Perdonar, pero no me
queda claro. ¿Jesucristo era de izquierdas o de derechas? Y, ¿Gandhi? O,
¿Buda?. Y, ¿el Dalai Dama?. Y, ¿Manolo, el propietario de ese pequeño
bar-restaurante que ofrece menús solidarios?. Y, ¿Gloria, que es voluntaria en
asistir a personas mayores en situación de práctica indigencia? Y, aún más, ¿indignarse
es de derechas o de izquierdas?.
Al identitario de
izquierdas que ataca la religiosidad del identitario de derechas, le animaría a
que leyese los mensajes de Jesús, de Ghandi o del Dalai Lama, por poner un
ejemplo, y me dijera si sus mensajes no son coincidentes con los valores que
defiende. Y al identitario de derechas -que defiende la práctica religiosa como
base de su identidad- y que ataca el principio de igualdad del identitario de
izquierdas, le animaría a que releyese de nuevo los mensajes de Jesús, de
Ghandi o del Dalai Lama, por poner un ejemplo, y me dijera si sus mensajes no
son coincidentes con los valores que defiende.
Hemos llegado a tal
absurdo que, en la actualidad, defender los derechos humanos equivale a ser
etiquetado políticamente por uno u otro bando, dependiendo del prisma de quien
ostenta el poder. Cuando la defensa del derecho a la vida digna de toda persona
es la esencia de la espiritualidad religiosa de unos (sociedad religiosa) y de
la espiritualidad humana de los otros (sociedad laica).
Al final, si uno rasca un
poco, se da cuenta que la sociedad no está dividida en ciudadanos de derechas y
de izquierdas, sino en ciudadanos que piensan que todas las personas tienen el
mismo valor y por tanto derechos, y en ciudadanos que piensan que no todas las
personas tienen el mismo valor y por tanto derechos. Y es a partir de aquí que
se genera la brecha de modelos sociales divergentes.
La historia de la
humanidad nos demuestra que la esencia del ser humano es evolucionar hacia un
estadio continuo y progresivo de defensa de la vida digna de toda persona (y en
paralelo de toda criatura existente y del propio planeta), y que los episodios
oscuros de nuestra historia no son más que reactivos colectivos para continuar
avanzando de manera cualitativa y cuantitativamente en esta dirección. Pero,
como todos sabemos, aún hay mucho que hacer y el espíritu indomable del ser
humano continúa empujando por evolucionar hacia una mejor, renovada y
trascendida naturaleza de si mismo, con la misma intensidad que experimenta el irreversible
ímpetu alquímico de la oruga por transformarse en mariposa.
Así pues, si las personas
somos humanas, profundamente humanas, desprendiendo humanidad por cada uno de
los poros de nuestra piel y mediante cada uno de nuestros alientos vitales,
dejemos de etiquetarnos políticamente con conceptos ideológicos de hace dos
siglos y reivindiquemos al unísono nuestra naturaleza humanista como base para
crear una nueva y mejorada versión de nuestra sociedad.
La apariencia externa del
ser de izquierdas o de derechas no es más que un traje (auto)impuesto con el
que algunas personas se visten –para cubrir principalmente carencias de
identidad-, que tras despojarse del mismo tan solo les queda su única y
verdadera esencia: un ser humano. Por lo que para revelar nuestra esencia como
seres humanos no es cuestión de cubrirse de capas ideológicas (profundamente
condicionadas por su contexto), sino justamente todo lo contrario, debemos
desprendernos de todas esas falsas pieles hasta llegar a reencontrarnos con
nosotros mismos. Pues en este reconocernos nuevamente como personas individuales
que formamos parte de una gran familia llamada humanidad, es donde radica
nuestra esencia como seres humanos que trasciende a cualquier tiempo. Y en la
reconexión con nuestra propia esencia como seres humanos es donde yace el
secreto para alcanzar una vida en armonía con nosotros mismos, como personas y
sociedad, y con nuestro entorno.
La búsqueda de una vida
armoniosa es justamente la característica principal del Ser humano. Y no
hay Ser Humano sin Ser, para así poder Hacer consecuentemente una sociedad
humanista. Pues el Ser Humano Es, y por sus obras le reconoceréis.