Hace poco más de cien
años, es decir solo dos o tres generaciones atrás en nuestras propias familias,
en plena revolución industrial habían empresarios españoles del sector textil
que consideraban que sus trabajadores solo necesitaban pan y cebolla para
trabajar, y que por supuesto estaban exentos de cualquier derecho laboral. Una
concepción de la empresa, y por extensión de la idea empresarial de ser
competitivo y de ganar dinero que, a todas luces, nos parece una aberración
propia del esclavismo a la luz de la conciencia contemporánea.
Poco más de cien años
después hemos avanzado, sin lugar a dudas, en derechos y obligaciones laborales
dentro del marco de lo que llamamos los Estados de Bienestar Social en busca de
un mundo que lucha contra los desequilibrios sociales. Un concepto de sociedad
que, sea dicho de paso, se encuentra actualmente duramente bombardeado por las
imposiciones restrictivas de los dictámenes de lo que hoy denominamos Mercado
Financiero y que afectan al conjunto del sistema de prestaciones sociales. Pero
con independencia de esta situación puntual de rabiosa actualidad –que debe
combatirse por dignidad humana-, la humanidad ha dado un salto evolutivo irreversible
en nuestra conciencia colectiva de justicia, equidad y responsabilidad social positiva
que no solo incide en nuestras relaciones interpersonales, sino también en
nuestra relación como especie con el conjunto del planeta. Una nueva y renovada
conciencia colectiva que, como en cada fase evolutiva del hombre, nos obliga a replantearnos
el concepto de lo que entendemos por empresa y, por extensión, lo que
entendemos por economía y, por tanto, lo que concebimos como sociedad moderna.
A estas alturas de la
película, en un mundo global e interactivo a tiempo real, y en el que el hombre
continúa buscando la excelencia de su propia existencia como individuo y
especie, no podemos concebir una empresa si ésta no es Sostenible, Nutritiva y
Comunitaria. En caso contrario, como nos pasa al volver la mirada atrás en el
pasado reciente de las fábricas textiles de principios del siglo XX, las
denominaremos de otra manera, pero no podremos catalogarlas como organizaciones
empresariales en nuestro concepto moderno empresarial. La empresa del siglo XXI
es Sostenible, Nutritiva y Comunitaria, o no es.
Una empresa es Sostenible
cuando su política productiva no se basa en el obsolutismo programado, es
decir, en fabricar intencionadamente productos de corta durabilidad para
fomentar la cultura del consumo continuo, lo que afecta de manera directa y
exponencial en el agotamiento de los recursos naturales del planeta y en la
sobresaturación del actual sistema económico artificial de la oferta y la
demanda, sin hablar de la estafa social que ello implica.
(Sostenibilidad vs.
Obsolutismo Programado)
Una empresa es Nutritiva
cuando su proceso productivo no genera residuos, sino que sus elementos
desechables –véase sólidos, líquidos o gaseosos- son reutilizados de manera
orgánica por su ecosistema más inmediato, ya sea en un entorno humano o en un
entorno puramente medioambiental. Si nos fijamos, la Naturaleza no genera
residuos, sino tan solo nutrientes, que sirven para retroalimentar ecosistemas
varios. No hay ser animal, vegetal o mineral en la Tierra que genere residuos
más que el ser humano, lo que afecta negativamente y de manera directa en la
salubridad de nuestro propio planeta y en el conjunto de su diversidad, entre
los que nos encontramos nosotros mismos como una especie más.
(Nutrientes vs. Residuos)
Una empresa es
Comunitaria cuando su política empresarial se basa en una Economía del Bien Común,
frente a una Economía del Bien Individual. La Economía del Bien Común se
fundamenta en los principios de la ética humana, que no solo abarca
positivamente la gestión empresarial en su conjunto, sino que también incide de
manera directa en la equidad y la justicia social. En contra de la Economía del
Bien Individual, propia de las empresas textiles de principios del siglo XX
–por seguir con el ejemplo-, que solo buscaban el beneficio personal del
empresario en detrimento de crear desigualdades sociales y medioambientales.
(Economía del Bien Común
vs. Economía del Bien Individual)
La empresa del siglo XXI
es Sostenible, Nutritiva y Comunitaria, o no es. Y no es ninguna utopía, pues
actualmente ya existen en el mundo diversas empresas estructuradas bajo esta
renovada y actualizada conciencia socioeconómica. Cualquier estructura
productiva empresarial, gracias al poder creativo y al nivel de conocimiento actual
del ser humano, puede volverse a crear desde cero con mejores y mayores
resultados acordes al nuevo concepto de empresas modernas. Ello bien lo saben
los ingenieros y empresarios pioneros en esta nueva conciencia de gestión socioeconómica,
a la que solo cabe que se sumen las voluntades legislativas de aquellas
personas que se dedican a la política y que dicen ser representantes del pueblo
y gestores del bien común.
Como decía Ghandi, -y a
modo de resumir el cuento de nuestra propia historia como especie-, el mundo es
suficientemente grande para cubrir las necesidades de todos, pero demasiado
pequeño para la avaricia de unos pocos. En nuestras manos está actualizar dicha
frase del célebre pacifista por otra más acorde a la nueva humanidad: En un
mundo abundante y rico en recursos y medios para todos, no tiene cabida el
individualismo y la falta de generosidad de unos pocos.
Quizás sea hora, a modo
de pedagogía global, que creemos el Índice SNC donde se incluyan las empresas
Sostenibles, Nutritivas y Comunitarias, para diferenciarlas de las que no lo
son y así devolver el poder de decisión del mercado al consumidor consciente
del siglo XXI, pues nuestra es la capacidad colectiva de crear un mundo cada
día mejor.