No entiendo que en esta vida
el camino del éxito social pase por renunciar a la autorealización personal.
No entiendo que en esta vida
alcanzar los sueños sea un derecho excluido a los pobres.
No entiendo que en esta vida
un ser humano valga tan solo por lo que tiene o aparenta tener.
No entiendo que en esta vida
el dinero, aunque solo sea sobre los bienes de consumo básico, compre la dignidad
humana.
No entiendo que en esta vida quién
se esfuerza una y otra y diez veces más, y no tiene padrinos ni capital, no
consiga poco más que la nada.
No entiendo que en esta vida prácticamente siempre llueve sobre mojado.
No entiendo que en esta vida la
experiencia, por vivida y por edad, sea un inconveniente en el mundo del
mercado laboral.
No entiendo que en esta vida quien
busca vivir solo de lo que siente ser y le gusta hacer, por convencimiento
íntimo desde su nacimiento, malviva sin llegar a final de mes.
No entiendo que en esta vida la felicidad, para los menos privilegiados, se relegue a la aceptación sumisa de un estado de conciencia de aprender a disfrutar de la miseria.
No entiendo que en esta vida
los valores, e incluso las leyes, sean diferentes según la clase social a la
que se pertenece.
No entiendo que en esta vida
el intelecto y el espíritu se desprecien a favor de una competitividad egoísta.
No entiendo que en esta vida
el talento humano, que hace evolucionar las sociedades, se deje morir hasta la
extenuación por la envidia de los necios y los envidiosos.
No entiendo que en esta vida
haya ciudadanos, en las sociedades denominadas democráticas, de primera,
segunda y tercera categoría.
No entiendo que en esta vida
para mantener el derrochado estado del bienestar social del llamado pequeño primer
mundo, permitamos atrocidades inhumanas en el inmenso tercer mundo.
No entiendo que en esta vida
vendamos armamento a países que después bombardeamos por cuestiones de
seguridad global.
No entiendo que en esta vida hayan
personas, ya no sé si locos, enfermos o en pura manifestación real de la maldad
más absoluta, que atentan directamente contra la dignidad y la vida misma de
los más desprotegidos del planeta, incluidos los niños.
No entiendo que en esta vida,
en un mundo de abundancia suficiente para todos, los que más tienen no compartan
a favor de los que menos tienen.
No entiendo que en esta vida se
rescate al dinero antes que a las personas, aunque en ello esté en juego sus
vidas.
No entiendo que en esta vida,
al contrario de lo que nos venden en las películas, los malos ganan, viven
mejor y son elevados a la categoría de héroes sociales engominados.
No entiendo que en esta vida
el ser humano esté en continua lucha feroz e incluso despiadada contra otros
seres humanos.
No entiendo ciertamente, ahora
que sé un poco más de todo y menos de nada en concreto, esta vida.
Quizás no entienda esta vida porque
no pertenezca a este tiempo o quién sabe si a este planeta. Tan sólo entiendo,
a estas alturas de la mitad del camino de mi previsible esperanza de vida,
sobre la certeza del respirar aquí y ahora, y que lo único que tengo, si es que
tengo algo, es justamente este momento presente.
Pero seguiré respirando, a ver
si entiendo algo de la vida aunque sea por pura resignación de la cruda
realidad. Y, mientras tanto transcurre mi vida intentando entender, no puedo
por menos que reivindicar de manera subversiva –aunque solo sea en la intimidad de los sueños-
por un mundo mejor donde todas las personas puedan gozar de una vida digna y en
paz como seres humanos de pleno derecho y en convivencia con el resto de seres de un planeta prestado.
Tarragona, a las 0:40h del 9 de diciembre de 2015