Resulta increíble a estas alturas
de la película, en medio de una crisis de concepto económico neoliberal donde
solo el 1% de la población acapara el 99% de la riqueza mundial (lo que
representa que el 99% de la población restante debemos reinventarnos cada día con
altas dosis de imaginación y entrega por hacernos con un disputadísimo 1% de la
riqueza global sobrante, en busca de un frágil status de calidad de vida), que continuemos
educando a nuestros jóvenes sobre casos de éxito empresariales caducos en un
mundo vertiginosamente cambiante, y no los eduquemos en cómo afrontar los
fracasos que seguro recogerán de manera continua y amplia a lo largo de su vida
profesional hasta alcanzar el éxito tan anhelado, si es que no han tirado la
toalla por el camino.
Frente a esta fragante negación
de la realidad por parte de nuestros sistemas educativos (e inclusive del
conjunto de la sociedad donde el fracaso profesional aún se considera como un
fracaso personal y, por tanto, negativo socialmente y rechazable familiarmente),
lo único que les indicamos a nuestros jóvenes para que minimicen el riesgo del
fracaso es que apuesten por carreras estadísticamente exitosas como son las
nuevas tecnologías, las ingenierías y aquellas variantes de la gestión
comercial. A riesgo que, una vez que acaben los estudios, estas carreras dejen
de ser punteras laboralmente, como ha sucedido recientemente con otras “profesiones
prometedoras” como puedan ser arquitectura, medicina o abogacía, por poner
algunos ejemplos. Unas “indicaciones laborales” que, por otra parte, van en
contra de la tan cacareada filosofía neweducativa del desarrollo competencial
(un cóctel embriagador entre habilidades personales e inteligencia emocional y
múltiple), que a su vez brilla por su ausencia en los programas educativos.
Y, en un absurdo suma y sigue, la
panacea a los problemas laborales lo intentamos resolver mediante la ingestión
de una buena dosis (y a trago limpio) de emprendedoría. Como si el emprendedor
no tuviera fracasos con su empresa ya en su fase de start up.
Si no somos capaces de ver, ya en
una época de crisis sembrada de fracasos empresariales de toda índole, que debemos
de aprender a gestionar los fracasos para no estancarnos y continuar nuestro
proceso de reinvención personal y, por extensión, profesional, ¿cuándo lo vamos
a hacer?
Es por ello que hoy, más que nunca,
necesitamos incorporar la materia de gestión del fracaso de manera transversal
en nuestro sistema educativo, comenzando por las Facultades de Económicas y
Empresariales, y las Escuelas de Negocio. Puesto que el ser humano solo aprende
a través de la experiencia, y no hay experiencia sin un proceso de
prueba-error, donde fracaso y éxito conforman las dos caras de una misma moneda.
Y más aún si cabe en un planeta donde el 80% de las empresas de todo el mundo
quiebran en el transcurso de sus cinco primeros años de vida, sabedores que no
hay éxito sin fracasos previos, pues el fracaso, en definitiva, no es más que
una experiencia de aprendizaje de todo ser humano.
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Bibliografía
relacionada:
-El Poder Transformador del Fracaso, Ed. Silva, 2011
-Cómo Reinventarse en Tiempos de Cambio (y sin dinero), Ed. Supérate, 2014
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-"La gestión del fracaso, clave para reinventarse e innovar".
Universidad de Barcelona. Idioma conferencia: castellano. Tiempo duración: 02:18:31h
-“Fracasos oportunos”. UOC Business School. Idioma
conferencia: castellano. Tiempo duración: 00:26:22h
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