Hoy, no voy ha negarlo, me
he levantado con cierto estado de ánimo indiferente ante aspectos
mundanos de mi realidad más inmediata, en una clara reacción de
desapego por rechazo ante circunstancias o hechos que mi ser
sintiente, más que mi ser pensante sociabilizado en la
responsabilidad del deber, persiste en resistir. Y ya se sabe que
aquello que resiste, persiste, como bien dijo un sabio. Todo y
reivindicando asimismo el hecho que, contrariamente a la creencia
imperante de la pseudoreligión positivista, la indiferencia como
rechazo por resistencia personal frente a aspectos concretos de la
vida que nos desagradan también forma parte del ámbito de la salud
emocional. ¡Solo faltaría, como si tuviéramos la obligación de
estar siempre contentos pase lo que pase!.
Es por ello que
justamente hoy me apetece, prácticamente como autoterapia personal
de corte socrática por mayéutica, dar a luz un nuevo
razonamiento lógico -tanto deductivo como inductivo- sobre el
concepto de la indiferencia como actitud de rechazo, no de desinterés. En este sentido, comienzo alumbrando la
base argumental de esta breve reflexión sobre la creencia subjetiva
de que cuatro son las manifestaciones de la indiferencia en el ser
humano. A saber:
1.-La indiferencia pura
Ésta tipología de
indiferencia se enmarca dentro del concepto clásico de la adiaforía,
que sitúa a una persona en un estado de ánimo de indiferencia hacia
sujetos, objetos o acontecimientos al margen de cualquier tipo de
juicio de valor moral sobre el bien o el mal de los mismos. Un tipo
de indiferencia que, por ser el hombre un ser de naturaleza
profundamente moral -con independencia de su escala de valores-
resulta irreal por imposible y por ende utópica. Pues todo ser
humano manifiesta un juicio de valor sobre la realidad focalizada
como manera de relacionarse con la misma, a no ser que viva en estado
vegetativo.
2.-La indiferencia estoica
Ésta tipología de
indiferencia se enmarca dentro de la filosofía estóica, donde se
prioriza el dominio y control psicoemocional frente aquellos sujetos,
objetos o acontecimientos potencialmente perturbadores para la vida
cotidiana de una persona. Una filosofía de vida que marca distancias
personales, mediante la actitud de la indiferencia -pudiendo llegar a
manifestarse como apatía-, respecto a todo aquello que no se
considere moralmente bueno o virtuoso. Un planteamiento que requiere,
sin lugar a dudas, de un fuerte carácter personal fundamentado
stricto sensu en la razón pura kantiana, que hace que la
persona viva su vida desde la Autoridad Interna como estado de
consciencia individual. (Ver: Conoce la fórmula de la Autoridad Interna y Valórate, ámate y vive desde tu autoridad interna)
No hay que decir que éste
tipo de indiferencia estoica es propia de verdaderos héroes -en el
sentido clásico- cuando se debe convivir diariamente y de manera
continua en el tiempo con el sujeto, objeto o acontecimiento que
provoca la reacción de un estado consciente de indiferencia activa.
Ni decir que dicha indiferencia estoica no implica obligación alguna
de mostrarse forzadamente feliz en la coexistencia con una situación
de rechazo, pues ello atenta contra la libertad de expresión de la
personalidad y la salud psicoemocional individual. Por algo la
tristeza y la rabia (manifestada mayormente como enfado entre
personas civilizadas) forman parte de las emociones básicas de todo
ser humano, aunque el pusilánime y pueril positivismo intente
convencer de lo contrario en una sociedad marcada por la falta de
carácter. (Ver: Aceptación no es sumisión, es afianzarte en tu Autoridad Interna).
3.-La indiferencia cínica
Por su parte, ésta
tipología de indiferencia se enmarca dentro de la filosofía cínica,
que no es más que un revulsivo contestatario de la apatía propia de
la indiferencia estoica anteriormente expuesta. Es decir, los cínicos
-en sentido de la escuela clásica- no se callan su “verdad”
frente a un sujeto, objeto u acontecimiento que les produce
indiferencia por rechazo, encontrando la razón del rechazo en todo
aquello que suponen actos manifiestos contra la moral buena o
virtuosa. Una actitud contestataria frente la causa de la
indiferencia que puede abocar al ámbito conductual de la
irreverencia, la provocación y la desvergüenza personal (la anaidea
griega), desde un enfoque contextual social. (Ver: Más humildad socrática y menos sinceridad diplomática y Reivindico el Ego como instinto básico de existencia y supervivencia personal).
4.-La indiferencia cínica moralina
Y en última instancia,
encontramos lo que denomino la indiferencia cínica moralina, que es
una tipología que se enmarca dentro del concepto de cinismo
contemporáneo tan habitual en nuestra sociedad, que no es otra que
aquella actitud de distancia que tiene una persona en la defensa de
algo desde una moral pobre, considerada así al mostrarse alejada del
concepto de la moral pura kantiana por objetiva y alineada con los
valores morales universales. Una moral pobre, profundamente
contextualizada sobre los intereses partidistas de un ámbito social
espacio-temporal concreto, a la que Nietzsche denominaba moralina en
contraposición a la Moral verdadera.
En este sentido, es
habitual observar cómo la tipología de la indiferencia del cinismo
moralino se ve confrontada a la vez y en una misma situación
concreta con otras tipologías de indiferencia como son la estoica y
la cínica (clásica), por simple efecto reactivo. Lo cual, como es
obvio, lleva al desencuentro entre dos o más personas, siendo el
único puente de coexistencia posible entre dichos antagonismos la
estricta observancia de las normas y pautas educacionales de la
convivencia social.
Personalmente, reconozco
que mi perfil de personalidad viene caracterizado ya en la madurez
por la indiferencia estoica, aunque la fuerza serena de mi carácter
me puede abocar a la indiferencia cínica (clásica) cuando la última
gota de la paciencia estoica derrama el vaso de una realidad
deformada permisible, permitiéndome conscientemente un autoliberador
conato de dignidad personal. Aun a pesar de que dicho desahogo pueda
ser malinterpretado, y aun más recriminado, en un micro hábitat
social por una indiferencia cínica moralina que por ser pobre y
distorsionada en valores es hipócrita a la luz de la razón de la
Moral.
Dicho lo cual, y a la
espera que la presente autoterapia mayéutica haga efecto
(ver: La filosofía como terapia personal), regreso -no sin
resistencia, pero sí con fuerzas renovadas- a la mundana
cotidianidad para volver a ejercer una actitud activa y serena de la
indiferencia estoica como beneficio de la salud personal. Pues al fin
y al cabo, nadie puede vivir por nadie, y cada cual debe vivir
consigo mismo lo mejor que pueda.
Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano