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Monjes benedictinos de Poblet. Fuente: losviajeros.com |
¿Te imaginas un lugar
donde no existan los murmullos, los chismorreos, las habladurías,
las quejas, las críticas, las descalificaciones, las salidas de
tono, los insultos, o las conversaciones banales e insulsas? ¿Te
imaginas un lugar donde no sobre ni falte ni una sola coma ni una
sola palabra, y en donde todo aquello que se dice tiene un sentido
práctico y un propósito trascendental de mejora personal? Pues por
imposible que parezca, ese lugar existe en los Intramuros del
Monasterio de Poblet, donde el voto de silencio impera como ley
generosa, y donde las personas -de vocación monacal benedictina-
solo abren la boca para pronunciar, con sus tiempos y sus pausas
marcadas, un número concreto de palabras justas y precisas que
emanan de los libros santos. Aunque, para ser precisos, más que leer
cantan, convirtiendo el diálogo en una bella y armoniosa
conversación a la luz de la métrica musical gregoriana, cuya
elegancia, sutileza y amor por los detalles de la ejecución de sus
actos nada tiene que envidiar a los admirados ceremoniales japoneses.
Conciencia como
aptitud y Presencia como actitud
Así es, en los
Intramuros de Poblet no falta ni sobra una sola palabra, pues
prácticamente solo se pronuncia vocablo para rezar, estando la
persona plenamente focalizada en el sentido e intencionalidad de sus
palabras, que más allá de transmitir, decretan. Es pues que la
persona se haya en plena conciencia de la palabra a articular (no en
vano el Verbo se hizo carne), que transmitida a través de las
diversas ondas de frecuencia que permite el canto monofónico
gregoriano, ejercen un efecto sanador -racional, emocional y
espiritual- tanto para quien la transmite como para aquel que la
recibe, y todo ello en el entorno de una bella arquitectura milenaria
diseñada maestralmente para la trascendencia del hombre.
Pero toda aptitud de
conciencia requiere de una actitud de presencia, pues solo desde el
presente se puede ser consciente de algo. Y ese estado ambiental de
anclaje continuo en el aquí y el ahora se convierte en categoría de
naturaleza en los Intramuros del Monasterio, como realidad antagónica
a la sociedad contemporánea consumista-compulsiva de futuros
inminentes, mediante la integración de tres dimensiones clave:
1.-El Imperio del
Silencio
Que hace de los
Intramuros una campana de cristal al vacío de ruido, creando un
espacio íntimo de reposo y serenidad para la persona.
2.-El Imperio de las
Campanas
Que hace del Silencio
oración y reflexión sobre el instante presente, marcando la
secuencia de quehaceres en un día de trabajo pautado.
3.-El Imperio de la
Naturaleza
Que hace del Silencio y
de las Campanas elementos naturales de la vida, alineando nuevamente
al hombre con el ritmo sanador de los ciclos de las estaciones.
Paz interior:
Silencio, Sencillez y Orden
Es cierto, como reza el
refranero español, que el hábito (entiéndase como vestidura) no
hace al monje, pero no es menos cierto que un entorno apropiado
resulta imprescindible. Puesto que no hay hábito (entiéndase aquí
como conducta integrada en el comportamiento de una persona), sin
disciplina, ni disciplina sin voluntad, y toda voluntad humana
necesita de la ayuda inestimable de un entorno óptimo y adecuado. De
hecho, un joven monje leída, a la tenue luz de una pequeña
lamparita de atril en la Sala Capitular en penumbra, que según el
padre impulsor de la orden benedictina del Císter, San Bernardo de
Claraval, uno de los objetivos principales de la vida monacal es
hayar la paz interior, para la cual es fundamental llevar una vida
sencilla y ordenada. Un mensaje que otro fraile lector subrayaba
-desde su púlpito elevado en el Refectorio mientras comíamos en
silencio-, invitando a la búsqueda de la paz interior mediante la
práctica de la conciencia del momento presente y la simplicidad de
la vida como filosofía proclamada por los Monjes del Desierto
(anacoretas de los primeros cristianos del siglo IV), cuya influencia
y línea de pensamiento de la época es equiparable -aunque nada
envidiable- a gurús de la actualidad más comerciales como Eckhart
Tolle con “El Poder del Ahora” o Deepak Chopra con “La Paz es
el Camino”, entre otras obras.
En un mundo hiperactivo e
hiperconectado las 24 horas del día, produciendo un ruido ambiental
de fondo (sonoro y de pensamiento) en nuestras vidas cotidianas que
enajena al más centrado y crispa al más sereno, la existencia de
una realidad paralela a la nuestra en los Intramuros de los
monasterios es un lujo por pocos valorado por desconocimiento de
causa. Es por ello que entrar en el espacio de los Intramuros puede
llegar a producir efectos secundarios como la potencial tentación de
no quererse marchar, pues pasado el periodo de mono (síndrome de
abstinencia) de la adicción propia a las distracciones varias del
estresante mundanal ruido, la vida monacal acaba gustando hasta el
punto de no (querer) necesitar nada más que el ambiente ordenado de
paz y trascendencia en las pequeñas y sencillas cosas que te ofrece
el lugar. Sí, uno tiene la tentación de quedarse, pero como bien
apuntó el fraile en el Refectorio: la tentación es el don de la
posibilidad, por lo que la pregunta no es tanto si queremos quedarnos
en los Intramuros, sino si tenemos la posibilidad de hacerlo (cada
cual a examen de conciencia de sus circunstancias personales). Para
aquellos que optamos por regresar a los extramuros de donde
procedemos, nos llevamos un preciado regalo como herramienta de
desarrollo personal en un mundo vertiginoso, muchas veces delirante,
en continuo cambio y transformación: para alcanzar una existencia en
un estado lo más cercano a la paz interior necesitamos integrar una
vida con mayor silencio (para descansar y tener espacio con nosotros
mismos), una vida con mayor sencillez y simplicidad (para liberarnos
de cargas perturbadoras muchas de ellas autoimpuestas e
innecesarias), y una vida lo más ordenada posible (para sentirnos
seguros y tranquilos, y rentabilizar nuestro tiempo y energías). A
partir de aquí, como reza la máxima benedictina, ora et labora.
Nihil novum sub sole
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Nota: Este y otros artículos de reflexión se pueden encontrar recopilados en el glosario de términos del Vademécum del ser humano