La
filosofía, considerada a lo largo de la historia como la ciencia más
general o la ciencia de las ciencias, no es más que la capacidad del
hombre de buscar una explicación racional a todas las cosas mediante
la crítica y sistematización u organización del conjunto del
saber, ya sea éste procedente de las ciencias empíricas, la
erudición, la experiencia común o cualquier otra fuente. O dicho en
otras palabras, para que haya filosofía debe de existir un
razonamiento lógico-crítico, más conocido como Pensamiento
Crítico, derivado de una actitud reflexiva hacia el mundo que nos
rodea. Una capacidad humana, profundamente humana, que en las últimas
décadas ha sido desvalorada hasta el punto de suprimir la milenaria
asignatura de filosofía de los centros educativos e incluso de
purgar la existencia de las propias facultades de filosofía de las
universidades, en gran medida a causa de la cultura tecnológica.
Pero, ¿qué sociedad vamos a construir si amputamos de las mentes
pensantes la capacidad de reflexionar sobre el por qué de las cosas,
con qué lógica debemos resolver los problemas que se nos platean y
en qué dirección debemos ir?.
Una
incógnita -derivada de una necesidad social real-, a la que la misma
cultura tecnológica con que se envuelve el siglo XXI ha dado
respuesta: el Pensamiento Computacional. Una tipología de
razonamiento creado explícitamente para la resolución de problemas
cuya metodología se resume en tres fases de desarrollo bien
definidas: la definición del problema (de manera clara y completa),
el análisis del problema (definiendo sus recursos y procesos), y la
evaluación de las diversas alternativas seleccionando la de mayor
costo-efectividad que permite plasmar la solución mediante el
pseudolenguaje de los algoritmos (forma
ordenada y sistemática de descomposición y solución de un
problema). Todo un proceso cognitivo basado en el Pensamiento
Crítico, es decir, filosofía en estado puro. Aunque, al igual que
existen las diversas clasificaciones de filosofía del cambio, del
esfuerzo, de la mente, de la religión, o la psicológica, en este
caso concreto podríamos denominarla filosofía computacional o
práctica, fundamentada en las lógicas formal y simbólica (o
matemática) que tan bien conoce la filosofía mediante el desarrollo
de sus múltiples teorías existentes.
La
buena noticia es que, excluyendo la historia de la filosofía (que es
la historia de la evolución del razonamiento lógico-critico de la
humanidad), la filosofía regresa con fuerza en la era tecnológica
aunque bajo otra etiqueta y un nuevo lenguaje (el Pensamiento Computacional), imponiéndose en el
sistema educativo de manera transversal -como hacía siglos que no
sucedía- para la sostenibilidad, retroalimentación y evolución de
la misma sociedad moderna. Quién sabe si el nuevo conocimiento del
Pensamiento Computacional adopte como propio, previa actualización
algorítmica, el símbolo de la filosofía antigua como enseña de
identidad; y en las facultades virtuales se imponga el lema
redefinido de Ortega y Gasset a modo de: “Yo soy yo, y la
resolución de mis problemas”, o el mismo de Sócrates rezando tal
que: “Resuelve los problemas y conócete a ti mismo”. El tiempo
lo dirá.
Mientras
tanto, a nadie se le escapa que la universalización del Pensamiento
Crítico (como esencia de la naturaleza del Pensamiento
Computacional) es una muy buena noticia para el conjunto de la nueva
humanidad que evolucionamos ya no bajo determinismos biológicos sino
de conocimiento. Sabedores que el Pensamiento Crítico es, a su vez,
fuente vital de la curiosidad humana y, por tanto, de la creatividad
y la innovación, enjuiciando los parámetros de la realidad
existente en busca de una nueva, mejorada y actualizada versión de
la misma para beneficio de la sociedad. Otra cosa son los valores y
principios imperantes de la sociedad que permita equilibrar el juego
de engranajes de contrapeso existentes entre el Bien Privado y el
Bien Colectivo, generadores de la fuerza motriz de toda evolución,
aunque este es tema para otra reflexión.
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