Esta inquietud
manifestada en todas las clases que he dado sobre reinvención e innovación es
la pregunta del millón en estos tiempos que corren, a la que los protagonistas
suelen responder en sus vidas diarias haciendo lo mismo que hacían con
anterioridad sin querer percatarse que las reglas del juego han cambiado. Una
actitud a la que podemos llamar apego, en este caso a un pasado empresarial ya
prácticamente inexistente, así como falta de aceptación a la realidad presente.
Sí, la vida está en
continuo cambio y transformación, ya que el principio de impermanencia es una
ley que afecta a todo el Universo conocido. Desde las galaxias, pasando por las
estrellas hasta llegar a los átomos que forman las células de nuestros cuerpos
se encuentran en un flujo de cambio constante. Una ley universal a la que no
escapa ni los mercados ni nuestros proyectos empresariales, por lo que aceptar
los cambios no solo es armonizarse con el ritmo natural de la propia vida, sino
desarrollar la capacidad de adaptarse a los mismos. Si no fuera así, aún
existiría aquél comercio a la esquina de la calle que elaboraba y vendía cestos
y escobas de mimbre, o aquella famosa tienda de discos de vinilo en Londres que
se hizo mítica por vender los primeros álbunes de los Beatles, o aquel
profesional liberal que iba de pueblo en pueblo afilando cuchillos o vendiendo
productos farmacéuticos, o aquella microempresa textil que daba trabajo
prácticamente a toda una ciudad, o aquella otra fábrica que producía máquinas
de escribir o cassetes de grabación con cinta magnética.
Ante esta realidad en
continuo cambio y transformación tan solo tenemos dos opciones:
Una: Aguardar la muerte
anunciada de nuestra actividad económica, negándonos las señales evidentes de
cambio de mercado (marcado por el giro de tendencias en la oferta y la
demanda), enfrascados en continuar malgastando las energías en ejercer una
práctica empresarial ya infructífera (muy a nuestro pesar y bajo la presión de
un asegurado desgaste personal), y resoplando con pesadumbre a cada nuevo día
que levantamos la persiana de nuestro negocio.
O dos: Distribuir parte
de nuestras energías empresariales en reinventar una nueva línea de
negocio.
En ambos casos tenemos un
punto fuerte: que contamos con una unidad empresarial operativa; así como con un
punto débil: que dicha unidad empresarial tiene unas cargas estructurales fijas
a cubrir.
A partir de aquí, sigamos
la siguiente línea argumental:
1.-Pongamos la atención
en la parte positiva, ya que en ella radica la fortaleza para poder
reinventarnos, que es el hecho de que disponemos de una unidad empresarial
operativa, por pequeña que sea. Es decir, que contamos con un activo humano, logístico y relacional que, aunque no sea
solvente en la actualidad, aún es existente.
Y, 2.-Permitámonos
abrirnos a la potencialidad de una estrategia empresarial excesivamente en
desuso: la diversificación. Una práctica realizada a lo largo de la historia de
las empresas que, en algunos sectores productivos supuso incluso la
substitución a la larga de la actividad económica principal de las empresas.
Como es el caso del enoturismo frente a la producción de vino en el sector
vitivinícola.
Pero, ¿en qué
diversificamos los activos de nuestra unidad empresarial?, podemos
preguntarnos.
La respuesta, más allá de
buscarla en ponernos a pensar en hipotéticos nichos de mercado potenciales,
debemos encontrarla en el potencial de nuestro equipo humano, con independencia
de la responsabilidad actual que ocupe cada uno de sus miembros. Es decir,
todos y cada uno de nosotros tenemos habilidades y dones innatos por
desarrollar que muchas veces no corresponden con las funciones que una persona
ocupa en una empresa, a causa de las limitaciones derivadas por la necesidad de
cubrir o ocupar un puesto laboral en un momento determinado de la vida de la
empresa y de las personas. Por ejemplo, una persona proactiva, que hace las
funciones de secretaria, seguro que tiene un potencial a desarrollar en muchas
otras facetas dentro de un proyecto empresarial emergente, ya sea como
creativa, relaciones públicas, vendedora, financiera o productora. La cuestión
radica en descubrirlo.
No tenemos que olvidar
que el alma de las empresas son las personas, pues somos las personas las que damos
vida, contenido y funcionalidad a cualquier actividad económica. Así pues, si
deseamos reinventar nuestra empresa debemos contar con la participación e
implicación de todas y cada una de las personas que forman el equipo humano de
la estructura empresarial, que seguro nos sorprenderán al exponer cualidades
hasta el momento desconocidas. Por lo que lo más inteligente es contar con
todos para la definición de la nueva línea de negocio, en la que las
responsabilidades de cada uno irán directamente relacionadas con el
redescubrimiento de sus habilidades potenciales, ya que en el desarrollo de
esas habilidades personales radica la motivación y la ilusión necesaria para
viabilizar un proyecto.
Llegados a este punto,
conseguiremos tres objetivos claves para la reinvención de nuestro negocio:
1.-La plena implicación
de todos y cada uno de sus miembros en un nuevo proyecto definido de manera
comunitaria (Es muy importante la comunicación transversal y horizontal entre
todos para asegurar el consenso en la definición e integración de la nueva idea
de negocio)
2.-La plena motivación
del equipo al posibilitar el desarrollo de las habilidades potenciales e
innatas de sus miembros. (No hay persona más motivada que aquella que hace lo
que le gusta)
Y, 3.-La energía suficiente
para ser persistentes y flexibles en la consecución del éxito empresarial,
derivado de los puntos anteriores.
Y una vez ya tenemos
clara la línea de diversificación del negocio, así como la distribución de las
nuevas competencias, solo cabe:
4.-Redistribuir la
energía empresarial entre la continuidad (o minimización) de la antigua
actividad económica en decadencia con el nuevo proyecto empresarial emergente mediante
una adecuada organización de trabajo.
Ya que de igual manera
que una persona en su trabajo cuenta con una distribución de tareas en su
puesto de responsabilidad, asimismo toda persona tiene plena capacidad (y más
aún si está motivada) para distribuirse entre dos responsabilidades diferentes
relativas a dos líneas de negocio propias dentro de una misma estructura
empresarial.
Y a partir de aquí, solo
cabe trabajar para hacer realidad nuestro nuevo sueño!
(Véase artículo
relacionado: Eres suficiente inteligente para crear una empresa sin dinero)