manera progresiva e inexorable
hacia la Luz, un espacio donde la oscuridad no tiene cabida.