Como hijo de la joven Democracia
española, ya hace tiempo que me he dado cuenta a estas alturas de la película,
al igual que la mayoría de la ciudadanía de este país, que la Democracia está
controlada por un sistema politocrático, que el sistema politiocrático se
articula sobre unos partidos de funcionamiento interno no democrático, que los
partidos de funcionamiento no democrático seleccionan a los representantes
electos, que los representantes electos eligen posteriormente a los que
gobiernan, que los que gobiernan no
responden ante las exigencias de los ciudadanos sino ante las directrices de
los dirigentes de los partidos que los han elegido, que estos dirigentes de los
partidos no seleccionan a los gobernantes por criterios de mérito social sino
por criterios de servilismo, que esta relación viciada de servilismo se camufla
bajo una opacidad en la gestión de los partidos, que esta opacidad de los
partidos se traslada a una práctica opaca en la gestión pública, que esta gestión
opaca pública se sirve para atender a los intereses y privilegios de las castas
políticas, y que estas castas políticas se centran en gestionar el poder en
detrimento de gestionar el bien social primando al Capital para afianzarse en su
estatus de poder.
Como hijo de la
Democracia española, ya hace tiempo que me he dado cuenta a estas alturas de la
película, al igual que la mayoría de la ciudadanía de este país, que nuestra joven
Democracia necesita avanzar en su proceso natural de evolución hacia la madurez.
Un avance firme y decidido del sistema democrático en tres direcciones bien
definidas de clamor popular:
1.-Cambiar el actual
sistema representativo por un sistema de elección directa, lo que representa a
la práctica en los partidos políticos instaurar las elecciones primarias a todos
los niveles y en la ley electoral instaurar el sistema de las listas abiertas.
2.-Crear un modelo
orgánico del candidato electoral, lo que representa a la práctica definir la
calificación necesaria requerida para presentarse a unas elecciones en
vinculación directa con un área concreta de gestión pública, definir los
honorarios fijos a percibir por la labor y categoría desempeñada, así como
definir el tiempo máximo de ejercicio público.
Y, 3.-Implementar la
democracia directa en la gestión pública, lo que representa a la práctica
instaurar un sistema de transparencia de gestión y participación directa de la
ciudadanía en la propuesta, aprobación y seguimiento de los proyectos públicos
a través del uso, entre otros medios, de las nuevas tecnologías.
Con la aplicación de
estas tres medidas básicas no solo avanzaríamos en el proceso natural de
madurez del sistema democrático del país, sino que ayudaríamos a regenerar la
vida política aumentando el nivel de participación y control de la ciudadanía
sobre la gestión pública, y la sociedad recuperaría la confianza gravemente
devaluada en la actualidad sobre las instituciones del estado y sus
gobernantes.
La buena noticia es que
es sumamente fácil implantar dichas tres medidas básicas de regeneración
política en nuestro sistema democrático. La mala noticia es que,
presumiblemente y a los hechos nos remitimos, los grandes partidos del país no
tengan la voluntad de llevarla a cabo, no por razones ideológicas -ya que las
medidas encajan a la perfección tanto en el liberalismo de la derecha como en
la socialdemocracia de la izquierda-, sino por intereses partidistas que nada
tienen que ver con el bien social.
-Papá, ¿por qué los
políticos no hacen caso de lo que pedimos la gente?
-Porque no gobiernan para
nosotros, -responde el padre.
-¿Y algún día gobernarán
para nosotros?, -vuelve a preguntar el hijo.
-¡Sí! –alza la voz el
padre para hacerse escuchar entre medio del vocerío de la manifestación en la
que participan-, cuando nosotros recuperemos lo que es nuestro: la Democracia*.
(*): La palabra Democracia proviene de
los vocablos griegos “demos”, que significa pueblo, y “krátos” que significa
poder, por lo que democracia significa el poder del pueblo. Descrito en
términos políticos se dice de aquella forma de organización social que atribuye
la titularidad del poder al conjunto de la sociedad.
-…¿Papá?
-Sí, ¿dime?
-¿Y qué pasa cuando el
pueblo pide una cosa y los políticos hacen otra?
-Pues que ya no es
democracia, hijo mío, es otra cosa.