![]() |
Maquillaje de Catrina by Teresa Mas de Roda |
En
la noche de ayer de 31 de octubre, en un año más de suma y sigue y
con tendencia progresiva, el espíritu festivo de Halloween dejó
patente que ha entrado en nuestras vidas sociales para quedarse por
mucho tiempo (para estupefacción de los niños de ayer que hoy
tenemos hijos en edad escolar). Hay quienes consideran este fenómeno
social como una vanalización de lo sacro, por no hablar de una
injerencia de lo pagano en la civilización cristiana. Pero lo cierto
es que el fenómeno de Halloween es un claro ejemplo contemporáneo
de cómo el ser humano construye su universo de creencias sobre los
cimientos de ruinas de creencias predecesoras. Así pues, de igual
manera que sabemos hoy en día -gracias a la Historia y la
Arqueología-, que el cristianismo es el resultado de un sincretismo
religioso construido a partir del legado mitológico de antiguas
civilizaciones como la egipcia o la babilónica principalmente, la
celebración de Halloween es a su vez un sincretismo originado por la
cristianización de las fiestas de cosecha de finales de verano de
origen celta (el Samhain) que los inmigrantes irlandeses católicos
introdujeron en Estados Unidos a finales del siglo IX, y que los
norteamericanos no tardaron en marketizar ya en pleno siglo XX con un
arma de popularización masiva nunca conocida con anterioridad por la
humanidad como es la televisión y el cine.
Si
algo podemos resaltar del fenómeno sociológico de la festividad de
Halloween son dos rasgos que personalmente considero de interesante reflexión:
1.-Por
un lado, la velocidad con la que Halloween ha convertido el culto
sacro de la Noche de los Santos al culto laico-festivo de la Noche de
las Brujas (y los Espíritus) a nivel global en el llamado primer
mundo, en tan solo cuatro décadas desde que Halloween saltara a la
gran pantalla de la mano de productoras cinematográficas made in
USA. Un repentino cambio social de creencias y costumbres sin
parangón en la historia del hombre (la Iglesia tardó nueve siglos
en universalizar la cristianización de la festividad celta),
derivado de la fuerza de transformación social que posee el cuarto
poder: los medios de comunicación.
Unos
medios de comunicación que, a su vez, se ven retroalimentados por
dos factores sociales definitorios de los siglos XX y XXI: la Era de
las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC's) en un
mundo global donde la información se transmite en tiempo real, y la
Era del Mercado donde la tendencia económica de la oferta y la
demanda -reforzada por la publicidad que usa las TIC'S como canal de
influencia comercial- define y marca los ritmos de desarrollo de las
propias sociedades.
2.-Y,
por otro lado, el claro perfil hedonista de nuestras sociedades
occidentalizadas donde las motivaciones existenciales de las personas
-directamente influenciadas por los intereses capitalistas del
Mercado mediante los TIC's- solo tienen validez en la búsqueda del
placer y la aversión al dolor. Una filosofía tan antigua como el
hombre -ya proclamada por Epicuro en el siglo IV a.C.- que busca el
placer y la felicidad como fin natural de la vida (aunque, siendo
exactos, Epicuro no defendía la persecución de todo tipo de placer,
sino solo de aquellos que fueran de acuerdo con la inteligencia y la
moderación. Nada que ver con nuestros tiempos).
Una
sociedad hedonista cuya consecuencia sociológica es la
superficialidad en su modus vivendi, por lo que cualquier
tendencia que anhele convertirse en una costumbre social de nueva
implantación debe cumplir el requisito indispensable de no tener la
pretensión de querer traspasar la fina patina superficial de la
experiencia social del placer inmediato y fugaz. En otras palabras,
para tener éxito social no se pueden pedir peras al olmo.
Así
pues, Halloween es más que una festividad. Es un claro exponente de
experimento social que pone de relevancia nuestra alta capacidad de
absorción a la influencia de los medios de comunicación que,
marcados por los principios partidistas del Mercado, no solo cambian
nuestros usos y costumbres, sino también nuestros valores y
creencias a la velocidad de un rayo. Y que, además, dicha capacidad
de transformación social se beneficia de nuestra superficialidad
como individuos cegados por la exaltación del placer (al precio que
sea). Esto sí que da miedo!
En
un punto indefinido del Mediterráneo, a 1 de Noviembre de 2016