Ayer tarde, de vuelta a casa, me
encontré por la calle con jóvenes de diferentes edades que iban en
grupos de dos, de cuatro, de siete, de doce, de quince, de veinte,
entre otras posibles combinaciones numéricas, de chicos y chicas más
o menos caminando juntos y al mismo paso. A primera vista creí que
se trataba de alguna excursión de carácter extra escolar, pero no
tardé en percatarme de un rasgo común: todos ellos tenían fijada
la mirada en sus teléfonos móviles, para indiferencia de la vida
que transcurría a su alrededor, y su actitud no era en absoluto de
paseo, sino de caza. Sí, esos jóvenes entre los doce y los veinte y
algo, caminaban conectados a la realidad virtual de sus aplicaciones
de móvil a la caza de pokémons, convirtiendo la realidad en una
extensión más del videojuego.
Lo cierto es que la experiencia
me sorprendió, no tanto por observar a hordas de jóvenes caminando
por la calle sin ver -literalmente- más allá de sus dispositivos
móviles, algo a lo que comenzamos a estar acostumbrados (solo hay
que ver cómo viajamos en metro: todos "desconectados"),
sino por el hecho cualitativo de observar que la realidad virtual ha
saltado del ámbito privado de nuestras casas a colonizar -como si de
la plaga de un virus informático se tratase- el resto de nuestro
mundo real. Y todo ello gracias a Pokémon Go, un videojuego de
aventuras de realidad aumentada, que permite ver la realidad mezclada
con elementos de ficción a través de un teléfono inteligente.
Admiración a parte por la
vertiginosa y deslumbrante evolución tecnológica de la que somos
testigos, como libre pensador no puedo más que hacerme una doble
pregunta:
I.-¿Qué realidad futura vamos
a crear como especie bajo el influjo de la realidad virtual?
y, II.-¿Qué tipo de valores
humanos van a dar sentido a la sociedad fruto de esa futura realidad
tecnológica?
Referente a la primera cuestión,
lo cierto es que al ver ayer tarde a los jóvenes imbuidos en su
mundo virtual a la caza de elementos de ficción utilizando la
realidad natural como campo de juego y aventuras, no pude dejar de
preguntarme qué tipo de sociedad futura construirán esos adultos
del mañana, consciente que en una o dos generaciones serán los
nuevos arquitectos, policías, maestros, juristas, médicos,
ingenieros, y políticos, entre otras muchas profesiones. Y cómo la
integración en sus vidas del hecho de interrelacionar -de manera casi
innata- realidad natural y artificial afectará a la construcción de
los nuevos edificios, de la nueva medicina, de las nuevas leyes, o de
las nuevas relaciones interpersonales, por poner un ejemplo, de una
sociedad del mañana cuyos aires de cambio ya podemos sentir, más que
presentir.
Es curioso, por otra parte,
observar cómo la realidad independiente en sí misma (sin el ser
humano), la realidad captada por el ser humano, y la realidad creada
por el mismo ser humano, divergen cada vez más a medida que la
evolución del ser humano deja de ser biológica -como podamos
entenderlo darwinianamente a semejanza del resto de especies-, para
ser estrictamente tecnológica. (*)
Mientras que referente a la
segunda cuestión, está claro que los principios que configurarán
la escala de valores de la sociedad del inminente mañana, y que por
tanto darán sentido a dicha sociedad, estarán directamente
influenciados por las reglas de juego de la realidad aumentada de
base tecnológica. De igual manera que la industria cinematográfica
en los últimos tiempos a redefinido el concepto y la relación de
amor de pareja (renovado y actualizado a cada nueva generación), la
nueva industria virtual de juegos de aventura sobre una realidad
aumentada basada en los principios de la lucha, la competitividad y la
obtención de poder como idea de éxito, en un campo de batalla que
es el planeta entero (mundo globalizado), es obvio que determinará
el contenido de los principios y valores humanos de la sociedad del
futuro.
Por otra parte, no puedo más
que señalar -con cierta desazón-, que la evolución tecnológica
que es motor de la evolución del ser humano como especie, no viene
motivada por intereses altruistas de mejora y trascendencia de la
humanidad, sino como es recurrente por intereses económicos
partidistas. En este caso, por la urgente necesidad de una compañía
privada como es la japonesa Nintendo por aumentar sus beneficios
económicos ante una galopante pérdida de mercado y de valor
empresarial. Resumiendo: un éxito empresarial partidista rige el
rumbo de nuestra sociedad. Cada cual que saque su propio juicio de
valor.
No obstante, tanto si nos gusta
como si no, lo cierto es que la humanidad como especie sigue
evolucionando, aunque ya no sea de manera biológica (seguramente
este sea un punto importante de inflexión para nuestra joven
especie). Y con independencia de las motivaciones de dicha evolución,
lo que sí que podemos afirmar es que la Evolución nunca se
equivoca. Podemos debatir sobre los caminos posibles, pero como reza
el refrán, al final todos los caminos llevan a Roma. Y la Evolución,
fiel a la máxima de toda energía en el Universo, siempre busca el
recorrido más fácil.
(*)
N.A.:
La
trilogía sobre la Realidad fue una de las apasionantes reflexiones
en mi juventud, dando como resultado la obra de física-teórica "La Velocidad, Señora del Espacio-Tiempo", en un intento de
describir la Realidad como entidad independiente en sí misma (sin el
ser humano).