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Manifestaciones contra el Gobierno por la apertura de la economía |
No cabe decir que aquellos que
parten del postulado de primar la vida sobre la economía, propio de la
filosofía humanista, optarán por salvar vidas; mientras que aquellos otros que
priman el capital en detrimento de la vida humana, propio de la filosofía ultraliberal
capitalista, optarán por salvar la economía. Pero, en todo caso, ¿cuál es la
opción moralmente correcta?. En ambos casos concurre el principio de exclusión
o mejor dicho de sacrificio, en base al valor comparativo otorgado a cada una
de las entidades perceptibles de ser afectadas. Por lo que éste doble horizonte
de sucesos posible, como acción de una voluntad consciente selectiva, debe
entenderse bajo la lógica del choque frontal en un mismo espacio temporal entre
dos sistemas de creencias divergentes, para cuyos credos sacrificar su bien más
preciado representa un verdadero sacrilegio. Por consiguiente, siendo la
elección del objeto a sacrificar un juicio de valor discriminatorio reflejo de
un sistema de creencias determinado, los cuales emanan de un imaginario moral tan
singular como desigual, la respuesta al dilema planteado solo puede hallarse en
el análisis contrastado de dichas naturalezas morales.
Si profundizamos un poco más en
el substrato moral conjunto por tratarse de sistemas de creencias coexistentes,
podemos observar que si bien ambos son aparentemente contrapuestos, comparten
un mismo paradigma común: salvaguardar el bienestar personal. No obstante,
dicho paradigma aun en coincidencia simbólica difiere en su contenido
significativo de raíz, ya que si bien para los humanistas el bien personal tiene
naturaleza existencial por ser la persona el bien a proteger, para los ultraliberales
es de clara naturaleza material por ser el capital el bien a proteger. De lo
que se deduce que unos y otros parten de un tipo de observancia del
comportamiento ético diferente, estando éste para los humanistas basado en el suceso
principal (que es la mortalidad causada por el coronavirus), por lo que el
objeto a proteger es un cuerpo temporal definido en su principio y fin como es
la vida humana; mientras que para los ultraliberales la observancia del
comportamiento ético se basa en el suceso derivado (que es la repercusión financiera
negativa originada por los efectos de control sobre la pandemia), siendo el
objeto a proteger un cuerpo temporal sin singularidad por estar sujeto a la
impermanencia de un continuo cambio y transformación como es la economía. De lo
que aquí se deriva una nueva cuestión, ¿debe la Ética ocuparse de entidades
definidas por singulares o indefinidas por carecer de singularidad? O, aún más:
¿debe la Ética poner su atención sobre decisiones concretas o sobre las
relaciones existentes y futuribles entre las mismas?. Si en todo caso
consideramos que todas las respuestas posibles planteadas son correctas, ¿cuál
prima más sobre las otras para determinar qué es más o menos Ético?.
Realmente, todas éstas preguntas
no son más que una simple estratagema propia de malabaristas de la lógica, que
buscan enredar la razón y alejarnos de la verdad última que subyace en la
respuesta cierta al dilema ético entre salvar vidas humanas o salvar la
economía en un contexto como una pandemia en ésta caso provocada por el
coronavirus. Un burdo intento por convertir dicho dilema en un problema racional
irresoluble, para beneficio ya sea de unos u otros. No obstante, tanto una defensa argumental
fundamentada desde un suceso principal o desde un suceso derivado en verdad no
tiene mayor consistencia para la Ética que el hecho de observar desde la moral un
tipo de comportamiento conductual relativo a los mismos, y en todo caso emitir
un juicio de valor en base a la cultura social imperante y al sistema de
creencias de partida. Por lo que carece de razón de peso para intentar rebatir
e incluso devaluar la intencionalidad de discernimiento de la Ética Aplicada ni
en éste, ni en ningún otro caso donde medie conflicto entre comportamientos
éticos dispares, ya que al fin y al cabo el examen crítico de la Ética no se
basa tanto en la moral como conducta humana, sino en la reflexión filosófica de
los valores en los cuales ésta se fundamenta.
Testear la doble moralidad posible
Así pues, para poder resolver
cuál de las dos opciones planteadas, la de salvar vidas o la de salvar la
economía, es la opción eticamente más correcta, cabe acudir al análisis
objetivo de la naturaleza de los valores morales que influencian los sistemas
de creencias implicados. Para ello no existe metodología más rápida, y
certificada en su diagnosis de calidad a lo largo de la historia del
pensamiento de la humanidad, que testear dichos principios morales a la luz de
los valores universales como patrón ético de referencia atemporal por
apriorístico. Por lo que partiendo de esta premisa, y sin intención alguna de
hacer ninguna tesis al respecto, tan solo exponiendo dichos valores universales
como unidad de medida ética, que no son otros que la Amistad, el Amor, la
Bondad, la Confianza, la Dignidad, la Equidad, la Fraternidad, la Gratitud, el
Honor, la Honradez, la Igualdad, la Justicia, la Libertad, la Paz, el Respeto,
la Responsabilidad, la Sabiduría, la Solidaridad, la Tolerancia, la Valentía y
la Verdad (Ver los Valores Universales en la sección de Antología Efímera del
Vademécum del Ser Humano), podemos llegar a la conclusión aunque sea
intuitivamente que aquella conducta moral que defiende el valor de la vida
humana es eticamente superior a aquella conducta moral que defiende el valor de
la economía sobre la propia vida del hombre. Y aún más, que ésta última no
puede concebirse como una conducta moral sino propia de la moralina, que es
aquella conducta moral falsa por distorsionada que se fundamenta en intereses
particulares alejados de los valores universales. Pues en la defensa de la
economía sobre la vida humana pueden observarse la concurrencia de principios
tales como el egoísmo, la insolidaridad, la desigualdad, la falta de respeto o
la denigración de la Dignidad del ser humano, entre otros, los cuales son de
naturaleza claramente antagónica a los valores universales.
Por otro lado, cabe señalar que
el caso que nos ocupa de la disyuntiva entre vidas o economía es en realidad un
falso Dilema del Tranvía, pues en éste el objeto susceptible de sacrificio en
ambas historias posibles se encuentra al mismo nivel de valor, que no es otro
que la vida humana. Mientras que el valor del objeto excluyente en el dilema
entre vidas y economías es desigual, ya que no posee el mismo grado de valor la
vida humana que la salubridad de un sistema económico, por mucho que
culturalmente el hombre contemporáneo se esfuerce en equipararlos. Por lo que puede
concluirse que en el caso que nos ocupa no se trata en absoluto de una materia
de Ética Aplicada stricto sensu, sino
más bien de un proceso de desambivalencia entre Ética verdadera y Ética falsa a
la luz de la crítica de la razón pura en términos de imperativo categórico
kantiano.
Condicionamientos sociológicos
No cabe decir, por otro lado, que
la observancia del comportamiento ético desde la plusvalía de la economía como
bien superior a defender por encima incluso del valor de la vida humana es resultado
directo, en la actualidad, del éxito de los preceptos de la ideología
capitalista (elevada a categoría de religión) en el sistema de creencias
imperante a nivel global, la cual requiere para su pleno desarrollo del
destierro de toda filosofía humanista en cumplimiento con el principio de la
física clásica que dicta que dos entidades no pueden permanecer a la vez y en
el mismo tiempo en un mismo punto espacial. Una nueva moral postindustrial invasiva
al amparo de la exaltación institucionalizada del individualismo, como medio
necesario para la retroalimentación de un modelo productivo de libre
competencia, que en consecuencia lógica acarrea comportamientos conductuales tanto
individuales como sociales claramente de corte egoísta. Por lo que frente a
políticas que exigen disciplina social, derivadas de medidas racionales de
prevención y control social en la lucha contra la emergencia sanitaria
provocada por la pandemia del coronavirus, es previsible prever que un
ciudadano occidental medio como producto cultural que es de la filosofía
capitalista, aun sin reconocerse como ultraliberal, acabe reaccionando
instintivamente de manera revulsiva y contestataria contra cualquier acción
que, aun al amparo de un bien colectivo respaldado por la comunidad científica,
sea perceptible de atentar tanto contra su conducta individualista como contra
su arraigado esquema emocional vertebrado desde el egoísmo personal. O dicho en
otras palabras, no hay contención conductual exigida que sea sostenible, ni
llamada a la responsabilidad social de las personas en pos del bien colectivo
que valga, para aquellos seres humanos que han crecido en la promoción cultural
del individualismo y el egoísmo. Los cuales, aun de manera inconsciente, frente
al dilema planteado de salvar vidas o salvar la economía, optarán por ésta
segunda no por convicción o ideología, sino como vía de escape a su naturaleza
tan individualista como egoísta, al menos tan pronto superen el miedo a una
situación de riesgo potencial por normalización de la misma, pues el hombre
acaba acostumbrándose a todo por simple naturaleza dúctil con la realidad.
En este sentido, debe señalarse
asimismo que el dilema entre vida o economía genera sociológicamente un proceso
de polarización social, en el que cada polo opuesto centripita para sí todos
aquellos elementos de la sociedad que le
son afines por naturaleza. Por lo que no puede establecerse una relación
directa entre volumen de afiliación a uno u otro posicionamiento social, y la
consideración positiva o negativa de la observancia del comportamiento ético.
Es decir, por mucho que la inmensa mayoría de ciudadanos de una sociedad opten,
por determinismo cultural y condicionamiento psicológico, por salvar la
economía en detrimento de las vidas humanas, no por ello debe considerarse como
una conducta Ética adecuada, a la luz del test comparativo con los valores
universales anteriormente expuestos. Lo único que puede deducirse de dicho
resultado social hipotético es que, desde un punto de vista Ético, nos
encontramos ante una sociedad moralmente enferma por desvirtuación o
transgiversión del esquema de valores de su sistema de creencias.
Por lo tanto, y a modo de
conclusión, ante el debate de rabiosa actualidad en la opinión pública en pleno
contexto de la pandemia del coronavirus de resolver el dilema de salvar vidas o
salvar la economía, queda claro que aquella conducta que se ajusta a la Ética
no es otra que la de salvaguardar primero la vida humana para posteriormente
ocuparnos de la economía. Al hombre lo que es del hombre, y a la economía lo
que es de la economía. Y al individualista y egoísta, más educación en valores
clásicos, por favor.
A orillas del Mediterráneo,
en una España de luto oficial por las víctimas del
coronavirus.
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era de la Pandemia
Nota: Para artículos de reflexión sobre filosofía contemporánea del autor se puede acceder online a la recopilación del glosario de términos del Vademécum del ser humano