Innovar es un proceso
creativo que surge o bien a partir de un espíritu competitivo o bien desde una
situación de necesidad, aunque este último escenario es exponencialmente mucho
más proactivo que el primero.
En una situación de
crisis económica y de valores como la que estamos viviendo en la actualidad en
gran parte de la vieja Europa, y especialmente en España, campo de cultivo de
vivencias personales y sociales llenas de necesidad, la innovación surge como
una respuesta natural de supervivencia individual y colectiva. Es, en este
contexto, que el verbo innovar toma una mayor dimensión social:
Innovar significa
despertar del letargo inducido por el aturdimiento del bienestar.
Innovar significa
desaprender lo aprendido para reaprender nuevas maneras de hacer.
Innovar significa
encontrar soluciones a problemas nuevos.
Innovar significa salir
del espacio de confort para entrar en un nuevo territorio con los cinco
sentidos bien despiertos.
Innovar significa crear
nuevos senderos allí donde no existían
Innovar significa crear
nuevas reglas para afrontar nuevos retos.
Innovar significa transgredir
las viejas prioridades y sus estructuras.
Innovar significa
imaginar lo desconocido.
Innovar significa
reinventarse como emprendedores.
Pero, ¿cómo se innova?,
podríamos preguntarnos. La respuesta al proceso creativo para innovar se
fundamenta en cuatro fases de desarrollo por todos conocidas:
Primera fase: Detectamos
qué es lo que no funciona en nuestro universo personal o social.
Segunda fase: Imaginamos
cómo nos gustaría que fuese esa parte de la realidad que no funciona.
Tercera fase: Como si
fuéramos niños en un bosque que deseamos construir una cabaña, buscamos en
nuestro propio bosque particular todo aquello que nos ayude para poderla
construir.
Y cuarta fase: Una vez
con los elementos necesarios, nos ponemos manos a la obra a crear.
Como vemos, este proceso
cuenta con cuatro habilidades fundamentales: conciencia de la situación, poder
de imaginación, actitud de búsqueda y voluntad de acción.
Sin lugar a dudas, la
fase crítica es la de encontrar aquellos elementos que nos permitan construir
la solución imaginada, pues se requiere de paciencia y de mantener la mente
abierta a nuevas posibilidades. Por ejemplo, si para realizar nuestro proyecto
innovador requerimos de un proveedor determinado y no disponemos de dinero, en
vez de buscar nuevo capital en un mercado financiero muy complicado, a lo mejor
debemos optar por buscar un profesional que colabore en el proyecto formando
parte de él, y si no damos con dichos profesionales que participen sin
retribución y por objetivos, quizás debamos dejar de buscar en el mercado
laboral tradicional para focalizarnos en las universidades que están llenas de
jóvenes altamente preparados con ganas de implicarse en un nuevo e ilusionante
proyecto innovador como inversión de futuro. Cuando nos encontramos ante un
callejón sin salida, debemos explorar nuevos caminos, cambiando nuestra idea
inicial rígida por otras posibles soluciones más flexibles. Un proceso de
búsqueda paciente que, al final, confirma lo que reza el refrán: quien la sigue
la consigue.
Es cierto que buscar
nuevas soluciones en tiempos de crisis implica, en muchos casos, desaprender lo
aprendido para aprender nuevas maneras de hacer las cosas. Una actitud mental
que requiere de un nivel de autoestima sano, ya que en caso contrario la
facultad innovadora puede perderse a lo
largo de una generación entera, a la espera de la llegada de una nueva generación
libre de determinismos de patrones de funcionamiento caducos que ya no son
viables y que pueden ser la causa de bloqueos mentales colectivos.
La crisis, contrariamente
a lo que se puede imaginar, es una gran oportunidad para la innovación. Innovar
significa emprender. Y emprender, significa tener confianza en un@ mism@ y en
el proceso mágico de la vida, por lo que el estado de ánimo personal, la
llamada autoestima, es un factor individual clave para avanzar socialmente.
Si no nos gusta lo que
tenemos, salgamos a la calle a innovar. Pero, sobre todo, levantémonos de los
sofás, apaguemos los televisores y salgamos a la calle a que nos de el sol. Porque
en los rayos del sol, como en todo reencuentro con la parte más natural de la
vida, están las vitaminas para sentirnos vivos nuevamente. Y si volvemos a sentirnos
vivos habremos recuperado el poder, como seres humanos, de crear una nueva
sociedad.