Tristemente, en España
nos encontramos en una situación de emergencia social. Y no hay emergencia
social sin injusticia social. Ni injusticia social sin desequilibrios sociales.
Ni desequilibrios sociales sin desequilibrios económicos. Ni desequilibrios
económicos sin un estatus de seguridad jurídica que los legitimice. Ni
seguridad jurídica que los legitimice sin un modelo de sociedad determinado que
la avale.
Así pues, aquella
sociedad que legitimaza un principio de seguridad jurídica que promueve la
cascada de desequilibrios económicos y sociales que llevan a una situación de
emergencia social donde las familias pierden todo derecho a una vida digna,
privándolas primero de un puesto de trabajo que les provee de ingresos, para
seguidamente penalizarlas con la privación de su propia vivienda e incluso del
derecho básico al acceso a una alimentación y vestimenta adecuada hasta
convertirlas en indigentes, no es una sociedad basada en valores y principios
humanistas -ya sean cristianos, budistas o musulmanes-, sino que es una
sociedad basada en valores y principios mercantilistas propios de un
capitalismo salvaje.
El humanista, como bien le
define su nombre, antepone el derecho de toda persona a una vida digna por
encima del derecho a la propiedad; mientras que el capitalista, cuyo único Dios
es el capital, antepone el derecho de la propiedad por encima del derecho de
una persona a vivir una vida digna.
Es por ello que un
humanista es incapaz de desahuciar a una familia de su casa, ya que entiende el
capital y con él la vivienda desde la dimensión de un uso social; en contra del
capitalista cuya visión del uso del capital y por extensión de la propiedad la
concibe desde una única y exclusiva dimensión individual, y por tanto
excluyente. En otras palabras, el humanista es generoso y solidario, mientras
que el capitalista es egoísta e insolidario. El humanista concibe el capital
como un medio social, en contraposición del capitalista que concibe el capital
como un fin personal. El humanista antepone la persona al capital, frente el
capitalista que antepone el capital a la persona. El humanista es de tradición
cristiana, budista o musulmana, mientras que el capitalista es de tradición…
capitalista.
Así pues, en un sistema actual
y caduco como el español cuya seguridad jurídica antepone el derecho del
capital y la propiedad frente al derecho de las personas a una vida digna, ¿qué
postura debe tomar un humanista?. La respuesta es sencilla, clara y concreta:
alistarse a la rebelión de la Resistencia Humanista contra los capitalistas.
Una rebelión pacífica, pero consciente, activa y decidida en nuestro día a día,
por crear la masa crítica de opinión necesaria que permita reenfocar el
principio de seguridad jurídica en pos de salvaguardar el derecho fundamental que
tiene toda persona a una vida digna.
Desde la rebelión de la Resistencia
Humanista, y con el artículo 33 de la Constitución Española en mano referente a
la función social de la propiedad, me sumo desde este pequeño blog a la
legitimación social y política de la Junta de Andalucía por expropiar el uso de
viviendas de bancos y cajas para paliar el sangrante flujo de exclusión social
que padecen millares de familias de nuestro país, y reivindicar así la
generalización de dicha práctica al conjunto del territorio nacional. Tras el
expolio usurero e ilegal (según sentencia del Tribunal de Justicia de la UE,
marzo 2013) que bancos y cajas españolas han realizado impunemente en los
últimos años contra las clases sociales medias y medias-bajas de nuestro país -con la convivencia necesaria de la clase política dirigente-,
ha llegado la hora que los ciudadanos de a pié recuperemos la soberanía de un
pueblo formado por familias con nombres y apellidos, y refundemos el Estado
Social y Democrático de Derecho desde los cimientos de un verdadero Estado
Humanista.
En memoria de José Luís Sampedro,
Escritor, humanista y economista.
(Barcelona, 1/2/1917-Madrid, 8/4/2013)