Siempre me ha parecido primitivo
la fricción continua de las ruedas sobre el pavimento para hacer mover un
vehículo, con el importante desgaste de energía que ello conlleva, así como los
motores de combustión interna mediante la quema de un carburante de origen
fósil como es la gasolina, no mucho más avanzados que los motores de carbón y
con múltiples connotaciones negativas en su producción tanto para el medio
ambiente como para los equilibrios geopolíticos entre pueblos.
Pero el futuro, que llega con
retraso por las trabas de los intereses económicos (recordemos que el petróleo
es un arma de poder), comienza a despuntar por el horizonte inminente. Un
futuro que trae consigo la omnipotencia de una de las grandes fuerzas físicas
del universo: la fuerza electromagnética. Una energía que nos aporta la
revolución de los motores electromagnéticos -propulsores de la que será la nueva
era de la energía libre-, reveladores del efecto denominado como levitación
magnética (maglev) que ya ha hecho
realidad el sueño de los vehículos sin ruedas, como es el caso del prototipo de
coche volador de Volkswagen -diseño de una joven china-, o los trenes flotantes
de China o Japón que llegan a alcanzar los 600 km/h (superior al ave) y son
capaces de recorrer 30km en 7 minutos.
No obstante, el potencial de la
energía electromagnética no sólo se reduce al fenómeno físico de ejercer fuerzas
de atracción o repulsión entre materiales que permiten la levitación y el
movimiento, basándose en el hecho de que cada electrón es por naturaleza un
pequeño imán que orientados en una misma dirección crean fuerzas electromagnéticas
susceptibles de manipulación a través del uso de la luz (que no es más que ondas
electromagnéticas visibles), sino que también tiene aplicaciones directas en la
manipulación de la forma de la propia materia. Como conocemos en nuestra cocina
con el uso cotidiano del microondas, o mediante el famoso experimento de fluido
(no newtoniano) con harina de maíz y agua donde trasformamos el líquido en sólido
y viceversa mediante la intervención de ondas sonoras. Microondas y sonido que,
asimismo, son ondas electromagnéticas de longitud, frecuencia y energía
diferentes a la luz, todos ellos pertenecientes al espectro electromagnético.
Sí, la fuerza electromagnética
nos permite superar la gravedad y moldear la materia, aunque aún de manera
bastante básica. Pero seguro que también nos llevará, en un futuro no muy
lejano, a superar los límites de la velocidad tal y como la conocemos hoy en
día, así como a alterar el continuo espacio-tiempo. De hecho, si alguna rama
del conocimiento permitirá al hombre viajar en el espacio y en el tiempo,
simulando las películas de ciencia ficción actuales, es justamente la
electromagnética junto a la cuántica.
Quién sabe si en dos o tres
generaciones más veremos a nuestros descendientes desplazarse de manera común
con vehículos voladores, relegando a los coches de motor de combustión a los
museos. Y, unas cuantas generaciones más, registrar el primer vuelo
interestelar de la humanidad atravesando el agujero de gusano del centro de la
Vía Láctea llamado Sagitario A, explorando de esta manera las posibilidades reales
de viajar a través del tiempo. Si no lo hemos hecho ya en un futuro pasado…
(Reflexión de un caluroso día de verano)