Amigo o amiga, imagina por un
instante que eres un Hércules moderno, el cual debe realizar una penitencia de
obligado cumplimiento impuesta por la más alta autoridad de tu sociedad para
poder resarcirte de un grave daño causado en antaño, y con éste objetivo
–beneplácito del Oráculo de Delfos mediante- se te encomienda que realices el
total de Los Doce Trabajos de Hércules. Por lo que, tras haber acometido con
éxito los once primeros, debes ahora enfrentarte al duodécimo y último trabajo
que es capturar al Cerbero y sacarlo del inframundo. No cabe decirte, sea dicho
de paso, que por mucho que viajes hasta el actual cabo de Ténaro o Matapán, el
central de los tres cabos del sur del Peloponeso en la Grecia continental, no
hallarás ya la entrada al inframundo así como tampoco al mítico perro guardián
del mismo. El cual no solo era famoso por ser el perro de Hades, dios del mundo
de los muertos, sino porque era un monstruo infernal de tres cabezas que
aseguraba que los muertos no salieran del inframundo a la vez que no permitía
la entrada a los vivos. Así que únicamente te queda afrontar el trabajo
metafóricamente; es decir, acabar con aquello que la historia de capturar al
Cerbero y sacarlo del inframundo representa, que no es otra cosa que la
Docilidad. Dicho lo cual, la pregunta pertinente es: ¿cómo capturar la
Docilidad?.
Capturar la Docilidad no es lo
mismo que dominar lo Indómito,
temática que ya traté en el octavo trabajo de Hércules que versa sobre el robo
de las yeguas de Diomedes. Por lo que en éste caso que nos ocupa nos
centraremos en la naturaleza propia de la Docilidad. La cual, no solo cabe
entenderse como una actitud de aceptar con mayor o menor agrado aquello que se
manda y que asimismo resulta fácil de educar, sino que también cabe entenderla
como un estado de consciencia que percibe la necesidad de recibir dirección y
guía en todos los aspectos de la vida. Es decir, la Docilidad es la cesión del
poder individual de una persona en pos del beneficio de criterios dictados por
terceras personas. Una cesión del poder personal que, asimismo, se enmarca
dentro de una actitud de sumisión voluntaria. Por lo que la pregunta obligada
no puede ser otra que aquella que plantea la cuestión del cómo y el porqué una
persona, a título individual, llega voluntariamente a un estado de sumisión
manifiesto propio de la naturaleza de la Docilidad.
En una primera instancia,
podríamos decir que el hombre es dócil en tanto que ontológicamente es un
cuerpo orgánico dúctil a la realidad en la que vive, y que asimismo es maleable
a dicha realidad en tanto que ésta es concebida epistemológicamente por una
cultura concreta que la percibe y le da sentido existencial. Ergo, el hombre es un animal dócil
porque es un producto cultural cuya cultura de la realidad le es impuesta en el
momento incluso anterior a su propia concepción. Una explicación que bien puede
aplicarse a una oveja por ser un animal sin raciocinio, pero que no resulta
satisfactoria para un animal racional como es el ser humano con capacidad de
libre albedrío.
Así pues, si el hombre aun
siendo un producto cultural que se adapta a su realidad es capaz tanto de
transgredir dicha cultura como de reinventar por disconformidad la misma
realidad, ¿cuál es la causa verdadera de su Docilidad?. La razón debe buscarse
no tanto en la naturaleza animal del hombre, ni asimismo en su condición de
animal racional, sino en su dimensión inherente a la propia especie humana como
animal social. La cual, si bien se manifiesta formalmente a través de la
cultura (entendida como conjunto de normas y creencias que rigen una comunidad),
es incluso previa a ésta por apriorística. Ésta razón o causa principal de la
Docilidad en la naturaleza humana puede expresarse a través de lo que podemos
denominar los Votos de Sociabilización, entendiendo como votos aquellas
promesas que realiza una persona consigo misma de manera consciente o
inconsciente de vivir bajo un determinado comportamiento conductual, el cual
conlleva algún tipo sacrificio para la persona con el objetivo de obtener un supuesto
beneficio personal. De dichos Votos de Sociabilización podemos observar un
total de cinco:
1.-La Obediencia
He aquí el primer Voto de
Sociabilización del hombre como ser social. La Obediencia es un instinto
conductual básico del ser humano como reflejo inconsciente, desde el preciso
momento de su nacimiento, de total dependencia de supervivencia respecto al
mundo exterior. Un mundo que enseña al hombre, desde su tierna concepción de
ser vivo tan frágil como insuficiente por incapaz, no solo el hecho de que
depende de niveles de poder superiores a él mismo, sino que a su vez dichos
poderes superiores son buenos por mejores en términos de proveer los recursos
necesarios para poder sobrevivir y desarrollarse como persona. Y en el contexto
de dicha relación, como elemento nuclear imprescindible para la constitución de
toda organización social, el ser humano se relaciona positivamente con el
precepto de la Obediencia. Entendiendo, casi como un rasgo genético de la
propia especie, que el hombre es un animal social, que fuera de la sociedad no
se puede sobrevivir, y que para que exista sociedad debe existir la Obediencia
debida. Por lo que Obediencia y supervivencia son dos conceptos estrechamente
interrelacionados en la psiqué del
ser humano, equiparables a la relación existente entre la campana y el alimento
en el experimento del perro de Pavlov.
2.-La Pobreza
He aquí el segundo Voto de
Sociabilización del hombre como ser social. La Pobreza es una disposición
conductual mental inconsciente en el hombre, derivada de su naturaleza frágil e
insuficiente reforzada por el Voto de la Obediencia al amparo del instinto de
supervivencia. Una percepción mental en base a que la realidad social se
conforma según la lógica de la pirámide de Maslow, como estructura fundamental para
el orden del desarrollo de un ser humano, que establece como verdad categórica
que no hay posibilidad de autorrealización personal sin reconocimiento propio
y/o ajeno, ni éste sin afiliación a un grupo social determinado, el cual
requiere de una seguridad física en todos los ámbitos de la vida humana, para
la que previamente deben estar cubiertas satisfactoriamente el conjunto de
necesidades fisiológicas. Una escala gradual de necesidades existenciales
individuales que parte de la idea inconsciente de la carencia personal, o lo que
es lo mismo, de la Pobreza, con independencia del nivel de la escala del que se
parta por condicionamientos de clase social. Es por ello que la Pobreza
representa un elemento intrínseco en el proceso de Sociabilización de un hombre
respecto a su sociedad, que aunque si bien puede percibirse como un factor
positivo por su efecto proactivo en la búsqueda del desarrollo vital de una
persona, no por ello cabe perder de referencia el hecho de que al tener como
punto de partida el inconsciente tanto de la idea de carencia propia, como de
la idea de dependencia frente a otros, la Pobreza queda sometida al Voto de
Obediencia debida a la sociedad de la que se participa. Por lo que al ser la
Obediencia un Voto, asimismo lo es la Pobreza aunque sea de naturaleza
inconsciente.
3.-Castidad
He aquí el tercer Voto de
Sociabilización del hombre como ser social. La Castidad no entendida en
términos sexuales, sino concebida en términos mentales. Es decir, tanto el Voto
de Obediencia por supervivencia, como el Voto de Pobreza como inconsciente
reactivo de las ideas de carencia y de dependencia que anhelan por defecto el
pleno desarrollo personal al amparo de la lógica de la Obediencia a la sociedad
partícipe, requieren de una negación explícita del pensamiento crítico. Una
actitud de autocensura que tanto puede ser voluntaria por consciente como involuntaria
o automática por inconsciente, profundamente potenciada sea dicho de paso por
la inmersión de un sistema educativo que amputa la capacidad del libre
pensamiento, pero que en todo caso queda sustituida por estados de opinión consumibles
previamente paquetizados por parte de los niveles de poder sociales superiores,
los cuales como ya hemos expuesto con anterioridad se consideran
instintivamente buenos por mejores en parámetros de facilitadores de recursos.
Es decir, el Voto de Castidad como inhibición del pensamiento crítico se
percibe como un resultado tan natural como previsible en el contexto de una
sociedad de Obediencia, cuyos miembros autopercibidos como pobres requieren de
ésta para su desarrollo vital. Un tema que, como apunte, ya desarrolló
magistralmente Ortega y Gasset en su pensamiento social sobre la Docilidad de
la masa.
4.-Silencio
He aquí el cuarto Voto de
Sociabilización del hombre como ser social. Vistos los votos precedidos, el Silencio
se presenta como una imposición conductual del hombre como animal social que es
en su necesidad de integrarse plenamente en el hábitat social al que pertenece,
ya que fuera de dicho hábitat el hombre social no es capaz de vislumbrar vida
alguna posible. El Silencio, ya se parta de una consciencia crítica o de una
carencia de la misma, es un comportamiento directamente derivado de la
Obligación tan debida como asumida, pero no puede considerarse en ningún caso una
actitud individual positiva sino claramente negativa, ya que conlleva una alta
carga emocional de miedo personal a las posibles consecuencias emanadas de un
hipotético enfrentamiento contra el establishment
social. Si tal fuera el acontecimiento, frente a dicha afrenta, la pena social
impuesta suele ser la destrucción de la identidad social del individuo. O, lo
que es lo mismo, el destierro sine die
de la sociedad. Es por ello que, frente al miedo a la exclusión social, los
miembros de una sociedad integran por sumisión ciega el Voto del Silencio en su
perfil conductual, lo que les convierte directamente en servidumbre de dicha
sociedad.
5.-Penitencia
Y, he aquí el quinto y último
Voto de Sociabilización del hombre como ser social: la Penitencia. La cual, por
decantación por fuerza gravitatoria del resto de votos expuestos, se concreta
en la imposición del autocastigo a la renuncia de la trascendencia personal. Ya
que la búsqueda de la trascendencia personal es un camino que conduce al hombre
a un estado de transgresión social, en contra de la Obediencia; de la
consciencia de la autosuficiencia personal, en contra de la Pobreza; del libre
pensamiento crítico, en contra de la Castidad; y de la reafirmación contestataria
de la identidad individual, en contra del Silencio. Es por ello que la
Penitencia se concreta, por oposición a la trascendencia, en apuntalar al
hombre social en una existencia cuyo contenido se constituye por y desde
experiencias tan sensitivas como fugaces por efímeras. Que si bien éstas pueden
considerarse como un valor socialmente positivo, al verse fuertemente
retroalimentadas por una cultura consumista contemporánea que exalta el placer mundano
como bien superior a alcanzar, haciendo así suya la máxima de la filosofía
hedonista, dicha existencia exclusivamente sensitiva es, en realidad, una
Penitencia en tanto y cuanto imposibilita al ser humano no solo poder alimentar
su mundo interior, y con ello acceder al autoconocimiento de su mismidad, sino
asimismo le impide poder saciar dicho propio vacío mediante una nutrición social
tan enajenadora como adictiva, lo que se traduce en una vida de insatisfacción y
sufrimiento continuo característica del Purgatorio.
Éstos cinco Votos de
Sociabilización, razón esencial de la Docilidad en la naturaleza humana, no
solo crean hombres dóciles a título individual, sino que por extrapolación
sobre el conjunto de una misma comunidad común hacen posible lo que se denomina
como Docilidad de la masa, entendida ésta como aquel volumen de personas que
forman un cuerpo orgánico homogéneo y definido socialmente.
Expuesto lo cual, frente al
reto que ocupa al Hércules moderno de capturar la Docilidad, en su empresa
metafórica por capturar al Cerbero y sacarlo del inframundo como duodécimo y
último trabajo herculiano, no cabe hacer nada, pues la Docilidad ya se encuentra
capturada por ella misma a la vista de los Votos de Sociabilización
autoimpuestos. Otro cantar sería la liberación de dicha Docilidad, en el que se
requeriría transformar al hombre dócil en un hombre indómito por libre, para lo
que cabría combatir contra los Votos de la Obediencia, de la Pobreza, de la
Castidad, del Silencio y de la Penitencia. O, lo que es lo mismo, luchar contra
la propia naturaleza del hombre como animal social, así como contra la sociedad
como hábitat natural del mismo. Lo cual, a todas luces, es un imposible por
atentar directamente contra el Principio de Identidad del ser humano. Pues lo
que Es es, y no puede ser otra cosa, por mal que nos pese. Las excepciones,
habidas en todo caso por vía de la transcendencia personal, no hacen más que
confirmar la regla por genérica. Dixi!