El universo conocido y
desconocido se configura por un conjunto de propiedades y relaciones que
podemos explicar a través de las matemáticas en todas sus ramas puras,
aplicadas y computacionales, lo que se traduce en que todo lo que existe en el
universo contiene un patrón propio, incluido los agujeros negros, la
antimateria y el caos.
De hecho, si todo sigue un
patrón, debemos ser conscientes que llamamos caos al orden que no comprendemos,
ya que el caos no es más que una causa o un efecto que precede o procede de
otra causa y otro efecto que llamamos orden en un sistema cosmológico dualista.
Así pues, si el caos es pre o post causa o efecto de un orden comprensible para
nuestro conocimiento, ese caos contiene en sí mismo patrones de funcionamiento
muy concretos que pueden ser comprendidos por nuestra limitada percepción
humana.
No obstante, la comprensión de
los patrones que dan forma y sentido al caos como tal debemos buscarlos en un
espacio-tiempo diferente al nuestro referencial, quizás en un espacio micro o
macrocósmico y en un tiempo con un ritmo de velocidad mayor y más corto o menor
y más largo al nuestro propio (como el caos de una climatología alterada, o el
caos de un cultivo de bacterias). Sea como sea, el hecho que en ocasiones no
podamos comprender el patrón de un caos es, simplemente, porque no podemos
alcanzar la magnitud (micro o macro) de sus singularidad, lo cual nos
imposibilita disponer de todos sus datos de funcionamiento más allá de una
proyección de comportamiento teórica de su propia naturaleza.
Pero, dejando de lado la relación
de caos extrahumanos, lo cierto es que todo comportamiento del hombre, por muy
caótico que pueda parecer a simple vista, conlleva un patrón concreto y
determinista, aunque no siempre consciente (que es otra cosa). Si bien parece
que podemos encontrar “caos” en todos los ámbitos de la vida de las personas,
ya sea a nivel personal, profesional, socio-cultural, económico y político, si trabajamos
la observación de variables diferentes y múltiples, siempre encontramos un
patrón.
Y, ¿por qué nos interesa estudiar
los patrones de comportamiento humano?, podríamos preguntarnos. La respuesta es
sencilla y relevante: porque así podemos predecir el futuro. Dime en qué caos
estás sumergido, tú y tu realidad, y te diré qué patrón de comportamiento
futuro os espera.
En definitiva, el secreto de
predecir los patrones humanos se haya en la observación del funcionamiento neurológico
de las mentes de las personas en relación a su histórico vital (resultante de
un determinismo biológico, ambiental y psicológico), ya que al sumar una
actitud común de economizar esfuerzos y una falta de instrucción en el control
de sus mentes, la persona se ve repitiendo patrones de comportamiento mental una
y otra vez como un disco rayado. Patrones, que en muchos casos, no son propios
sino ajenos: los de su entorno imperante más inmediato. Y, por repetitivos, son
fáciles de deducir.
La predicción de un futuro
posible a través del diagnóstico de patrones de comportamiento es aplicable en cualquier
estructura organizativa humana, ya sea una relación familiar, una empresa o un
sistema económico de mercado. Allí donde hay caos aparente, siempre existe un patrón
descifrable. Solo trabajando los patrones podemos asegurar un futuro posible, ya
que si nos entregamos a achicar el agua de un aguacero y no prevemos el tsunami
que está por venir, estaremos perdidos. Seamos pues inteligentes y transformemos
los caos de nuestras vidas en patrones predecibles, y con dicho conocimiento
actuemos en consecuencia lo que más nos convenga. Primero la inteligencia, y luego el instinto.